¿Es malo cambiarse de iglesia?

Las congregaciones e iglesias locales son parte de una única Iglesia diseminada por todo el mundo, que es el cuerpo de Cristo y de la cual Jesús es la cabeza. Por eso

es que «técnicamente»  es imposible cambiarte de Iglesia. Si por alguna circunstancia uno cambiara de iglesia local, o incluso de denominación,  siempre seguiría perteneciendo a la misma Iglesia de Cristo en tanto en esa congregación se enseñen los principios bíblicos de la fe.

Ahora bien, cambiarse de congregación no es malo en sí mismo, aunque sí debemos tener en cuenta cuáles serían las motivaciones correctas y la forma apropiada de proceder al llevar adelante ese cambio. Por ejemplo, si debes cambiar de domicilio y te mudas de ciudad, es comprensible que desees buscar una iglesia que se congregue en un lugar más cercano a tu nuevo domicilio. Esa no sería una mala motivación. Pero si quieres cambiarte de iglesia porque has discutido con un hermano y no buscas ante todo la reconciliación, esa sería una muy mala motivación. La Biblia nos exhorta: «Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos.» (Romanos 12.18), por lo cual lo bueno no es escapar de esa situación sino seguir los pasos necesarios para que la relación sea restaurada. Te puedo dar otro ejemplo: Si te casas con alguien que pertenece a otra congregación, al menos uno de los dos deberá cambiar de iglesia para comenzar a congregarse juntos como matrimonio, y esa sería una muy buena motivación. Pero si quieres cambiar de iglesia porque te molesta que tu pastor insista en que los jóvenes no adopten las costumbres del mundo, esa sería una muy mala motivación. Estarías buscando una iglesia donde se enseñe lo que tú quieres oír y no lo que Dios quiere enseñarte. En resumen, lo malo no es cambiarse de iglesia, sino hacerlo por razones que Dios no aprueba.

Una forma de saber si lo estás haciendo por los motivos correctos sería que pudieras salir de tu congregación actual con la bendición del pastor y de los hermanos. Que incluso pudieras compartir con ellos la decisión y que, si bien todos lamenten perderte, nadie quede herido a causa de tu partida, sino que te comprendan y apoyen en la búsqueda de una nueva congregación.

Por último, ten cuidado con tus expectativas. Ninguna iglesia local es perfecta, porque las iglesias están compuestas por hombres imperfectos.

 


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