Siempre han existido dos posiciones:
Una parte de los cristianos piensa que no hay nada de malo en escuchar música secular, siempre y cuando las letras no ofendan explícitamente a Dios ni te inciten explícitamente a violar sus mandamientos. Este grupo opina que en Filipenses 4.8 hay una buena orientación sobre qué música conviene escuchar:
«Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.» (RVR95)
Basándose en este versículo, se argumenta que la música secular puede ser buena, transmitir mensajes positivos y reflexiones profundas sobre la vida, y si las letras son puras, amables, y honestas, entonces pueden disfrutarlas también los cristianos. Por supuesto que mucha de la música secular no cumple con estos estándares, y contiene violencia, o justifca la inmoralidad, y cosas por el estilo. Pero si una canción promueve, por ejemplo, la pureza y el amor verdadero dentro del matrimonio, aunque no mencione a Dios, entonces es un buen mensaje el que está siendo cantado.
Además, quienes piensan así destacan que hay muchos músicos seculares muy talentosos, y que los cristianos (sobre todo los que tocan en bandas, incluso en el grupo de alabanza y adoración de la iglesia) pueden aprender y perfeccionarse escuchando a estos músicos.
Otra parte de los cristianos opina que un creyente no debería escuchar nada de música secular porque, ya sea que resulte o no evidente por las letras, la música secular ha sido inspirada por, y consagrada a, cosas que no son Dios. Los artistas seculares muchas veces deshonran a Dios con sus palabras y con sus vidas, y esto resulta obviamente malo para cualquier creyente. Pero este sector de los creyentes advierte también que incluso aquellos músicos que no están abiertamente en contra de Dios, lo ofenden al «vivir y opinar sobre la vida como si Dios no existiera».
Yo personalmente creo que es inapropiado llamar «pecado» a escuchar música secular, aunque sí hay que tener cuidado con las letras de la música que escuchamos y también con el estilo de vida de los artistas detrás de la música. Está comprobado que cualquier cosa que escuchemos repetidamente se quedará grabada en nuestras mentes, y tarde o temprano influirá en nuestra manera de sentir, de pensar, de hablar, y de actuar. Tal vez el versículo sobre el cual deberíamos reflexionar antes de decidir qué música escuchar es: «Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica» (1 Corintios 10.26, RVR95)