Cómo Identificar A Los Falsos Maestros, Profetas Y Pastores.

Cómo Identificar A Los Falsos Maestros, Profetas Y Pastores.

Bendiciones gracias por seguir nuestros estudios.

Este tema es de mucha importancia y lo veremos a la luz de la biblia.

Cómo identificar a los falsos maestros, profetas y pastores

Desde las más tempranas edades, los seguidores del Dios vivo y verdadero han tenido que luchar contra los falsos profetas, maestros y pastores. La seria instrucción negativa y la severidad espiritual causadas por estos “ciegos guías de ciegos”, (como los llamó Jesús), es que todos terminan cayendo “en el hoyo” (la condenación eterna).

El escritor bíblico que más comentarios hace acerca de los falsos guías religiosos es Jeremías. Les comparto, pues, un estudio de sus comentarios; para familiarizarnos con lo que los falsos religiosos dicen, hacen y cómo destruyen.

Podremos ver las similitudes con los modernos profetas, maestros y pastores falsos que hoy día igualmente trastornan la vida espiritual de los creyentes y tuercen las verdades de Dios, llevando a las multitudes al error.

Veremos que a través de sus escritos, Jeremías dedica unos ochenta versículos para condenarlos. Para nuestro estudio tomaremos las citas principales, y las analizaremos para conocer mucho mejor a estos perniciosos y falsos guías religiosos. Conociendo sus tácticas podremos con más facilidad identificar a los falsos profetas, maestros y pastores que hoy confunden, ciegan y destruyen espiritualmente al pueblo de Dios.

(Jeremías 2:8) “Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha”.

Jeremías identifica a sacerdotes, pastores y profetas que habían traicionado su llamamiento.

Dios había asignado a estos tres grupos de líderes religiosos la tarea de revelar sus verdades y mandamientos. (Deuteronomio 33:10 “Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel; Pondrán el incienso delante de ti, y el holocausto sobre tu altar”. (Malaquías 2:7-8) “Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos. Mas vosotros os habéis apartado del camino; habéis hecho tropezar a muchos en la ley; habéis corrompido el pacto de Levi, dice Jehová de los ejércitos”. Sin embargo, entre los fieles, se levantaron falsos imitadores que pretendían ser los mensajeros de Dios.

En los días de Jeremías los “maestros”, es decir los levitas (los que habían sido llamados por Dios específicamente para enseñar su ley), ahora actuaban como si esa ley no existiera, e ignorándola, enseñaban lo que más les hacía aceptados y populares. Los “pastores” (estos no solo representaban a los líderes del templo sino también a los dirigentes políticos) se rebelaron contra mí, dice el Señor. Esos falsos líderes no querían relacionarse con el verdadero Dios ni con Sus verdades. Solo buscaban los beneficios que acompañan a aquellos que en verdad sirven a Dios.

Pretendían ser de Dios, pero realmente eran unos mentirosos, lobos vestidos de ovejas. Se parecían a los liberales religiosos de nuestros días que piadosamente se declaran mensajeros de Dios, aunque niegan la veracidad de la Biblia, la eficacia de Jesucristo, y abiertamente apoyan los pecados que la Biblia condena.

Por su parte los “profetas” en los días de Jeremías (esta representa la tercera agrupación llamada por Dios para proclamar su mensaje) actuaban como aquellos que no conocen a Dios. Jeremías los acusa de profetizar “en nombre de Baal”. Baal significa “sin valor”, o “sin provecho”. Al parecer, Jeremías hace un juego de palabras, señalando que los falsos profetas profetizan lo que no aprovecha. Es decir, sus mensajes no tienen contenido, son vacíos, sin respaldo bíblico.

¡Qué parecido a nuestros días! Ponen a un lado la Palabra de Dios y la sustituyen con visiones y mensajes propios, huecos, sin sustancia y sin provecho.

Jeremías 5:30-31 “Cosa espantosa y fea es hecha en la tierra; los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos; y mi pueblo así lo quiso. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin?” El profeta Jeremías, viendo la funesta conducta inmoral del pueblo, señala como culpables a los falsos maestros. Predicar, enseñar y profetizar mentira engendra una conducta “espantosa”.

Veamos los pasos producidos por el error: Aquellos que debieran haber enseñado la verdad para formar un pueblo recto y moral habían traicionado su deber, convirtiéndose en los que con sus mentiras respaldaban cosas espantosas y feas en la tierra. Los más culpables eran los profetas. En lugar de denunciar el pecado para llevar al pueblo al arrepentimiento, lo que hacían era predecir prosperidad, salud y bienestar.

