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Lutero en el Castillo de Wartburg.
Como consecuencia de la dieta de Worms, los ánimos de Roma se encendieron contra Lutero de tal forma que el 26
de Mayo de 1521 se emitió un edicto llamado el Edicto de Worms donde condenaban de hereje a Martin Lutero y avalaban
que cualquier podía matarlo impunemente y todo aquel que lo protegiera seria condenado. El edicto llevaba la fecha de 8 de
Mayo, fecha retrasada y puesta con toda malicia para que apareciese obligatoria en todos los Estados del imperio, mientras
que la mayor parte de los príncipes, que ya habían salido antes del 26, ignoraban todo esto. Por lo tanto, era un edicto ilegal.
Y cuando fue conocido, no obtuvo mucha aceptación en Alemania por estar redactado enteramente en el espíritu romano, tan
en contradicción con el espíritu de la nación alemana. Sin embargo, Lutero hubiese sido tal vez víctima de esta tormenta, si el
Señor no le hubiese guardado velando sobre él. El elector Federico el Sabio le quería proteger de la persecución de sus
enemigos, y eligió el medio que creyó más a propósito, mandando que algunos caballeros enmascarados sorprendiesen a
Lutero y le hicieran prisionero en las cercanías de Eisenach, cuando volvía de Worms, de regreso a Wittemberg. Así se hizo,
y el elector lo hizo guardar en la inmediata fortaleza de Wartburg. En este castillo que Lutero llego a llama su Patmos residió
de manera muy tranquila y anónima durante un año dejándose crecer la barba y su cabello. Practicaba la caza de animales,
recorría los bosques en busca de fresas y disfrutaba de grandes banquetes, sin embargo todas estas distracciones no le
hicieron olvidar sus intereses teológicos. Por algún tiempo nadie supo qué había sido de Lutero, de manera que sus amigos
llegaron a quejarse de su ausencia, y sus enemigos clamaban llenos de júbilo. Pero no tardó en desaparecer la tristeza de los
suyos, y nuevo terror cayó sobre sus enemigos, porque pronto dio señales de vida. En el castillo de Wartburg no se dio un
momento de reposo; lleno de entusiasmo, como siempre, esparció nuevos escritos por el mundo. Estando en este castillo sacó
a luz un librito de la «confesión», un tratado de los votos espirituales y de los votos monásticos, una explicación de algunos
salmos, y el principio de un libro de sermones para todo el año. Pero el trabajo más importante, la obra inmortal, que Lutero
concluyó en el castillo de Wartburg, fue la traducción del Nuevo Testamento en lengua alemana. No hay necesidad de
encarecer el beneficio que Lutero dispensó a toda una nación, haciendo que todos, viejos o jóvenes, pobres o ricos, pudiesen
escuchar la santa Palabra de Dios en la iglesia y en las escuelas, y leerla en casa. Mas no es una sola nación la que debe a
Lutero la Palabra de Dios; sino que con este hecho quebrantó para siempre las cadenas y barreras en que Roma había
aprisionado y encerrado la Palabra divina, devolviendo a todo el mundo el tesoro más precioso: el pan de vida eterna. En
todos los países y lenguas brotaron las ediciones de la Biblia como las hierbas y flores al principiar la primavera. Desde
entonces ha sido imposible, y lo será para siempre, el robar a la humanidad esta palabra eterna: el Evangelio de salvación.
¡Debemos dar las gracias al Señor por estos beneficios todos los que tenemos y conocemos su Palabra! En el castillo de
Wartburg Lutero tradujo solamente el Nuevo Testamento, que después de su vuelta a Wittemberg corrigió con ayuda de

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Melanchton, e hizo imprimir en el año 1522. En 21 de Septiembre apareció la primera edición completa, tres mil ejemplares,
con el sencillo título de El Nuevo Testamento en alemán. Ningún nombre de hombre se añadió. Desde aquel momento
cualquier alemán podía comprar la Palabra de Dios por tres pesetas. El éxito de este trabajo sobrepujó todas las esperanzas.
