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La Bula Papal.
Después de la controversia el Dr. Eck marcho con mucho enojo a Roma para acusar a Lutero de herejía y tuvo éxito
ya que el 15 de Junio de 1520 logro que le fuese dada una bula papal de excomunión de la iglesia romana a la cual Lutero
llamo «la execrable bula del anticristo». Esta bula condenaba 41 sentencias o conclusiones de Lutero, así como sus libros, y
le lanzaba de la comunión de la Iglesia, si no se retractaba en el término de sesenta días. De igual forma todo el que aceptase
la doctrina de Lutero, quedaba expuesto a ser excomulgado y a sufrir la perdida de toda su dignidad y oficios. Cuando Eck
recibió la bula papal se sintió tan alegre que él mismo se dirigió a Alemania para dar la noticia a Lutero, no obstante, la bula
no tuvo el efecto deseado, ya que el pueblo alemán solo lo vio como un acto de venganza del Dr. Eck y hasta en Leipzing, le
enviaron cartas llenas de amenazas, y se burlaron de él de todas maneras. En Erfurt la bula fue hecha pedazos por multitud de
estudiantes y echada después al agua; y en otras muchas partes ni siquiera fue publicada. Muchos de los amigos de Lutero le
advirtieron en el peligro que estaba su vida, sin embargo, el monje agustino solo se aferró a Dios y desafío al mismo papa a
un concilio cristiano universal: “En atención a que el poder general de la iglesia cristiana es superior al del Papa, sobre
todo en lo concerniente a la fe; En atención a que el poder del Papa no es superior, sino inferior a la Escritura, y que él no

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tiene derecho para degollar los corderos de Cristo y abandonarlos al lobo; Yo, Martín Lutero, agustino, doctor en Sagrada
Escritura en Wittemberg, apelo por este escrito por mí y por los que están o estarán conmigo, del santísimo Papa León, a un
concilio universal y cristiano. Y apelo del dicho Papa León, primeramente, como de un juez inicuo, temerario, tirano, que me
condena sin oírme y sin exhibir los motivos. Segundo, como de un hereje, condenado por la Sagrada Escritura, que me
ordena negar que la fe cristiana sea necesaria para la recepción de los sacramentos. Tercero, como de un adversario y un
tirano de la Sagrada Escritura, que osa oponer sus propias palabras a las palabras de Dios. Cuarto, como de un
menospreciador de la santa Iglesia cristiana y de un concilio libre, y que pretende que un concilio no es nada en sí mismo”.
Estas palabras fueron escritas y enviadas no solo a Roma sino a muchas cortes cristianas. Los sesenta días pasaron y Lutero
no se retractó. Por el contrario, quemó la bula, junto con todo el derecho canónico, que era la ley que gobernaba a toda la
Iglesia desde el principio de la historia de la Iglesia Católica Romana. Algunos historiadores dicen que esta fogata, más que
cualquiera de las 95 Tesis, fue la que inició la Reforma. Robert Liardon nos comenta respecto a este evento: “La quema
estaba programada para la mañana del 10 de diciembre. Lutero hasta publicó una invitación que decía: «Todos los
adherentes a la verdad del Evangelio, haceos presentes a las nueve en punto en la Capilla de la Santa Cruz, fuera de los
muros, donde los impiadosos libros de la ley papal y teología escolástica serán quemados a la antigua usanza apostólica».
Llegó gente de toda la universidad, profesores y estudiantes. Primero, fueron arrojados a las llamas los volúmenes del
derecho canónico. No era un asunto de menor importancia, ya que el derecho canónico era para el mundo occidental lo que
el Talmud es para el judaísmo o el Corán para el Islam. Era el libro de la ley del cristianismo latino, investido de autoridad
religiosa. Según la creencia de la época, el derecho canónico era lo mismo 37 que los mandamientos de Dios. Después que
se consumió el derecho canónico, Lutero se acercó a las llamas y arrojó la bula con estas palabras: “¡Por haber hecho caer
la verdad de 38 Dios, quiera hoy el Señor hacerte caer en este fuego!” y comentó luego: “Ya que ellos han quemado mis
libros, yo quemo los suyos”. Con esto, regresó a la ciudad con los demás profesores”. Al Siguiente día Lutero reunió a su
clase con aproximadamente 400 estudiantes los cuales escucharon el discurso solemne que dio donde les hacía ver la
necesidad que existía de contender ardientemente por la verdadera fe y tomar la decisión de pagar el precio del martirio por la
causa de la verdad o ir al infierno por toda una eternidad. En esta ocasión Lutero dirigió las siguientes palabras: “La Iglesia
necesita una reforma. Sin embargo, esta reforma no es asunto del Papa solamente, o de los cardenales…. Es, en cambio,
asunto de todo el mundo cristiano o, mejor dicho, de Dios. Cuándo llegará, solo Él lo sabe. Mientras tanto, nuestra tarea es
exponer las condiciones notablemente malignas… No deseo combatir por el Evangelio con fuerza y matanza. El mundo es
vencido por la Palabra; la iglesia ha sido preservada hasta ahora, y será reformada también, por la Palabra… No es nuestra
obra la que se desarrolla ahora en el mundo, porque el hombre por sí solo no podría siquiera comenzar a hacerlo. Es otro
quien hace girar la rueda, uno a quien los papistas no ven; por lo tanto, nos culpan a nosotros”.

