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La Iglesia Reformada
“No debes llamarte luterano: ¿qué es Lutero?, ni
es la doctrina mía; ruego que se calle mi
nombre, y no se llamen luteranos, sino
cristianos. Extirpemos los apelativos de partido;
llamémonos cristianos, pues que profesamos la
doctrina de Cristo. Ni soy ni quiero ser maestro

de nadie”.
Martin Lutero

“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”.

Apocalipsis 3:1

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INTRODUCCIÓN

ara la época que corresponde a este periodo de la historia, el mundo se encontraba hundido en una serie de
supersticiones y a merced de las ambiciones materiales de los sacerdotes y líderes de la Iglesia Católica quien
prácticamente reinaba detrás de los reyes afirmando tener la verdad de Dios en la voz de su papa y tradiciones
religiosas que contradecían la Biblia. Como Dios se lo dijo a la iglesia de Sardis en Apocalipsis: Yo conozco tus obras, que
tienes nombre de que vives, y estás muerto, la iglesia que afirmaba tener la vida eterna y el favor divino, espiritualmente
estaba muerta y en lugar de conducir a los hombres a la vida eterna los envolvía en una densa tiniebla de herejías e idolatrías
que los arrojaba directamente al infierno. Pero es aquí donde uno de los mayores acontecimientos históricos de la iglesia
ocurrió: La Reforma. Se conoce como la Iglesia Reformada al periodo de la historia eclesiástica que va desde la caída de
Constantinopla hasta la guerra de los treinta años, y que trajo un cisma que provoco la separación de varios grupos de la
Iglesia Católica, conociéndose estos grupos como iglesias protestantes. (1453 – 1648). Uno de los factores que contribuyo
enormemente a la reforma fue el Renacimiento, el cual fue un despertad literario que trajo una enorme sed y pasión por
profundizar en las artes, ciencia y literatura, y esto los llevo al estudio de la palabra de Dios en sus idiomas originales, hebreo
y griego, que desato una constante contradicción con las tradiciones y dogmas de fe de la Iglesia Católica, especialmente en
Alemania donde todo surgió y se propago en toda Europa. Respecto a este periodo Jesse Lyman Hurlbut nos comenta: “En
este período de doscientos años, el gran acontecimiento que despertó la atención fue la Reforma. Empezó en Alemania y se
esparció por todo el norte de Europa y trajo como resultado el establecimiento de iglesias nacionales que no debían
fidelidad a Roma”. Otro acontecimiento importante que promovió la reforma fue la invención de la imprenta por Gutenberg
la cual permitió imprimir cientos de copias de la Biblia en los idiomas locales, y respecto a su impacto Jesse Lyman Hurlbut
nos vuelve a comentar: “Es significativo que el primer libro que Gutenberg imprimió fue la Biblia, demostrando así el deseo
de esa época. La imprenta puso a las Escrituras en uso común y condujo a su traducción y circulación en todos los idiomas
europeos. La gente que leía el Nuevo Testamento pronto comprendía que la iglesia papal estaba muy lejos del ideal del
Nuevo Testamento. Y en cuanto se escribían las nuevas enseñanzas de los reformadores, se publicaban en libros y folletos
que circulaban por millones por toda Europa”. Gracias a este movimiento reformador la sociedad pudo finalmente separarse
de manera pública de la Iglesia Católica y así comenzaron a surgir varios movimientos o iglesias independientes donde el
principal protagonista y precursor es Martin Lutero, un monje alemán cuya vida vamos a estudiar detenidamente.

MARTIN LUTERO

“Más el justo por la fe vivirá”.

