Objetivos Para la formación Cristiana

Objetivos Para la formación Cristiana

“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:14-17).

“Pero persiste tú… sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Escrituras”. El joven Timoteo tuvo una madre y una abuela creyentes. Las dos mujeres tuvieron una influencia muy grande en su vida que contrarrestó la influencia de su padre, que no era creyente (Hechos 16:1-2). Timoteo no vivía en Israel sino en lo que es hoy día Turquía, con su atractiva cultura helénica. Con un padre gentil le habría sido muy fácil adoptar las ideas de sus contemporáneos, pero decantó por la fe de su madre y su abuela. Por algo será. Ellas fielmente le enseñaban las Escrituras. Pablo señala a ellas y a su testimonio como parte del fundamento de su fe.

Salvación

“…las Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es un Cristo Jesús. Según este pasaje el primer propósito de las Escrituras es marcar el camino de la salvación. Ellas nos dan la información necesaria para comprender cómo podemos ser salvos. Hoy día se oyen pocas exposiciones bíblicas desde el púlpito acerca de la salvación. Se supone que todos los que están presentes son salvos. No basta un esquema de unos pocos versículos sacados de su contexto para pedir una decisión, sino un buen estudio para ver el énfasis bíblico en cuanto a la obra de Cristo y nuestra parte. Si se hiciese, ¡sorprendería a muchos!

Buenas obras

Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto”. Una vez salva, la persona necesita las Escrituras para enseñarle, redargüir, corregir, e instruirle en justicia para que madure: “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto”. Sin esta reprensión y corrección, no cambia y no madura. Se debe usar la Biblia desde el púlpito para enseñar lo que está mal en las vidas de los creyentes.

No gusta, pero Pablo enseña que es necesario hacerlo. Todo buen discipulado tiene que incluir corrección de hábitos, actitudes, prácticas, mentalidades, modales, etc. Sin esta transformación de vida, la profesión de fe no convence. Quedaría más bien en “apariencia de piedad”, negando “la eficacia de ella” (v. 5). La eficacia del Evangelio es que cambia vidas. Sin la vida cambiada uno no está en condiciones para hacer buenas obras.

No solo hace falta dejar de hacer lo malo, hemos de aprender a hacer lo bueno, para vivir una vida recta. Esto es “instruir en justicia” para que lleguemos a estar “enteramente preparados para toda buena obra”. Esta es la finalidad de tanto estudio, tanta corrección, tanto cambio: que la persona madure y sea la clase de persona que pueda servir a Dios.

La meta de la salvación es una vida de buenas obras, y los cambios de carácter son necesarios para que el creyente respalde con su vida lo que sus labios profesan. Entonces resultan buenas obras que glorifican a Dios.