¿Será que Dios puede usarme a pesar 

de mis imperfecciones?

Tus imperfecciones lo único que prueban es que no eres perfecto. Ahora te recuerdo algo importante: ¡Nadie lo es! Si Dios no pudiera usarte a ti por tus imperfecciones, ¡entonces no podría usar absolutamente a ninguna persona, habida ni por haber! La Biblia (y la experiencia) dejan muy claro que ningún ser humano es perfecto. El único perfecto es Dios. Por lo tanto, si Dios usa, y ha usado, a los seres humanos para completar su obra y llevar a cabo sus planes aquí en la Tierra, ¡entonces quiere decir que Él puede usarnos a pesar de nuestras imperfecciones!

 

La  Biblia  está llena  de  ejemplos  de  cómo  Dios  puede  usar  seres  humanos  débiles  e  imperfectos  para  realizar cosas extraordinarias. Sólo por poner un ejemplo, Moisés tenía un temperamento bastante «imperfecto», que lo llevó a matar a un egipcio, y también mucho más tarde a romper las tablas de la ley con los mandamientos que Dios le había dado (no te preocupes, después le dio otras). Sin

embargo, Dios usó a Moisés para libertar a su pueblo de la esclavitud en Egipto, e incluso con el tiempo lo transformó de tal manera que llegó a decirse de él: «Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.» (Números 12.3, RVR1960)

 

Y podría seguir con los ejemplos de grandes «héroes de la Biblia» como Abraham, David, Pablo, y muchos otros que distaban bastante de ser perfectos pero sin embargo fueron usados por Dios para grandes cosas. También en Hebreos se nos cuentan algunas de las muchas historias de hombres imperfectos, quienes por la fe en Dios, no por sus propias fuerzas, «… conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del flo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros.» (Hebreos 11.33-34)

 

Por otra parte, quiero dejarte claro que no vale usar esto como excusa para no mejorar tu carácter u otras cosas que sí puedes, y por lo tanto debes, mejorar. No somos perfectos, pero debemos intentar ser «lo más perfectos posible», en el sentido de mejorar día a día, con la ayuda de Dios, «… hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo» (Efesios 4.15). El Señor puede usarnos a pesar de nuestras imperfecciones, pero también quiere irnos moldeando de manera que seamos cada vez menos «imperfectos». Pídele que te use, y pídele que te perfeccione. ¡Él hará las ambas cosas con mucho gusto!

 


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