El pueblo, hipnotizado por sus promesas falsas, tranquilamente continuaba pecando y alejándose de Dios. Por su parte, los sacerdotes (pastores) flojamente dirigían por manos de ellos (por su propia autoridad) en lugar de seguir los principios dados por Dios en Su Sagrada Palabra. Adormecido espiritualmente, el pueblo no solo aceptaba su estado, así lo quiso. Le gustaba la prédica de profetas y pastores indulgentes que ni hacían demandas ni denunciaban el pecado.

Jeremías, al contrario, se quedaba asombrado: ¿Qué, pues, haréis cuando llegue el fin? Un día cada persona tendría que sufrir las consecuencias de esta indiferencia espiritual. ¡Cuán grande sería el juicio que les esperaba!

Jeremías 6:13-14 “Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores. Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz”. Jeremías se queja porque en vez de buscar a Dios, todo el mundo codicia lo material. Los sacerdotes y profetas, a causa de sus enseñanzas falsas, tenían la culpa. Todo el pueblo, desde el más chico de ellos hasta el más grande, seguía el ejemplo de esos maestros espirituales falsos, todos buscaban las cosas de esta tierra en lugar de buscar lo eterno. Los líderes espirituales, desde el profeta hasta el sacerdote, falsa y engañosamente enseñaban a la gente a vivir para el ahora. Dios, la eternidad y lo espiritual eran puestos a un lado. Todos buscaban dinero.

Curan la herida de mi pueblo con liviandad, es decir, los anhelos más profundos del corazón eran apagados por mensajes y palabras insignificantes y vacías de los profetas, maestros y pastores. En medio de la turbulencia e inseguridad política en que vivían, el mensaje engañador de los maestros espirituales era paz, paz; y no había paz.

Tan endurecidos estaban a cuenta de sus pecados que no estaban dispuestos a recibir la verdad ni responder a ella. En 8:10-11 Jeremías repite el mismo mensaje.

Busque: Jeremías 14:13-15

Acerca de estos profetas, pastores y maestros Dios declara: No los envié, ni les mandé, ni les hablé. Tenemos que recordar que se levantan hombres que pretenden enseñar y profetizar en nombre de Dios, pero en verdad están lejos de Él. Ni parte ni suerte tenía Dios con ellos. Jeremías, el verdadero profeta de Dios, tiene preocupación por las profecías hechas por los falsos mensajeros: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí que los profetas les dicen: No veréis espada, ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera. El mensaje de Jeremías era uno de arrepentimiento, el de ellos era de tranquilidad. ¿Cuál era el mensaje verdadero? Dios responde: Falsamente profetizan los profetas en  mi nombre; no los envié, ni les mandé, ni les hablé; visión mentirosa, adivinación, vanidad y engaño de su corazón os profetizan. Claramente enseña que en el pueblo se levantan pretendientes religiosos que se han auto nombrado, auto  inspirado y auto enseñado.

Todos pretenden hablar en el nombre de Dios, pero son impostores. El mensaje de ellos se caracteriza por cuatro cosas: Visión mentirosa, adivinación, vanidad, y engaño.

La base de su proclamación no es la Biblia, es inventada por la mente de ellos mismos (véase 2 Timoteo 4:3-4). El verdadero profeta de Dios llama al pueblo a regresar a Dios (no es un mensaje que da falsa tranquilidad y esperanza). Ellos denuncian el pecado y piden reconciliación con Dios, por lo tanto no son populares. Terrible es el juicio divino que le espera a todos los profetas falsos. No hay pecado más terrible de aquel que escoge ser impostor. Falsificar el nombre de Dios, y engañar al pueblo es horriblemente pecaminoso.

Busque: Jeremías 23:9-15

Dos cosas dejan a Jeremías atónito: La terrible ruina espiritual creada por los falsos profetas, y el terrible juicio que ahora vendría sobre el pueblo y ellos. En estos textos se nos da un vistazo al corazón de Jeremías.