Romanos 1:17
l día 10 de Noviembre de 1483 a las 11 P.M. en Eisleben, Alemania, nació un niño, hijo de Hans y
Margarette Luder a quien bautizaron como Martín Luder, quien en la universidad se cambió el nombre a
Martín Luther, y por nosotros como Martín Lutero, el cual estaba predestinado por Dios a cambiar el rumbo
de la historia de la iglesia cristiana. La humilde casa en que nació, se ve aún hoy en Eisleben. Sobre la puerta hay un busto
del Reformador, alrededor del cual se lee la inscripción siguiente: “La palabra de Dios es la enseñanza de Lutero: por eso no
perecerá jamás”. Hoy se emplea dicha casa como escuela para los niños pobres de Eisleben; en ninguna parte mejor podía y
debía establecerse un centro de enseñanza que allí donde nació el que más tarde, con su reforma, había de dar tanto impulso a
la ciencia, y especialmente a la pedagogía. ¿Quién pensaría que el niño que había nacido en esta humilde residencia llegaría a
impactar en toda Alemania y casi la mitad de Europa, que llegaría a desafiar al monstro de la Iglesia Católica y a su papa, y
lograría finalmente el rompimiento de muchos con el ombligo de Roma? Definitivamente muchos de los grandes hombres de
Dios tuvieron orígenes humildes y quien pensaría que llegarían a ser instrumentos de Dios, es más nuestro Señor Jesucristo
siendo Dios y destinado a la obra de salvación más grande nació en un sencillo pesebre. Abraham era un viejo de 75 años
casado con una mujer estéril a quien nadie le interesaba cuando Dios lo llamo a convertirse en el padre de multitudes, el rey
David era el menor y más despreciable de todos sus hermanos antes de convertirse en el gran rey que consolido el reino de
Israel, el hombre conforme al corazón de Dios, William Carey nació en un hogar humilde y fue un zapatero antes de su
conversión e iniciar su viaje misionero a la India y convertirse así en el padre de las misiones modernas, y así sucesivamente,
cuántos hombres y mujeres han tenido un comienzo humilde y para muchos su nacimiento ha sido sin importancia, pero para
el Señor era el comienzo de algo grande.
P

E

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La habitación de la antigua casa donde vivió Martin Lutero

