¿Cuando cayó Satanás?

Satanás pecó cuando la soberbia se apoderó de él y ya no fue perfecto (Ezequiel 28:15– 17). ¿Cuándo fue esto? La Biblia no da una respuesta exacta tampoco, pero nuevamente las deducciones se pueden hacer con las Escrituras.

 

¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del

norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. (Isaías 14:12– 14).

 

Cuando él pecó, fue echado del cielo (Isaías 14:12). Esto debe haber sido después del día sexto de la semana de la creación porque Dios declara que todo era muy bueno (Génesis 1:31). De lo contrario, Dios habría declarado que la rebelión de Satanás era buena; sin embargo, en toda la Escritura, Dios absolutamente asevera que el pecado es detestable delante de Sus ojos.

 

Dios santificó el día séptimo. Parece poco probable que Dios hubiera santificado un día en el que se produjo una gran rebelión. En Génesis 1:28, Dios ordenó a Adán y Eva que se fructificaran y que se multiplicaran. Si hubieran esperado mucho tiempo para tener relaciones sexuales, habrían pecado contra Dios por no ser fructíferos. Por lo tanto, no podría haber sido mucho después del día séptimo que Satanás tentó a la mujer a través de la serpiente.

 

El Arzobispo Ussher, el gran erudito de la Biblia del siglo 17, coloca la caída de Satanás en el décimo día del primer año, que es el Día de la Expiación. El Día de la Expiación parece reflejar de vuelta al primer sacrificio cuando Dios hizo túnicas para Adán y Eva con pieles de animales (nesis 3:21). Puede ser que las generaciones venideras (de Abel a Noé a Abraham hasta los israelitas) siguieron este patrón de hacer sacrificios por los pecados en el Día de la Expiación.

 

En cualquier caso, la caída de Satanás probablemente habría tomado lugar un poco después de día séptimo. ¿Cómo pudo Satanás, que fue creado bueno, convertirse en un ser malo?

La respuesta a esta pregunta se adentra profundamente en el debate de “la soberanía de Dios frente a la responsabilidad del hombre” sobre el cual la Iglesia ha luchado durante mucho tiempo.

Por lo que podemos decir por medio del estudio de la Biblia, Satanás fue el primero en pecar. Él pecó antes de que la mujer pecara y antes de que Adán pecara. Algunos afirman que pecamos porque Satanás entra en nosotros y nos hace caer en pecado, pero la Biblia no enseña eso. Pecamos ya sea si Satanás entra en nosotros o no. Satanás estaba influyendo en la serpiente cuando la mujer pecó y cuando pecó Adán; ellos pecaron por su propia voluntad, sin poder decir, «Satanás me obligó a hacerlo.»

 

Pero, ¿qué causa este pecado inicial?; ¿por qué Satanás pecó en el primer lugar?

Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;

sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. (Santiago 1:13– 15).

 

La muerte es el castigo por el pecado. El pecado se origina en el propio deseo; nuestro propio deseo.  Santiago 1:14 da a entender que el mal viene de la voluntad de cada quien. Fue por el deseo propio de Satanás que su soberbia en su propia hermosura y habilidades se apoderaron de él.

 

En la creación original que era «buena», parece que es probable que Satanás y la humanidad tuvieran el poder de tomar decisiones contritas. En el Jardín del Edén, la mujer se convenció por su propio deseo (el árbol era codiciable para alcanzar la sabiduría,  Génesis 3:6). Satanás no había entrado en ella; su propio deseo la sedujo.

 

Dios no es el autor del pecado; nuestros deseos lo son. Dios no engañó ni embaucó a Satanás para que se llenara de soberbia. Dios odia la soberbia (Proverbios 8:13), y no sería parte de Su naturaleza causar que uno se volviera soberbio. Tampoco fue Él quien engañó a Eva.

El engaño y la mentira van de la mano (Salmo 78:36; Proverbios 12:17), además, Dios no miente ni engaña (Tito 1:2;  Hebreos 6:18).

