Si Dios nos ama,

¿Por qué tenemos que sufrir?

Amar a Dios con todo nuestro corazón ¿Qué significa

Lo primero que debemos entender es que Dios nos ama tanto que nos hizo libres. Él es omnipotente, así que podría habernos creado como robots que siempre le obedezcan. Pero Él quiere que le obedezcamos voluntariamente por amor. Pensemos: ¿Qué gracia tiene el amor si es obligatorio? Imagina que alguien creara un robot para que lo ame … esto ni se compara con que otra persona libremente decida amarte,

¿verdad? Bueno, por eso Dios nos dio «libre albedrío», lo que quiere decir que tenemos la posibilidad de elegir entre creerle y obedecerle, o ignorar sus instrucciones y hacer lo que mejor nos parezca a pesar de que las consecuencias nos hagan sufrir.

Cuando, usando este libre albedrío, tomamos decisiones desafiando las instrucciones de Dios para nuestras vidas, entonces quedamos expuestos a situaciones que nos harán sufrir a nosotros y también a otras personas. Paralelamente, estamos también expuestos a sufrir a causa de los pecados de otros, los cuales nos pueden afectar de diversas formas. En resumen podríamos decir que la mayor causa de sufrimiento en el mundo es la necedad del hombre al desafiar las leyes de Dios. Las leyes de Dios no se deben romper, así que cuando vamos en contra de ellas, los que nos rompemos somos nosotros.

Pero, ¿y qué del sufrimiento que no es consecuencia de un pecado personal? En la Biblia encontramos explicaciones sobre algunos de los motivos que Dios puede tener para permitir que pasemos por un tiempo de sufrimiento. Y siempre, aunque en el momento no lo comprendamos, podemos confiar en que su propósito es de bendición.

Por ejemplo, puede que el Señor esté permitiendo que pasemos por una situación de sufrimiento para impulsarnos a volver a sus caminos. En Salmos 119.67 dice: «Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra». Aquí el salmista reconoce que andaba descarriado, y el sufrimiento que experimentó lo hizo volver al Señor.

Relacionado con esto, están también aquellos casos en que sufrimos porque el Señor nos está disciplinando, es decir, nos está corrigiendo. Mira estos versículos:

«¡Cuán dichoso es el hombre a quien Dios corrige! No menosprecies la disciplina del Todopoderoso. Porque él hiere, pero venda la herida;

golpea, pero trae alivio.» (Job 5.17-18)

Por otra parte en 2 Corintios 1.4 descubrimos que a veces Dios permite una situación dolorosa pero a la vez «nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren». O sea que lo permite para que podamos comprobar cómo Él nos consuela, y a partir de esa experiencia podamos ser útiles para consolar a otros.

Ahora quiero mostrarte otro posible motivo para que alguien sufra, que el mismo Señor nos revela. Se encuentra en Juan 9.1-3:

«A su paso, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:—Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?—Ni él pecó, ni sus padres—respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida.»

Jesús luego lo sanó, y el ciego pudo ver. Como te podrás imaginar, este hombre había sufrido mucho por ser ciego. Pero Dios usó esa situación para mostrar a muchos su amor. Es decir que una situación de sufrimiento puede ser utilizada por Dios para que, al intervenir en ella, se pongan de manifesto su gloria y su poder.

Por último quiero decirte algo que es quizás lo más importante para comprender los propósitos de Dios en permitir que suframos: Dios quiere que sus hijos lleguen a ser maduros y con un carácter que muestre el fruto del Espíritu Santo. Las pruebas y dificultades que enfrentamos, cuando lo hacemos de la mano de Jesús, perfeccionan nuestro carácter y nos ayudan a madurar. Muchas veces es en los momentos de sufrimiento cuando más buscamos a Dios, y si lo hacemos, no sólo salimos fortalecidos de la prueba sino que también llegamos a conocer a Dios de maneras nuevas. Y esto es lo que el Señor busca, que cada día lo conozcamos mejor, para que cada día lo amemos más y confiemos más en Él.


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