Es increíble ver como el nacimiento de este niño era el cumplimiento profetizo de John Hus, quien al ser quemado
en la hoguera por el clero católico dijo: “Vas a asar un ganso (siendo que Huss significa ganso en lengua bohemia), pero
dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás ni asar ni hervir”, y así, 102 años más tarde, Lutero publicaba
sus 95 tesis en Alemania desafiando la papa y su sistema herético. Su nacimiento tuvo lugar en un mundo de gran caos donde
las tinieblas trataban de imponerse y de esto Orlando Boyer nos dice: “se calcula que por lo menos un millón de albigenses
habían sido muertos en Francia en cumplimiento de una orden del papa, de esos “herejes” (que sustentaban la palabra de
Dios) que fueron cruelmente exterminados, Wycliff, la estrella del alba de la Reforma había traducido la Biblia a la lengua
Inglesa. Juan Hus, discípulo de Wycliff, había muerto en la hoguera en Bohemia suplicando al Señor que perdonase a sus
seguidores. Jerónimo de Praga, compañero de Hus y también erudito, había sufrido el mismo suplicio cantando himnos en
las llamas hasta que exhalo su último suspiro. Juan Wessel, un notable predicador de Erfurt, había sido encarcelado por
enseñar que la salvación se obtiene por gracias. Aprisionaron su frágil cuerpo donde murió cuatro años antes del
nacimiento de Lutero. En Italia, quince años después del nacimiento de Lutero, Savonarola, un hombre dedicado a Dios y
fiel predicador de la palabra, fue ahorcado y su cuerpo reducido a cenizas, por orden de la iglesia. Fue en tal época que
nación Martin Lutero”. Durante la infancia de Lutero sus padres se enfrentaron a una cruel pobreza, su madre recogía leña y
la llevaba a las espaldas para venderla y poder ayudar al sostén de sus hijos, mientras que su padre era un humilde trabajador
en las minas de cobre. El pequeño Martín acompañaba a su madre muchas veces, y ayudaba en sus humildes faenas. Con el
tiempo llegaron a mejorar las circunstancias cuando el padre llego a convertirse en concejal del pueblo donde vivían y así
todo fue diferente. Debido a la mejora económica en la vida de los padres de Lutero este pudo seguir con sus estudios donde
el joven mostro bastantes dotes intelectuales aparte de que estuvo sometido a una rígida disciplina religiosa donde en
ocasiones era castigado de las manera más duras que nos pudiéramos imaginar. Respecto a esto Lutero dijo: “Mi padre me
castigó un día de un modo tan violento, que hui de él, y no quise volver hasta que me trató con más benignidad. Y mi madre
me pegó una vez por causa tan leve como una nuez, hasta hacer correr la sangre”. Esta dura disciplina era acompañada por
un temor a Dios que sus padres le inculcaban a su hijo, así como el buen habito de la oración de lo cual Roberts Liardon nos
comenta: “Aunque los Lutero habían logrado salir de la clase obrera, hubo una característica de esa clase que no dejaron
atrás. La mayoría de los trabajadores temían sinceramente a Dios. No solo la madre del joven Lutero era una mujer de
oración, sino que Martín recordaba cuando su padre lo llevaba a la cama y lo arropaba, y luego se arrodillaba para orar
con él al costado de su lecho”. Cuando Martín cumplió once años su padre decidió enviarlo a Magdeburgo, donde existía un
famoso colegio con el fin de convertirlo en un hombre docto y fue allí donde escuchaba los ferviente sermones del agustino
Andrés Proles el cual hablaba de la necesidad de hacer una fuerte reforma en la religión actual, esto sin duda preparaba el
corazón del futuro reformador. Posteriormente se mudó a Eisenach donde continúo sus estudios mientras trabajaba al mismo
tiempo, pero llego a ganar la simpatía de una mujer piadosa y rica llamada doña Úrsula Cota la cual le auspicio sus gastos y
así el joven Martin pudo seguir con sus estudios en un ambiente muy agradable, su maestro Juan Tribunius era un hombre
muy docto y respetuoso que no maltrataba a sus estudiantes al contrario de los otros maestros de su tiempo. En el año 1501,
los padres de Martín le enviaron a la Universidad de Erfurt, considerado en aquel tiempo el centro intelectual del país, donde
continúo sus estudios con resultados sobresalientes. Durante esta época el joven comenzaba sus mañanas con oraciones y
visitando la iglesia antes de iniciar sus estudios, y decía: “Haber orado bien, adelanta en más de la mitad el trabajo de
estudiar”. Poco después contrajo una enfermedad grave y peligrosa, consecuencia de su asiduo trabajo. Ya había hecho
testamento y encomendado su alma al Señor, cuando le visitó un viejo sacerdote, que le consoló con las siguientes palabras:
“Mi querido bachiller, cobra ánimo, porque no morirás de esta enfermedad. Nuestro Dios hará de ti todavía un hombre

