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INICIOS DE LA LABOR MISIONERA

“Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio…”

Hechos 8:4

N

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a vimos como la persecución que se desato en Jerusalén obligo a los creyentes a huir a otras tierras de Judea
y Samaria, comenzando así la evangelización en todo el mundo. Es interesante ver como Jesús se los
profetizo cuando dijo: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, (Hechos 1:8), obviamente el poder
había llegado a la vida de la iglesia a través del bautismo del Espíritu Santo, y a partir de allí comenzaron a testificar en
Jerusalén pese a las amenazas de los judíos, pero era tiempo para comenzar a propagar el mensaje por Judea, en Samaria y
hasta lo último de la tierra. Como Hechos 8:1 dice, los apóstoles decidieron quedarse en Jerusalén, para cuidar de la obra, de
tal manera que sirvió como sede de donde saldrían las primeras misiones alrededor del mundo. Las primeras regiones en
visitar fueron Judea y Samaria, y en esta última, se nos narra la increíble labor evangelistas de Felipe realizo.
La iglesia en Samaria.
“Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad
de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo
las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos
paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad”.

Hechos 8:4-8
Es increíble el movimiento evangelizador que esta persecución despertó. El diablo pensaba que a través de sus
amenazas y la muerte de Esteban callaría a los demás discípulos, pero lejos de eso solo provoco que la iglesia se dispersara
por todas partes anunciando el evangelio y multiplicándola más de lo que ya estaba. Uno de estos discípulos que huyo de
Jerusalén fue Felipe, el cual descendió a la ciudad de Samaria y allí se enfocó a predicar a Cristo. Es interesante el énfasis que
Lucas hace al hablar del tipo de mensaje de Felipe: les predicaba a Cristo. Su mensaje no era muy profundo, tampoco se
preocupaba por cuestiones de teología muy avanzadas, simplemente se dedicó a predicarles el plan de salvación a través de
Jesucristo: Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Es
importante también que este mensaje estaba acompañado de señales, o milagros que confirmaban las palabras del evangelista:
Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran
sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad. Así, entre la predicación y las señales, la iglesia comenzó a ganar más
almas para Cristo, ahora no solo judíos habían creído, sino también los samaritanos.
La iglesia Gentil.
“Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se
derramase el don del Espíritu Santo”.

Hechos 10:45
Lo inesperado estaba por pasar, los gentiles también alcanzarían el don de la salvación y formarían parte de la iglesia
del Señor. Para los creyentes judíos del primer siglo el cristianismo no les parecía algo diferente al judaísmo que por años
habían practicado, al contrario, consideraban su nueva fe como la culminación del mismo, a tal punto que siguieron
cumpliendo con las tradiciones como la circuncisión, guardar el sábado, no comer animales inmundos, no entrar en la casa de
un gentil, etc. Por ello Dios está a punto de tratar con Pedro, el apóstol que ayudaría a iniciar esta iglesia. Se nos dice que en
cierta ocasión Pedro se preparaba para orar en un aposento alto cuando tuvo una visión que lo prepararía para lo que venía:
“Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de
la hora sexta. Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; y vio el cielo
abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual
había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come”,
(Hechos 10:9-13). Prácticamente lo que Dios le mostro a Pedro en su visión fue un número de cuadrúpedos terrestres y
reptiles que en el judaísmo eran considerados inmundos, y le pidió que los matara y comiera. Pedro contesto de acuerdo a sus
creencias: “Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”, (Hechos 10:14). En
sus palabras detectamos su fuerte arraigo a las tradiciones judías, y esto hubiera sido un impedimento para que Pedro entrase
a la casa de un gentil a predicarle el evangelio; sin embargo, el Señor estaba a punto de enseñarle que ya estas costumbres no
encajaban en la nueva dispensación de la gracia: “Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú
común… Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los
hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta”,
Y