Como siervo fiel de Dios, viendo lo enorme de las ofensas contra Dios cometidas por el pueblo, y comprendiendo que esto era el resultado del engaño de los líderes falsos, y conociendo el carácter verdadero de Dios, ahora contempla el juicio terrible que Dios le revela está a punto de caer sobre todos (No olvidemos que es su pueblo amado y es su nación). La realidad de ese juicio le deja con corazón quebrantado y sus huesos temblando (Démonos cuenta que aunque el siervo fiel de Dios condena el pecado e invita al arrepentimiento, él no se deleita en el castigo divino. Al contrario, esa realidad es lo que le motiva a trabajar y advertir al pueblo). Encima de eso porque también es profeta, considera el severo juicio que le espera a los falsos profetas, maestros y pastores, lo que le deja atónito, como un ebrio, y como hombre a quien dominó el vino. El juicio divino nunca alegra; por su realidad deja a los fieles siervos de Dios estupefactos. El verdadero siervo de Dios sufre al ver a su pueblo entregarse al pecado y al escuchar a los líderes (profetas, maestros, y pastores) predicar falsedad. Sabe que por repudiar a Dios y representarlo mal, les espera un terrible y justo juicio. Empleando este pasaje que estudiamos, el comentarista Charles L. Feinberg, hace un resumen del carácter inmoral de los falsos maestros (véanse a Isaías 28:7-13; Ezequiel 13:1-16; Miqueas 3:5-12):

1. Usan el nombre de Dios sin autorización.

2. Manifiestan no solo el adulterio, sino todo tipo de inmoralidad.

3. En sus consejos animan al pecado.

4. Propagan falsas esperanzas ante sus seguidores.

5. La fuente de su predicación no es Dios, sino su propia mente o lo dicho por otros mensajeros falsos.

6. No son ni llamados ni enviados por Dios.

Por animar la idolatría, por vivir en inmoralidad, por su indiferencia a lo justo, por su tolerancia del pecado, y por sus palabras engañosas todos los líderes falsos son culpables de endurecer los corazones del pueblo. Así que ante los ojos de Dios todo el pueblo se convierte en uno pecaminoso como Sodoma, y sus moradores como Gomorra. Por haber envenenado los manantiales espirituales del pueblo, los líderes espirituales, en particular, son los más culpables y los merecedores del mayor castigo. El Señor declara: He aquí que yo les hago comer ajenjos, y les haré beber agua de hiel; porque de los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra.

Busque: Jeremías 23:16-24; 25-32

En este pasaje Jeremías revela las tácticas sutiles usadas por los falsos profetas para ganarse al pueblo. También declara el juicio divino que les espera. Declara que si hubieran hablado realmente en el nombre de Dios, habrían advertido al pueblo y lo hubieran llevado al arrepentimiento. Primero miremos las tácticas sutiles usadas por los falsos profetas para atraer y luego captar la atención y lealtad del pueblo:

A. Hacen atractivas promesas que luego no pueden cumplir: Os alimentan con vanas esperanzas.

B. Inventan visiones pretendiendo que vienen de Dios: Hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová.

C. Declaran que lo que dicen viene directamente de Dios: Dicen atrevidamente… ”Jehová dijo”.

D. Se apoyan falsamente en sus sueños: Profetizan mentira en mi nombre, diciendo: Soñé, soñé.

E. Se roban el uno del otro las manifestaciones que producen éxito: Hurtan mis palabras cada uno de su más cercano.

F. Hablan con gracia lo que el pueblo quiere escuchar: He aquí que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas.

El problema con toda esta pretendida profecía y espiritualidad es que es de origen humano, no viene de Dios. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo? dice Jehová. Al no tener el respaldo divino, finalmente fracasará. Pero, ¿qué de los que se han confiado y seguido a toda esa mentira? Cuando se estudia lo dicho por los falsos profetas claramente se ve que contradicen por completos lo que verdaderamente enseña la Palabra de Dios. Los verdaderos profetas de Dios anuncian la venida de un terrible juicio: He aquí que la tempestad de Jehová saldrá con furor; y la tempestad que está preparada caerá sobre la cabeza de los malos. Los falsos profetas por su parte declaran lo opuesto: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros.

Dios, en cambio, oyendo sus mentiras, dice: ¿quién [de ellos] estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a su palabra, y la oyó? Los falsos profetas están tan entretenidos y satisfechos en sus inventos que no tienen tiempo para Dios, ni le dan importancia a Su Palabra. No lo buscan. No lo escuchan. No lo siguen. Dios, por lo tanto, los declara falsos e indignos de llevar su nombre: He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová.