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grande, que dará consuelo a muchísimas almas. Porque Dios pone de vez en cuando su santa cruz sobre los hombros de los
que él ama y quiere preparar para su salvación; y si la llevan con paciencia, aprenderán mucho en esta escuela de la cruz”.
En efecto, Lutero recobró la salud; siguió sus estudios y se graduó en 1505, a sus 21 años de edad de doctor en filosofía.
Según la voluntad de su padre, debía estudiar también la jurisprudencia. Pero Dios lo había dispuesto de otro modo. La
Biblia, el peligro en que la enfermedad le había puesto, y las palabras del viejo sacerdote habían hecho profunda mella en su
corazón, y siempre tenía en la mente aquella antigua pregunta: “¿Qué es lo que debo hacer para ser salvo?”. Un día,
volviendo de la casa paterna en Mansfeld y en el camino, cerca del pueblo de Stotternheim, le sorprendió una tempestad en
un bosque, y un rayo cayó cerca de él, causándole tal impresión que fue aquel uno de los momentos más críticos y decisivos
de su vida. En su ignorancia clamo a Santa Ana, la patrona de los mineros la cual según su padre le había hecho varios
favores en el pasado, prometiéndole que se haría monje si lo salvaba de aquel terrible momento de lo cual Robert Liardon
nos comenta: “Podemos imaginar que atravesar el bosque esa noche fue la experiencia más espantosa de su vida. Estaba
aterrado, con el corazón que se le salía del pecho. Al acercarse al claro recordó la muerte de un amigo que había caído bajo
un juicio similar cuando un rayo lo mató. La escena era bien conocida para él. No tuvo dudas de que su hora había llegado.
Apenas comenzaba a atravesar el claro, cuando un rayo cayó tan cerca de donde él andaba, que Martín cayó al suelo. En
una súplica desesperada por su vida, clamó a la única ayuda que conocía: ¡Santa Ana, si me ayudas, me haré monje!”.
Aquel día se volvió a Erfurt, agitada su imaginación con pensamientos y dudas acerca de la salvación de su alma. Sólo un
convento podía proporcionarle, según creía, la paz que anhelaba tanto. Por lo tanto, un día pensó en entregarse
completamente a un convento de monjes, abandonar la vida secular y sin el consentimiento de su padre lo hizo, en la noche
del 17 de Julio de 1505, llama a la puerta del convento de los agustinos en Erfurt y se unió a ellos. Una noche del 17 de Julio
de 1505, a sus 21 años de edad. Respecto a su decisión, Rubianus uno de sus amigos de la Universidad de Erfurt dijo: “La
Providencia divina pensaba en lo que debías ser algún día, cuando a tu regreso de la casa paterna, el fuego del cielo te
derribó, como a otro Pablo cerca de la ciudad de Erfurt, te separó de nuestra sociedad y te condujo a la secta de Agustín”.
Martin Lutero el Fraile y Catedrático.
Fue en Erfurt, en un convento de los agustinos donde Martin corrió buscando la providencia divina y donde gran
parte del carácter del mismo se moldearía para la obra que Dios le tenía preparado. Pronto Lutero experimento la rudeza y
disciplina de aquel monasterio ya que los monjes de allí lo humillaban haciéndole ver que su doctorado en filosofía no servía
de nada y lo sometieron a muchos trabajos, como por ejemplo ser portero, arreglar el reloj, limpiar la iglesia, barrer las celdas