En poco tiempo se agotó completamente la primera edición, y fue preciso que la segunda apareciese ya en Diciembre. En el
año 1533 existían ya cincuenta y ocho diferentes ediciones del Nuevo Testamento traducido por Lutero. Todos los que
conocían el alemán, nobles y plebeyos, los artesanos, las mujeres, todos leían el Nuevo Testamento con el más ferviente
deseo -dice un católico contemporáneo de la Reforma, Cochleus. Lo llevaban consigo a todas partes; lo aprendían de
memoria; y hasta gente sin gran instrucción se atrevía, fundando en las Sagradas Escrituras su conocimiento, a disputar
acerca de la fe y del Evangelio con sacerdotes y frailes, y hasta con profesores públicos y doctores en teología.
La Salida de Lutero del Castillo de Wartburg.
Durante el tiempo que Lutero paso en el Castillo se dio varios eventos que alteraron el rumbo de la iglesia cristiana.
A parte de sus escritos y su obra de traducción del Nuevo Testamento al alemán, también opino acerca de otras costumbres
católicas como la misa, las imágenes y el celibato. En cuanto a las misas e imágenes no dio su repudio, sino dijo que antes de
querer cambiar las cosas externas debería cambiarse las internas, el corazón, y tener una fe sincera delante de Dios. Con el
tiempo estuvo de acuerdo que los sacerdotes podían tener la oportunidad de casarse y ejercer cardos de pastorear una grey.
Además de esto también se dieron problemas en Alemania ya que en ausencia de Lutero algunos fanáticos comenzaron a
causar disturbios en nombre de la Reforma, profanando iglesias católicas y destruyendo imágenes lo cual puso en peligro que
la Reforma se convirtiera en una protesta violenta en lugar de espiritual y doctrinal. Por tal motivo Lutero decidió abandonar
el castillo el 8 de Marzo de 1522 y dirigiéndose a Wittemberg comenzó a predicar por espacio de 8 días bajando así los
ánimos de aquellos fanáticos y mostrando el verdadero espíritu de la Reforma. Los sermones de Lutero son modelos de
elocuencia religiosa y popular. En sus sermones no pronunció palabra injuriosa contra los autores de los tumultos; cuanto
más se atemperó a este modo de proceder, tanta más eficacia tenía la verdad. Ni aún en Worms se había mostrado más
grande. Los ánimos se calmaron, las ideas confusas se aclararon, y pronto echó fuera de las puertas de Wittemberg a todos
aquellos fanáticos con la influencia de su predicación. Terminada esta crisis, la Reforma pudo desenvolverse con más
tranquilidad exterior de lo que pudo esperarse en un principio. Los edictos de Worms llegaron a ser ejecutados sólo en una
pequeña parte de Alemania. El Papa León X, que había excomulgado a Lutero, murió. El emperador Carlos V tuvo que
volver a España por rebeliones que en ésta habían estallado. Además, penetraron los turcos en Hungría y el representante de
Carlos, su hermano Fernando, trató de ganarse la buena voluntad de los estados alemanes para que le ayudasen contra ellos,
dejándoles más libertad en la cuestión religiosa, y muchísimos aprovecharon esta ocasión para introducir la Reforma en sus
dominios. De este modo, la Reforma, que hasta la Dieta de Worms fue obra personal, por decirlo así, de Lutero, tomó desde
entonces carácter público y fue representada por los estados mismos. Esto era lo que Lutero deseaba, aunque no pareciese
favorable para su propia autoridad y gloria, porque tenía por lema aquella palabra célebre de Juan Bautista: Él debe crecer y
yo menguar.

Castillo de Wartburg

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Actividad y trabajos de Lutero en los años siguientes hasta la dieta de Augsburgo.