Lutero quema la bula papal

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Después de todo esto la vida de Lutero cambio extraordinariamente a tal punto que gozo de una libertad y comunión
con Dios como nunca pensó hacerlo. Se dedicó a la predicación, enseñanza y escribió mucha literatura. Escribió toda una
serie de pequeños libritos devocionales, otra sobre las siete peticiones del Padre nuestro y varios sermones sobre la
preparación para la muerte, el arrepentimiento, el bautismo y la Cena del Señor. También produjo estudios sobre el Libro de
los Salmos y un comentario sobre Gálatas. Entre las obras de Lutero que más destacaron tenemos la obra titulada “A la
nobleza alemana acerca del mejoramiento del estado cristiano”, la cual hacía referencia a que todo hombre bautizado es
sacerdote delante de Dios, que no hay delante de Dios preferencias alguna de un hombre respecto a otro, que no son los
santos los mediadores entre Dios u el hombre y que todo cristiano puede proclamar la palabra de Dios. Otra de las obras
destacadas de Lutero fue la titulada: “La cautividad babilónica de la Iglesia” donde ataca directamente la idolatría de Roma
hacia sus sacramentos diciendo que no son estos los que salvan al hombre sino solo la fe. También publico la obra titulada:
“La libertad cristiana” donde hacía ver que cualquier obra que se realizaba si no manaba de un corazón con fe era
completamente vana. Así a través de sus escritos, la predicación y enseñanza Lutero influyo en Alemania y otras naciones
cercanas.
La Dieta de Worms.
Después de cierto tiempo Lutero influyo en el pensamiento no solo de Alemania sino de toda Europa, las multitudes
estaban divididas, mientras que unos apoyaban a Lutero, otros continuaban fieles a la Iglesia Católica, y otros estaban
confundidos, y esto a su vez genero muchos enemigos de Lutero entre los cuales estaba el rey Enrique VIII de Inglaterra.
Debido a esto se hizo un segundo intento de silenciar a Lutero y para ello se realizó un segundo debate en la reunión anual de
una corte secular de jueces, llamada «dieta», en la ciudad de Wonns de Alemania. Era el año 1521, y Lutero fue convocado
para responder por sus escritos. El emperador presidía la reunión. Federico esperaba que este tribunal le otorgara su favor a
Lutero, ya que era este emperador el que consideraba ilegal acusar a un hombre de hereje sin escucharlo primero. Lutero
estaba feliz por la oportunidad de explicar su posición, pero pronto descubrió que sucedía lo mismo que con Cayetano.