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(Hechos 10:15,17). Antes de que todo esto aconteciera, Dios había enviado un ángel a Cornelio, un gentil, para que enviara
por Pedro quien le presentaría el mensaje del evangelio: “Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la
compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba
a Dios siempre. Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él
estaba, y le decía: Cornelio. El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus
limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene
por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es
necesario que hagas”, (Hechos 10:1-6). Fue así que Cornelio envió tras hombres a buscar a Pedro, y el Espíritu Santo
trabajo en Pedro para prepararlo para que les predicara sin ningún prejuicio a los gentiles: “Ido el ángel que hablaba con
Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; a los cuales envió a Jope, después de
haberles contado todo… Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan.
Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado”, (Hechos 10:7-8, 19-20). Así, el apóstol
Pedro predico a Cornelio, su familia y amigos, y éstos creyeron al evangelio y se convirtieron (Hechos 10:27-43), y no solo
eso, sino fueron bautizados con el Espíritu Santo porque los oyeron hablar en otras lenguas, y esto sorprendió a los judíos
porque no se imaginaban que esta promesa también fuera para los gentiles: “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el
Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se
quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban
en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean
bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?”, (Hechos 10:44-47). Así los primeros creyentes
gentiles se agregaban a la iglesia del Señor.
Es interesante pensar en el papel que Pedro jugo en la fundación de la iglesia primitiva. Fue él quien les predico por
primera vez a los judíos, de los cuales creyeron como 3,000, iniciando así la iglesia judía (Hechos 2:1-42). Posteriormente, el
mismo apóstol Pedro fue a la casa de Cornelio y les predico el mensaje del evangelio, a él, a su familia y amigos, los cuales
creyeron y se convirtieron, naciendo así la iglesia gentil. Debido a esto, se cree que es el cumplimiento de aquella profecía
que Jesús le dio a Pedro que él tendría las llaves del reino de los cielos: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta
roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos;
y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”,
(Mateo 16:18-19). Fue Pedro quien quito la llave a las puertas que separaban a los judíos y gentiles del reino de Dios, y así
iniciaron ambas iglesias, sin embargo, con el tiempo habrían otros que comenzarían con su obra, tanto en Jerusalén, como la
gentil, estos fueron Santiago, el hermano de Jesús, y Pablo.
La iglesia en Antioquía.
“Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta
Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de
Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del
Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor”.

Hechos 11:19-21
El libro de los Hechos hace referencia a otro acontecimiento clave en la historia de la iglesia y que marcaría un
centro de misiones en el futuro de donde se expandiría la iglesia alrededor del mundo. Debido a que los creyentes judíos
fueron esparcidos por todas partes debido a la persecución que en Jerusalén se había desatado y que inicio con la muerte de
Esteban , algunos de ellos llegaron a Antioquia donde comenzaron testificándoles a los judíos de allí, pero no tardo mucho
tiempos antes que los gentiles oyeran el evangelio y creyeran. Realmente se trataba de Antioquia de Siria, una de 16
Antioquía que Seleuco fundo (como Antioquía de Pisidia, en Galacia). Fue considerada como la tercer capital del Imperio
Romano, y allí comenzó a nacer una nueva comunidad que confesaba su fe en Cristo, y tanto fue su influencia que allí fue
cuando se les comenzó a llamar por primera vez cristianos: “Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a
mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”, (Hechos 11:26). Su influencia no solo
fue tan grande que determino el nombre con el cual seriamos llamado los creyente durante siglos, sino que su fama llego
hasta la misma iglesia de Jerusalén y decidieron enviar a Bernabé para inspeccionar su fe, quien se impresiono tanto que
decidió quedarse allí y llevar a un recién convertido llamado Saulo de Tarso, quien se convertiría en el apóstol Pablo: “Llegó
la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este,
cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al
Señor. Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. Después fue

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Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía”, (Hechos 11:21-25). Además de esto la actividad
del Espíritu Santo en esta región fue tal, y Dios la utilizo para ayudar incluso a los creyentes de Jerusalén: “En aquellos días
unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el
Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los
discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual
en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo”, (Hechos 11:27-30). Fue aquí también,
donde Pablo y Bernabé recibieron el llamamiento del Espíritu Santo para el ministerio de apóstol, los cuales, teniendo su
cede en Antioquia, iniciarían con una serie de viajes misioneros alrededor del mundo antiguo: “Había entonces en la iglesia
que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se
había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las
manos y los despidieron”, (Hechos 13:1-3).

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