Un episodio muy triste fue la llamada guerra de los campesinos, de la cual se ha querido culpar a la Reforma, aunque
sin razón, pues ya en el año 1491 los campesinos se habían revelado en los Países Bajos; en 1503, en las cercanías de Suiza;
en 1513 y 1514, en el Sur de Alemania, y en 1515, en Carintia y Hungría. Estas rebeliones fueron originadas en su mayor
parte por las inauditas opresiones que sufrían los pobres labradores de parte de los príncipes, nobles y clérigos, a lo cual se
unía la agitación que la Reforma había llevado a todas las clases de la sociedad. Las nuevas doctrinas de libertad que Lutero y
sus amigos entendían espiritualmente, los campesinos las tomaron en sentido político o carnal según la expresión de Lutero y
los esfuerzos por reformar y renovar las condiciones actuales, en vez de ser dirigidos por hombres prudentes y sabios hacia el
bien, fueron dirigidos por gente apasionada y malvada de una manera violenta y perversa. Ante esta situación Lutero se
pronunció en contra no solo de los opresores, sino también de los campesinos asesinos que provocaban la revuelta, dejando
muy en claro que su persona no tomaba parte de ningún partido. Mientras Lutero luchaba así en la política, también el ataque
se levantó de sus enemigos religiosos. El ataque del Papa y sus secuaces no le extrañó; pero no había esperado nunca tener
que habérselas con un rey. Enrique VIII de Inglaterra, habiendo compilado de libros viejos uno nuevo, ofreció al mundo la
Defensa de los siete sacramentos contra Martín Lutero. El escrito de Enrique VIII estaba lleno de insultos y acusaciones en
contra de Lutero y buscaba ganar el favor papal, sin embargo, Lutero refuto cada uno de sus argumentos con un espíritu
vehemente que el rey no pudo refutarle nada en el futuro. Pocos años después Lutero se enteró que el rey Enrique se había
convertido por lo que le escribió una carta, declarando que, a la verdad, no podía ni quería conceder nada en cuanto a la
doctrina, pero le pedía perdón con noble humildad y respeto por algunas expresiones demasiado fuertes y ofensivas que había
usado. Mas sólo obtuvo de Enrique por contestación otro libelo más infamatorio y denigrante. Lo notable es, que aquel
defensor de la fe católica romana rompió más tarde enteramente con el Papa y le atacó como lo había hecho antes con Lutero.
Él fue el que libero, aunque no por motivos nobles y puros, a Inglaterra del dominio del Papa.
También en este periodo Lutero conoció al célebre Erasmo (nacido en Rotterdam en 1463 y fallecido en Basilea en
1536), el más famoso literato de aquellos tiempos. Hasta entonces no se había decidido ni en pro ni en contra de la Reforma.
Estimaba mucho a Lutero por sus conocimientos y franqueza; se alegraba del progreso que hacían las letras como
consecuencia de la Reforma. Tampoco quería defender al papismo con sus abusos, vicios y supersticiones. Mas siendo
racionalista en el fondo, no comprendió la fuerza, decisión e intransigencia con que Lutero y sus amigos combatían todo el
sistema romano; pues varias doctrinas, por ejemplo, la de las buenas obras y del mérito del hombre, le parecían muy
convenientes y más razonable que la de la justificación por gracia. Lo que él prefería era el término medio, ignorando que no
lo hay entre la verdad y el error: anhelaba una reforma, sí, mas sólo de los abusos y doctrinas supersticiosas, dejando el fondo
integro e intacto; olvidando aquella máxima: el árbol malo no puede llevar frutos buenos. Sin embargo, Lutero llego a tener
diferencias doctrinales con Erasmo, especialmente con la doctrina del libre albedrío donde Erasmo afirmaba que todo hombre
posee la capacidad de escoger entre el bien y el mal, pero Lutero lo contradijo afirmando que en su estado natural el hombre
es malo e incapaz de escoger el bien y que solo la conversión a Cristo podía ayudarle a esto. También sostuvo fuerte debates
con el teólogo Ulrico Zwinglio, de Zurich, que había comenzado la Reforma en la Suiza al mismo tiempo que Lutero en
Alemania. La controversia se dio especialmente con la doctrina de la santa cena, donde afirmaba que el pan y el vino no se
convertían literalmente en la carne y sangre de Jesús, sino solo eran un símbolo de ello, sin embargo, Lutero se pronunció en
contra afirmando que la misma presencia de Cristo esta en los elementos del pan y el vino, aunque negaba que estos se
convertían en carne y sangre literalmente como la doctrina católica afirma donde el cuerpo de Cristo es sacrificado en cada
misa. También hubo disputas entre ambos reformadores en cuanto al bautismo. Para Lutero era necesario continuar
bautizando infantes, Ulrico lo rechazo. Así este tiempo se caracterizó en fuertes luchas de carácter doctrinal, incluso entre los
mismos reformadores.