y mendigar las casas de Erfurt pidiendo pan. Sin embargo, su duro trabajo de servidumbre no perduro mucho ya que por ser
un miembro de la Universidad de Erfurt se le concedió volver a sus libros, y fue así que se consagro a estudiar las obras de
los padres de la iglesia, pero sobre todo la Biblia, y ésta en sus idiomas originales, el hebreo y griego. Tanto empeño le puso
Lutero al estudio de la Biblia que olvidaba sus horas de oración las cuales después las pagaba encerrándose en su habitación y
orando preocupado de que hubiese incumplido alguna ley de su convento, y muchas veces su devoción era tal que ni siquiera
comía ni bebía. En el año 1507 fue ordenado sacerdote, y el 2 de Mayo celebró su primera misa a la cual asistieron sus
padres, algunos familiares y amigos, sin embargo, esta experiencia lejos de ser de gran satisfacción para Lutero fue una
verdadera tortura tal y como Roberts Liardon nos dice: “Martín estaba muy feliz de ver a su padre y de que este lo viera en
esta nueva vida. Pero, aunque debía ser un día maravilloso para él, terminó en tormento. Estaba tan aterrado durante la
ceremonia de la transustanciación -la parte de la misa católica en al que se cree que el pan y el vino se convierten
verdaderamente en el cuerpo y la sangre de Jesús- que se puso a temblar y estuvo a punto de huir del altar. Pero el mismo
terror del todopoderoso Dios y la idea de que la presencia tangible de Dios estaban delante de él en la copa, lo mantuvieron
atado al altar”. A pesar de su estadía en el monasterio el nuevo sacerdote Lutero no se sentía bien del todo ya que su alma
deseaba con gran fuego en su corazón santificarse y ganar la vida eterna y para eso se sometió como ningún otro monje de su
monasterio a ayunos, vigilias, largas oraciones, penitencias donde castigaba duramente su cuerpo y un sinfín de obras. Pero
todo esto no lograba hacerle sentir satisfecho, sabía que algo no estaba bien y temía cada día al castigo divino. Luego su
estudio en las Sagradas Escrituras comenzó a dar frutos, llego a entender lo que significaba la verdadera santificación y que la
reglas y costumbre de Roma no lograrían a nadie entrar al reino de los cielos, estas nuevas ideas chocaron en su mente
contradiciendo lo que Roma había afirmado por siglos, a veces creía que era diabólico lo que pensaba ya que prácticamente
estaba negando a la Iglesia Católica, esto lo llego a debilitar, casi no comía, su alma se veía agobiada por los descubrimientos
que hacia cada día de la Biblia hasta que comenzó a sufrir de desmayos inesperados. En esta cruel y desesperada
incertidumbre se franqueó, por fin, con un viejo fraile del mismo convento, el maestro de novicios; éste oyó tranquilamente
sus pesares, y le dio después un consuelo maravilloso; con sencillez, pero con la convicción de la propia experiencia, le
repitió las palabras del credo apostólico “Creo en la remisión de los pecados”, y le probó que esta remisión de los pecados
era artículo de nuestra fe, que debía ser creído. Estas palabras, que Lutero recordó toda su vida con gratitud, alumbraron su
alma con una luz benéfica y salvadora; fueron como el germen fructífero de toda su convicción cristiana y el fundamento de
su obra posterior. Posteriormente conoció al representante de los agustinos en Alemania, al Dr. Staupitz quien animo al