La dieta de Worms

Confiando en Dios y en contra de los consejos de sus amigos que le decían que no fuera por miedo a su vida, Lutero
inicia su camino hacia Worms el 2 de Abril de 1521 en compañía de sus amigos, y fue durante este viaje que entono su
cantico Castillo Fuerte el cual se ha convertido en un himno tradicional de la iglesia cristiana y que dice así: “Castillo fuerte
es nuestro Dios, defensa y buen escudo. Con su poder nos librará en este trance agudo. Con furia y con afán, acósanos
Satán: por armas deja ver astucia y gran poder, cual él no hay en la tierra. Nuestro valor es nada aquí con él todo es
perdido; mas por nosotros pugnará de Dios el Escogido. ¿Sabéis quién es? Jesús, el que venció en la cruz, Señor de
Sabaoth; y pues El solo es Dios, El triunfa en la batalla. Aun si están demonios mil prontos a devorarnos, no temeremos,
porque Dios sabrá aún prosperarnos; que muestre su vigor Satán, y su furor dañarnos no podrá, pues condenado es ya por
la Palabra Santa. Sin destruirla dejarán, aun mal de su grado, esta Palabra del Señor; El lucha a nuestro lado. Que lleven
con furor los bienes, vida, honor, los hijos, la mujer; todo ha de perecer; de Dios el reino queda”. Durante su camino
muchas personas se acercaban gozosas de conocer al fraile que desafiaba a Roma y cuando finalmente llego se preparó para

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el día de la audiencia y entrando a aquel lugar se vio rodeado de una impresionante cantidad de personas, entre ellas estaba el
emperador Carlos V y su hermano Fernando; ante seis electores, veintiocho duques, once marqueses, treinta obispos, otros
doscientos príncipes y señores y más de cinco mil concurrentes, sin contar los que estaban en la antesala y los que miraban
por las ventanas. Nunca se había encontrado en presencia de tanta magnificencia y poder, pero no temblaba. Robert Liardon
nos narra lo que paso allí: “El emperador, Carlos V de España, no estaba, realmente, interesado en gastar energía en
Lutero, así que la reunión fue breve y precisa. Señalando una pila de libros que había sobre una mesa, le preguntaron a
Lutero si era autor de esos libros y si deseaba retractarse de algo de lo contenido en ellos. El tribunal esperó la respuesta de
Lutero como si este debiera responder rápidamente para poder pasar a otro tema. Lutero, intentando que no terminara todo
allí, rogó más tiempo: «Esto se trata de Dios y su Palabra. Esto afecta la salvación de las almas… Os ruego, dadme más
tiempo». Se le dio un día más. Pasó toda la noche meditando sobre la pregunta, pero en realidad se decidió mucho tiempo
antes. Al día siguiente compareció ante el tribunal. Un miembro de este le preguntó: «Debéis dar una respuesta simple, clara
y apropiada… ¿Os retractáis, o no?» A esto, Lutero respondió: Si no se me convence mediante el testimonio de la Sagrada
Escritura o de la razón evidente… No puedo ni quiero retractarme de nada, pues obrar contra mi conciencia no es justo ni
seguro. Dios me ampare. Amén”. Ante tales palabras la asamblea permanecía atónita; era extraordinaria la impresión que
Lutero produjo en este día por su santo valor para confesar su fe ante toda la Dieta del imperio. Muchos príncipes no podían
ocultar su admiración; volviendo el emperador de su primera impresión, exclamó en alta voz: El fraile habla con un corazón
intrépido, y con indomable valor. Se había ganado muchas voluntades hasta entre los príncipes, aunque no se atrevían a
confesarlo públicamente. El elector Federico estaba lleno de gozo con la conducta de su fraile Martín, que había hecho una
confesión tan valiente y noble ante el emperador y los príncipes: y por la noche dijo a Spalatin: ¡Oh, qué bien y valientemente
ha hablado hoy el padre Martín ante el emperador y los Estados del imperio! ¡Sólo que es demasiado atrevido! El duque Eric
de Brunswick, aunque entonces partidario de Roma, le envió un jarro de plata lleno de cerveza de Eimbeck, para que se
refrigerase; y Lutero le mandó a decir, dándole las gracias: Así como el duque Eric se ha acordado hoy de mí, nuestro Señor
Jesucristo se acuerde de él en su última hora. Estas palabras consolaron al piadoso duque en su lecho de muerte, recordando
las de Cristo: Cualquiera que os diere a beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no
perderá su galardón. (Marcos 9, 41). Finalmente, partió de Worms el 26 de Abril habiendo ganado una batalla más.

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