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Debate doctrinal entre Lutero y Zwinglio

Además de todo esto Lutero se conoció por su desagrado a los judíos, esto por supuesto no es algo que hable muy
bien de su persona. Aunque Lutero decía que su visión de los judíos era puramente teológica, trascendió como racista y padre
de la iglesia antisemita. Aun Adolfo Hitler citaba a Lutero, y los socialistas de su país lo llamaron «un genuino alemán que
odiaba a las razas no nórdicas. Por lo demás, Lutero mismo, a pesar de insistir sin vacilar en sus opiniones, siempre
permaneció muy modesto en cuanto a sí mismo; lejos de querer establecer él una nueva Iglesia y darle su nombre, escribió un
día: “No debes llamarte luterano: ¿qué es Lutero?, ni es la doctrina mía; ruego que se calle mi nombre, y no se llamen
luteranos, sino cristianos. Extirpemos los apelativos de partido; llamémonos cristianos, pues que profesamos la doctrina de
Cristo. Ni soy ni quiero ser maestro de nadie”. Sin desfallecer se ocupó en este tiempo, como ya hemos dicho, en la
traducción de la Biblia. Escribió además varios tratados, a fin de instruir al pueblo sobre los errores del papado y sobre la
pura doctrina evangélica. En el 1527 dio al pueblo alemán el primer himnario, titulándolo Primera Colección de Canciones
Espirituales y Salmos. La mayor parte de estos himnos son aún hoy día muy conocidos y amados en Alemania; muchos de
ellos han sido traducidos a otras lenguas. Conforme paso el tiempo Lutero también lucho porque se estableciesen escuelas en
toda Alemania con el fin de educar a los jóvenes lo cual según él los volvería personas más sencilla y capaces de ayudar a la
nación, aunque realmente tuvo bastantes dificultades para hacer realidad esta iniciativa ya que el gobierno alemán invertía en
otras infraestructuras, pero menos en la educación de la gente. No obstante, todo cambió radicalmente para la Reforma ya que
El 5 de mayo de 1525 el príncipe elector Federico el Sabio falleció, sucediéndole su hermano Juan, llamado el Constante, el
cual tomó parte activa en la Reforma. Ya en ese mismo año de 1525 mandó este príncipe que todos los predicadores
introdujesen en el culto la llamada misa alemana, redactado por Lutero en la cual se conservaba mucho de la misa anterior;
pero abrogaba enteramente el sacrificio de la misma, y el uso de la lengua latina; y acentuaba como lo más importante la
predicación del Evangelio. Además, ordenó que se predicase exclusivamente la pura Palabra de Dios, para lo cual se dio a luz
un sermonario redactado por Lutero, que sirviese de guía a los menos instruidos. Con el tiempo la iglesia alemana fue
convirtiéndose en una institución que ya no estaba regida por las tradiciones de Roma y por el papa, y a pesar de ser un grupo
de iglesias independientes, todas estaba ligada a la misma confesión de fe, y sus predicadores poco a poco llegaron a ser
personas respetables y diligentes en esta noble tarea. Con estas nuevas instituciones se llevó a cabo el establecimiento de la
Reforma en la Sajonia, Hesse, Anhalt, Luneburgo y muchas ciudades libres; Prusia, Dinamarca, Suecia, Noruega, casi todo el
norte de Alemania y de Europa llego abrazar la fe en Jesús desligándose completamente de la Iglesia Católica. Así la
Reforma protestante llego a su clímax.

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