EL NACIMIENTO DE LA IGLESIA
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un
viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como
de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
Hechos 2:1-4
uando hablamos del origen de la iglesia del Señor, la mayoría la ubica en el primer siglo d.C., exactamente
en el día de Pentecostés, 50 días después de la resurrección de Cristo, en una de las principales fiestas judías
con la que cerraban la celebración de la Pascua y agradecían a Dios por los primeros frutos que la tierra
producía. Para esta época los discípulos se encontraban en Jerusalén esperando el poder del Espíritu Santo que su Maestro les
había prometido: “Estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la
cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo
dentro de no muchos días… pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:4-5, 8). Fue debido a esta orden que los
discípulos permanecieron en Jerusalén, donde se menciona por última vez los nombres de los once apóstoles, acompañados
por algunas mujeres, María, la madre de Jesús y sus hijos: “Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y
Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.
Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus
hermanos”, (Hechos 1:13-14). Es increíble ver como desde el origen de la iglesia la oración jugo un papel muy
importantísimo para el éxito de la misma, tal y como su Maestro les había enseñado las batallas tendrían que ser ganadas de
rodillas. Fue también en este periodo, entre las últimas órdenes de Jesús y el bautismo del Espíritu Santo, que se eligió al
sucesor de Judas Iscariote, y se nos dice que fueron alrededor de 120 discípulos que iniciaron esta obra gloriosa que se
conocería como cristianismo: “En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento
veinte en número), y dijo: Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló
antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía
parte en este ministerio. Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la
mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo
se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: tome otro su oficio. Es necesario, pues, que de estos
hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando
desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de
su resurrección. Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Y orando,
dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de
este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. Y les echaron suertes, y la
suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles”, (Hechos 1:15-26).
Fue 50 días después de su resurrección que Dios cumplió su promesa y vino el poder del Espíritu Santo sobre los
discípulos, un poder que se evidencia a través del hablar en nuevas lenguas y que les dio autoridad para predicar su palabra y
ser testigos fieles de su gracia (Hechos 2:1-4). Así inicio el primer capítulos de miles de una organización divinamente
establecida destinada a influir poderosamente a través del mensaje del evangelio en esta tierra y contra la cual las fuerzas de
las tinieblas no iban a prevalecer: “… y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella”, (Mateo 16:18).
EL ARQUITECTO DIVINO Y EL FUNDAMENTO DE LA
IGLESIA
“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el
Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo:
Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces
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Mundo Bíblico: El Estudio de su Palabra
Historia Eclesiástica: Un Vistazo a Nuestros Orígenes
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le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella”.
Mateo 16:13-18
lrededor del mundo existen muchas organizaciones algunas muy antiguas de las cuales algunas de ellas
suelen resaltar a su fundador colocando una foto de él en alguna parte de sus oficinas centrales y narrando
con gran entusiasmo sus obras. Como cristianos nosotros también tenemos un fundador, y este no es un
hombre de esta tierra, sino el verdadero y único Dios. La iglesia más que una organización, es un organismo vivo,
compuestos por hombre y mujeres de diferentes partes del mundo que se enlazan entre sí por la fe en Jesús. Una increíble
profecía fue dada por Jesucristo mucho antes de su muerte donde mencionaba lo impactante que llegaría a ser su iglesia. Para
esta época Jesús había ganado popularidad y muchos especulaban acerca de su verdadera identidad por lo cual les pregunto a
sus discípulos ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?, a lo cual ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista;
otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. No obstante, lo que a Jesús le interesaba era lo que ellos pensaban
acerca de Él y por eso les realiza la misma pregunta a lo cual Pedro realiza una de las más sublimes declaraciones que jamás
se hallan hecho: Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Esta declaración fue inspirada
por el Espíritu de Dios sobre la vida de Pedro y es sobre la base de esta que la iglesia está fundamentada.
La respuesta de Cristo a la declaración de Pedro ha causado gran controversia en cuanto al verdadero fundamento de
la iglesia: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los
cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella. Algunos ven en estos versículos la base para afirmar que el fundamento de toda la iglesia es Pedro,
pero realmente esto no es cierto, ya que si un hombre fuera su fundamento, hace tiempo hubiese colapsado. Para comprender
mejor esto es importante evaluarlo considerando el original griego en el cual este texto se escribió, especialmente el versículo
18: Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia. Algunos creen que la roca sobre la cual
edificaría su iglesia seria Pedro; pero el griego lo desmiente. La palabra griega de donde se traduce Pedro es Pétros (Πέτρος);
mientras que la palabra roca se traduce de pétra (πέτρα), lo cual hace una clara diferencia entre ambos sujetos. Por un lado,
Pétros hace referencia a una piedra pequeña; pero por otro, pétra, es una roca inconmovible sobre la cual está fundamentada
la iglesia. De acuerdo a esto, ambos sujetos hablan de diferentes personas, por lo que Pedro no es pétra. Entonces, ¿quién es
pétra? Pétra es la afirmación que Pedro declaro, Cristo mismo, y sobre Él la iglesia esta edificada. El mismo apóstol Pedro
niega ser el fundamento de la iglesia al afirmar que esta se encuentra edificada en Cristo: “Vosotros también, como piedras
vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por
medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo,
escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero
para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de
tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados”,
(1 Pedro 2:5-8). Y el apóstol Pablo confirma que el único fundamento es Cristo: “Porque nadie puede poner otro fundamento
que el que está puesto, el cual es Jesucristo”, (1 Corintios 3:11). Este fundamento es predicado por su iglesia, y nadie puede
destruirlo porque es Dios mismo y no un simple hombre: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo
la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”, (Efesios 2:20).
Por tanto, Jesús es el fundador y al mismo tiempo el fundamento de la iglesia y aunque han tratado de destruirla; ésta
sigue existiendo ya que ni siquiera las fuerzas de las tinieblas son capaces de hacerlo: y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella.