¿Está mal que mis padres y yo 

vayamos a iglesias diferentes?

Mientras los hijos son pequeños, lo habitual es concurrir a la iglesia como familia. Durante los años de crecimiento de los niños, la iglesia acompaña las distintas etapas, colaborando con los padres en la tarea de formación, de modo que los pequeños vayan madurando en la fe y en el conocimiento de Dios y de Su Palabra. Este proceso de maduración va preparando a los hijos para que, a su debido tiempo, lleguen a tener una relación con Dios que sea verdaderamente personal. Es decir que, sin dejar jamás de honrar a los padres, en el camino hacia la adultez nuestra relación con Dios se va haciendo gradualmente más personal, y la forma de relacionarnos con Él y con la iglesia adquiere sus propias características, que no serán necesariamente las mismas que las de nuestros padres.

 

Así como entre los seres humanos hay diversidad de personalidades, también entre las distintas congregaciones y denominaciones existe una enorme variedad. Hay iglesias mas «tranquilas», otras más «ruidosas»; unas con muchos adolescentes, otras con más personas mayores, algunas más antiguas, otras más jóvenes; algunas con música de órgano, otras con bajo y batería; algunas muy serias, otras más informales. Lo único importante es fijarse que la cabeza de la iglesia sea Jesús, y que tanto el culto como todas las actividades que se realicen sean para darle gloria a Él y para extender Su reino.

 

Ahora bien, a partir de la adolescencia, además de lo lindo de compartir la vida con nuestro grupo familiar, comenzamos a disfrutar de la relación con nuestros amigos, a realizar más actividades con ellos, y a conocer chicos y chicas de otras iglesias. Vamos a campamentos, nos invitan a sus eventos, y así empezamos a visitar otras congregaciones y comenzamos a descubrir la maravillosa diversidad que existe dentro del cuerpo de Cristo.

 

Cuando ya has llegado a tener tu propia relación con Dios, puede suceder que la «personalidad» de la iglesia en la cual creciste y en la cual se congregan tus padres, siga siendo el lugar ideal para que ellos se congreguen, pero no necesariamente el más adecuado para cubrir tus necesidades de recibir y tus posibilidades de dar conforme a tus dones. En estos casos suele desatarse una pequeña crisis familiar, porque no siempre es fácil para los padres acostumbrarse a los cambios propios del crecimiento de los hijos.

 

Puede ser que sufran, puede ser que se resistan un poco, pero yo te aseguro que lo más importante para los padres creyentes es que sus hijos no se aparten del camino del Señor. Entonces, si te encuentras en esta situación, deberías hablarlo con ellos en confianza, afirmándoles cuán agradecido estás de que te hayan criado en la iglesia y cuánto amas a esa congregación que tanto te ha bendecido. Luego explícales las razones por las cuales crees que en esta nueva etapa de tu vida podrías seguir creciendo más si te integras a otra congregación. Es muy importante que esta transición se lleve a cabo contando con la bendición de tus padres. Dales tiempo. Probablemente al principio estén tristes y confundidos por el cambio, pero sin duda los hará felices comprobar que cumplieron muy bien con su tarea de padres y que ya estás maduro para acercarte al Señor y servirlo por tu propia iniciativa.

 


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