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desanimado fraile a no desmayar y que buscara en la Biblia el remedio para su angustia, y en cristo la salvación de su alma ya
que eso lo había salvado, y agregó: “Todavía no sabes, querido Martín, cuán útil y necesaria es para ti esta tribulación,
porque Dios nunca la envía en vano. Ya verás cómo Él te ha menester para cosas grandes”. Es amistad lo guio a entender
que la verdadera salvación y perdón de pecados no prevenía de ninguna buena obra, sino de un arrepentimiento sincero y
reconocer la gracia de Cristo, así Lutero se volvió al estudio de la Biblia no con temor, sino con gozo, aquellos pasajes que lo
atormentaban y lo acusaban de pecador, ahora le sonreían, poco a poco estudio los evangelios y las cartas paulinas, llego a
entender entonces por la carta a los Romanos que la salvación era por fe, y por Gálatas entendía que era sin obras.
Con el tiempo Lutero se aferró mucho al Dr. Staupitz y lo vio cómo su consejero espiritual que lo llevaba a conocer
al verdadero Dios, siempre que su alma se turbaba por algo corría a él. En cierta ocasión al búscalo se unió a una procesión la
cual era muy concurrida y el mismo Staupitz llevaba el santo sacramento, y Lutero seguía revestido de capa. La idea de que
era el mismo Jesucristo el que llevaba en sus manos, y que el Señor estaba allí en persona delante de él hirió de repente la
imaginación de Lutero y le llenó de tal asombro, que apenas podía andar; le corría el sudor gota a gota, y creyó que iba a
morir de angustia y espanto. Al terminar la procesión Lutero busco a Staupitz y hallándose solo con él se echó en sus brazos
y le manifestó el espanto que se había apoderado de su alma. Entonces le dijo con dulzura: – No era Jesucristo, hermano
mío; Jesús no espanta, sino que consuela –. El año de 1502, el príncipe elector de Sajonia, Federico III, llamado con razón el
Sabio, fundó la Universidad de Wittemberg, siguiendo los consejos del doctor Staupitz y de Martín Mellerstadt, y más tarde
por influencia de Staupitz, Lutero fue aceptado en esta universidad como uno de sus catedráticos en teología. Así todo estaba
preparándose para la gran reforma y esta universidad estaba destinada a ser el centro de operaciones de Martin Lutero. Al
principio Lutero inicio como maestro de filosofía pero después de sacar un bachiller en teología comenzó a enseñar su
verdadera vocación, la enseñanza de la teología respaldada en las sagradas Escrituras y no en las tradiciones y dogmas de la
Iglesia Católica. Pronto sus clases de teología llamaron la atención de todos al ver con el dominio y gracia con la cual lo
explicaba y basando sus argumentos en los libros proféticos y lo que los apóstoles habían dicho, esto por supuesto alarmo a
otros que veían como los argumentos bíblicos de Lutero desaprobaba completamente las prácticas religiosas de la Iglesia
Católica. Con el tiempo Lutero comenzó también a predicar en monasterios agustinos y rápidamente gano buena fama
convirtiéndose en el predicador de la iglesia principal de Wittemberg.