 

Tenga en cuenta que, dado que los propios deseos de Satanás causaron su soberbia, Dios no puede tener la culpa de que entrara el mal en la creación. Para aclarar, esto no significa que Dios no estaba al tanto que esto pasaría, pero Dios permitió que sucediera. Dios es soberano y actuó con justicia echando a Satanás del cielo después de que él se rebeló contra el Creador.

 

Por lo tanto, cuando Dios encarnado vino a destruir el mal y la obra del diablo (1 Juan 3:8), realmente fue un acto de amor, no un truco

para corregir lo que Él “había echado a perder.” Él fue glorificado en Su plan para la redención.

 

Algunos han preguntado por qué Dios no envió a Satanás al infierno en lugar de echarlo a la tierra, asumiendo que eso habría evitado la muerte, el sufrimiento o las maldiciones de la humanidad. Pero Dios es amor, y esto muestra que Dios fue paciente con él como Dios es paciente con nosotros. Tal vez Satanás hubiera tenido una posibilidad de salvación si no hubiera seguido en su rebelión y sellado su destino, aunque en  nesis 3:15 se revela que la cabeza de Satanás sería aplastada (después de su continuo pecado y el engaño a la mujer).

 

Una pregunta que se relaciona es: ¿Era necesario Satanás para que el hombre pecara? La tentación de Satanás a la mujer la instigó a mirar el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, pero fue ella quien lo deseó y pecó. ¿Realmente podemos decir con certeza que en algún otro día, sin Satanás, la mujer o Adán no hubiera deseado el fruto y no hubiera pecado? Sin embargo, en las palabras de Aslan, el león en Las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis, “There are no what-ifs” (no hay que deliberar en lo que no ha pasado).

 

En realidad, sufrimos la muerte y la maldición porque Adán pecó (Génesis 3) y nosotros pecamos en Adán (Hebreos 7:9– 10) y seguimos pecando (Romanos 5:12). Adán hizo su parte, pero tenemos que asumir la responsabilidad de nuestra parte por cometer alta traición contra el Creador del universo. Es incorrecto pensar que la muerte y el sufrimiento son el resultado de la rebelión de Satanás. El hombre tenía el dominio sobre el mundo, no Satanás. Cuando Satanás se rebeló, maldijo al mundo; cuando Adán pecó, la tierra fue maldita, la muerte entró en el mundo, y así sucesivamente. Es por eso que necesitábamos a un último Adán (1 Corintios 15:45), no a una última Eva ni a un último Satanás. Es por eso que Cristo vino. La buena noticia es que para aquellos que están en Cristo, el castigo por el pecado

(muerte) no tendrá ningún aguijón (1 Corintios 15:55).

¿Por qué Dios, que no es malo, permite que la maldad continúe existiendo?

Al igual que con las otras preguntas en este capítulo, grandes teólogos han luchado sobre cómo responder esta pregunta con eficacia. Pablo, en su libro a los cristianos en Roma, ofrece una idea de la perspectiva dominante que debemos tener:

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28).

Todas las cosas, incluyendo el mal en este mundo, tienen un propósito. Dios es glorificado a través del plan de salvación que Él preparó desde el principio. Desde el primer Adán hasta el último Adán, Dios planeó una manera gloriosa para redimir a un pueblo para sí mismo a través de la promesa de un Salvador que venció tanto al pecado como a la muerte.

Jesús fue glorificado cuando Él venció a Satanás, al pecado y a la muerte por medio de Su muerte y resurrección (ver  Juan 7:39, 11:4,

12:16, 12:23, 1 Pedro 1:21, Hechos 3:13). Ambos, Dios Hijo y Dios Padre fueron glorificados a través de la resurrección (ver Juan 11:4, 13:31–

32). Todo lo que sucede es para la gloria de Dios, incluso cuando no podemos ver cómo Dios puede ser glorificado desde nuestra perspectiva limitada.

Los que han recibido el don de la vida eterna esperamos el momento en que nos uniremos a Dios en el cielo; un lugar donde no habrá maldad (Apocalipsis 21:27). Este mundo viejo y maldito de 6.000 años es solo un problema pasajero comparado con la eternidad. Este tiempo relativamente corto en la tierra es el único tiempo en el que se permitirá que exista el mal.


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