¿Cuál es el problema con la rebeldía?

La rebeldía puede ser un don maravilloso. Es la rebeldía la que dispara la creatividad, la exploración, el progreso y las revoluciones. Claro que puede ser usada para el mal, como cualquiera de los otros regalos maravillosos y esencialmente buenos que Dios nos ha dado (como el agua, o el sexo, o la ambición). Pero puede ser buena también.

 

Históricamente se ha hablado en contra de ella, pero sospecho que es porque los que hablaban tenían temor de que las personas que ellos gobernaban e influenciaban se rebelaran contra ellos. Sin embargo Edison, Picasso, Einstein, Mark Twain y el mismo Jesús fueron considerados rebeldes por muchas personas de su tiempo. Ellos  y otros héroes de la humanidad son recordados por haberse rebelado

contra la ciencia, la religión organizada, el arte, la literatura y la física tal como eran conocidas hasta ese momento (el momento en que ellos decidieron rebelarse).

 

La rebeldía es como el fuego. Puede servir para que tengamos alimento o puede quemarnos. Por eso no es justo decir que sea siempre negativa. La rebeldía santa es aquella que desea cambiar lo mismo que Dios quiere cambiar. Es aquella que está en acuerdo con Dios. Es aquella que decide que el Padre Nuestro no es meramente un versito mágico para repetir con solemnidad, sino un grito que determina que no importa el precio que haya que pagar para que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra así como en el cielo. Esa rebeldía que tan naturalmente surge de los adolescentes y jóvenes como tú es la que necesitamos en la iglesia, ya que representa un poder prácticamente imposible de detener.

 

Pero debes tener cuidado, porque no siempre ser rebelde es bueno. Una cosa es rebelarte, como ya dije, contra lo que a Dios le parece mal, y luchar para cambiarlo. Esto está bien. ¿Cuál es la cara mala de la rebeldía, entonces? Cuando nos rebelamos contra Dios. La Biblia condena esa clase de rebeldía. Por ejemplo, leemos en 1 Samuel 15.23: «La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría.» También es malo cuando nos rebelamos contra algo que Dios dice que debemos obedecer o respetar. Por ejemplo, contra sus mandamientos, contra nuestros padres (hay alguna respuesta en este libro sobre ese tema), o contra nuestros líderes o pastores en la iglesia. Si son personas que Dios ha puesto en autoridad sobre ti, debes respetar esa autoridad.

 

Volviendo a la rebeldía positiva, debemos pedirle sabiduría a Dios para aprender a distinguir cuándo aceptar la realidad que nos toca vivir, y cuándo rebelarnos contra ella. El Señor puede canalizar tu rebeldía natural, sumada a la energía propia de tu edad, para cambiar de manera positiva el mundo en que vives. Pero solo si permites que Él te guíe …

 


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