Martin Lutero el maestro de Wittemberg

En el año 1511 Lutero emprendió un viaje a Roma pensando que allí encontraría consuelo en los brazos del papa,
pero todo lo contrario, lo que vio lo desilusiono completamente. El Papa de aquella época, Julio II, era un hombre de mundo,
y un gran soldado, que tenía mucho más placer en derramar sangre y conquistar tierras, que en las tareas propias de su
ministerio espiritual, Entre los cardenales, obispos y sacerdotes, no solamente reinaba la más crasa ignorancia, sino que se
burlaban de la manera más cínica de las cosas más sagradas, y estaban encenagados en la más degradante disolución. En su
viaje a Roma Lutero subió de rodillas los peldaños de la escalera de Pilato, que decían fue llevada de Jerusalén a Roma,
esperando recibir una absolución por sus pecados como el papa le había recomendado, pero cada vez que subía un peldaño y

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tenía que rezar un Padre Nuestro, en sus oído retumbaba el texto de Romanos “más el justo por la fe vivirá”. Al regresar a
Alemania estaba bastante deprimido y enfermo por todo lo que había visto y decidió confiar plenamente en las Escrituras por
lo que al estudiarlas con gran empeño buscaba un alivio para su alma ya que al escuchar la palabra justicia su espíritu
desfallecía al sentirse como un pecador sin esperanza. Se dice que el primer libro que estudio Lutero fue el de los Salmos y
allí encontró unos versículos que le trajeron un poco de paz tal y como lo relata Robert Liardon: “El Salmo 22 rompió el
cerrojo de la puerta que lo encerraba, y comenzó a entrar un rayo de luz. Este Salmo dice: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no
respondes; y de noche, y no hay para mí reposo (vv. 1-2). Lutero quedó pasmado ante lo que había leído”. Después de leer
este Salmo el alma de Lutero sintió un leve descanso y con gran empeño estudio asiduamente la Biblia en busca de respuestas
de tal forma que aun estudio la carta de los Romanos y a los Gálatas en sus idiomas originales, este estudio lo realizo entre
1515 y 1517, y después de 3 años comprendió que la salvación se lograba a través de la fe y de esto Orlando Boyer nos dice
lo que Martin Lutero confeso más tarde: “Deseando ardientemente comprender las palabras de Pablo, comencé a estudiar
su epístola a los Romanos. Sin embargo, note que en el primer capítulo consta que la justicia de Dios se revela en el
evangelio (versículos 16 y 17). Yo detestaba las palabras: la justicia de Dios, porque conforme me enseñaron, yo la
consideraba como un atributo del Dios Santo que lo lleva a castigar a los pecadores. A pesar de vivir irreprensiblemente
como monje, mi conciencia perturbada me mostraba que era pecador ante Dios. Así, yo detestaba a un Dios justo, que
castigaba a los pecadores… Tenía consciencia intranquila, en lo íntimo mi alma se sublevaba. Sin embargo, volvía siempre
al mismo versículo, porque quería saber lo que Pablo enseñaba. Al fin, después de meditar sobre ese punto durante muchos
días y noches, Dios en su gracia infinita le mostro la palabra: El justo vivirá por la fe. Vi entonces que la justicia de Dios, en
este versículo, es la justicia que el hombre piadoso recibe de Dios mediante la fe, como una dadiva”. Fue en este punto que
Lutero estaba listo para iniciar el movimiento reformador que cambiaría para siempre la historia de la iglesia.
Las 95 Tesis de Martin Lutero.
El detonante para que Martin Lutero iniciara con la Reforma fue la venta de indulgencias del papa León X entre los
años 1514 y 1516. Para esta época la Basílica de San Pedro no estaba terminada y con la venta de las indulgencia se encontró
una buena fuente de ingreso para el Vaticano. La indulgencia no era más que un indulto que el papa otorgaba absolviendo a
su portador por todos sus pecados, esto por su puesto a un determinado precio y tomando ventaja de la ignorancia de la gente.
Uno de sus principales promotores fue Juan Tetzel, nacido en Leipzig, y fraile de la Orden de los Dominicos, de no buena
reputación por haber sido descubierto en adulterio y vida lujuriosa. Este, haciendo uso de sus grandes habilidades en la
ponencia convencía a las masas acerca de comprar las indulgencias las cuales podían comprar su salvación y perdonar
cualquier pecado presente, pasado o futuro sin necesidad de arrepentimiento, y aun podían comprar una indulgencia para
sacar las almas de sus parientes muertos del infierno. Aquí uno de sus desvergonzados discursos: “Las indulgencias son la
dádiva más preciosa y más sublime de Dios. Esta cruz (mostrando la cruz roja) tiene tanta eficacia como la misma cruz de
Jesucristo. Venid, oyentes, y yo os daré bulas, por las cuales se os perdonarán hasta los mismos pecados que tuvieseis
intención de cometer en lo futuro. Yo no cambiaría, por cierto, mis privilegios por los que tiene San Pedro en el cielo;
porque yo he salvado más almas con mis indulgencias que el apóstol con sus discursos. No hay pecado, por grande que sea,
que la indulgencia no pueda perdonar; y aun si alguno (lo que es imposible, sin duda) hubiese violado a la Santísima Virgen
María, madre de Dios, que pague, que pague bien nada más, y se le perdonará la violación. Ni aún el arrepentimiento es
necesario. Pero hay más; las indulgencias no solo salvan a los vivos, sino también a los muertos. Sacerdote, noble,
mercader, mujer, muchacha, mozo, escuchad a vuestros parientes y amigos difuntos, que os gritan del fondo del abismo:
¡Estamos sufriendo un horrible martirio! Una limosnita nos libraría de él; vosotros podéis y no queréis darla”. No cabe
duda que este cinismo con el cual comercializaba los dones de Dios era digno de condenar, pero la gente ignorante de lo que
las Escrituras testificaban corría para adquirir tales indulgencias. Tetzel decía que en el mismo instante en que la pieza de
moneda resonaba en el fondo de la caja, el alma del pariente salía del purgatorio. Tetzel también añadía a su infernal
discurso: “¿Sabéis por qué nuestro señor, el Papa, distribuye una gracia tan preciosa? Es porque se trata de reedificar la
iglesia destruida de San Pedro y San Pablo, de tal modo que no tenga igual en el mundo. Esta iglesia encierra los cuerpos de
los santos apóstoles Pedro y Pablo y los de una multitud de mártires. Estos santos cuerpos, en el estado actual del edificio,
son, ¡ay!, Continuamente mojados, ensuciados, profanados y corrompidos por la lluvia, por el granizo. ¡Ah!, estos restos
sagrados, ¿quedarán por más tiempo en el lodo y en el oprobio?”.

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