Busque: Jeremías 26:7-11; 12-15

En este pasaje se explica la manera en que el pueblo y los falsos profetas, maestros y pastores reaccionan ante la verdad dada por Dios y predicada por Jeremías. No solo la rechazan, pero procuran matar a Jeremías quien era el verdadero vocero de Dios. Nos interesa notar que el pueblo, junto a sus líderes religiosos, escucharon atentamente lo dicho por Jeremías, pero luego vino la reacción: Los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás. Claramente ellos creían que el “falso” profeta era Jeremías. Es fascinante observar la manera en que la versión Septuaginta clasifica a estos falsos acusadores (nos referimos a la traducción de la Biblia del hebreo al latín que comúnmente es designada como la versión de los “LXX”, por el hecho de que fueron 70 traductores en Alejandría —entre los años 275-100 a.C.— los que hicieron esta traducción). En esta Biblia los falsos maestros son llamados “seudo-profetas”, claramente estableciendo que ellos eran los falsos y pretenciosos entes religiosos.

Se nota a la vez la rabia con que esos llamados religiosos tratan al verdadero mensajero de Dios. No lo reconocen como el profeta legítimo. Rechazan su mensaje. No lo toleran. ¡Lo quieren ver muerto como si él fuera el hereje! (Deuteronomio 18:20). Preguntan: ¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: Esta casa [el templo] será como Silo, y esta ciudad [Jerusalén] será asolada hasta no quedar morador? Rechazan este mensaje verdadero, prefiriendo creer en sus inventadas mentiras. Aunque Nabucodonosor estaba por invadir a la ciudad y saquear el templo, ellos declaraban: “Dios nunca destruirá a Jerusalén ni a Israel su pueblo amado”. Adicionalmente, vemos que cuando los oficiales oyen del tumulto e interfieren para proteger a Jeremías, los seudo-profetas dicen: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad. Al omitir la condenación que Jeremías había hecho del “templo”, estos malintencionados procuraron convertir la acusación en un asunto político: “¡Jeremías es un traidor; está contra la patria!” Con increíble audacia Jeremías defiende sus proclamaciones. No acortó su mensaje. No lo cambió. No lo suavizó.

Aunque le llevara a la muerte, este era el mensaje que Dios le había pedido predicar. A su vez se ve el corazón del verdadero siervo de Dios —se preocupa por el destino eterno de los hombres, y sorpresivamente, les da otra oportunidad para arrepentirse: Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros. Lo que nos impresiona sobre todo es que en la hora de gran prueba Jeremías sigue predicando y se mantuvo fiel y fuerte.

Busque: Jeremías 37:15-21 y 38:6-13; 28.

Aquí está la muestra del trato que recibe Jeremías por su fidelidad a Dios. El mensaje divino para este mundo pecador no es placentero: Viene con denuncias, con condenaciones, con demandas, con advertencias de un terrible juicio, pero todo mezclado con la buena disposición de Dios para perdonar y abrazar a los que se arrepientan. En verdad, la historia de los profetas en la Biblia es una de rechazo y sufrimiento, con pocas excepciones. Consideremos lo que le pasó al mismo Jesucristo, y los dolores sufridos por sus discípulos, especialmente el apóstol Pablo (véase 2 Cor. 11:18-30). Los verdaderos profetas de Dios nunca fueron populares, ni vivieron en palacios rodeados de lujosos automóviles. En fin, ¿cuáles son los profetas que en verdad necesita el pueblo? Para nuestro bien eterno, busquemos y sigamos a aquellos mensajeros de Dios que fielmente y sin temor a las consecuencias personales declaran el mensaje incambiable del Dios eterno. Y a cada uno de mis amados consiervos, les reto a que por ningún motivo cambiemos nuestro mensaje y prácticas doctrinales por atractivas que se nos presenten las ofertas. Los falsos profetas, pastores y maestros de nuestros tiempos siguen predicando su evangelio de “prosperidad”. Lo que no dicen es que la prosperidad es la que ellos están teniendo de todos los incautos que les siguen. Es triste decirlo, pero muchas de nuestras queridas ovejas son engañadas y devoradas por estos lobos rapaces. Por otra parte, debo dar un grito de alerta: ¡Cuidémonos de no cambiar nuestro mensaje a este mundo tan necesitado de Dios y de arrepentimiento! El apóstol Pablo recordó con grandes palabras al pastor Timoteo, “…ten cuidado de ti mismo y de la doctrina que enseñas…” Mi oración es que cuando el Señor venga, nos halle haciendo así.

Bendiciones.

Autor: Manuel Vargas González

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