Contenido del curso
Teología Bíblica – Clase 2: Protectora y Guía para la Iglesia
Clase esencial Teología Bíblica Clase 2: Protectora y Guía para la Iglesia
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«Señor, esto es una iglesia local»
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Esenciales e indispensables: Las mujeres y la misión de la Iglesia
La contribución de las mujeres a la misión de la iglesia no es sólo «importante» o «vital» o «crítica». Las mujeres son «esenciales e indispensables» para la misión y el ministerio de la iglesia. Así lo afirma la conferenciante y escritora Jen Wilkin, de The Village Church, en Flower Mound, Texas.
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Teología Bíblica
Acerca de las clases

Primero que nada, la iglesia es un pueblo

Y déjame decirte lo más importante acerca de estas personas: Dios las escogió en amor antes de la fundación del mundo. Han sido redimidas por la sangre de Cristo y, por tanto, permanecen santas y sin mancha ante un Dios santo y justo. Estos escogidos y redimidos han escuchado el evangelio, lo reconocieron como la palabra de verdad, y creyeron en él (Ef. 1:1-14).

Es absolutamente vital que recordemos esto. Una iglesia no es un grupo de expertos religiosos que manejan la agenda o alteran el paisaje. Es un pueblo redimido. Es la culminación de un plan trinitario de propósito eterno que se centra en la gloria, sabiduría y gracia de la Deidad demostrada en la redención no de ideas, sino de individuos.

Así que la próxima vez que sientas la tentación de criticar o a suponer lo peor de otro cristiano, ya sea en tu iglesia o en otro lugar, solo recuerda: son hermanos de sangre. La misma sangre que te compró, lo compró a él o ella; la misma sangre que hizo posible el perdón de tus pecados, hizo posible el perdón de sus pecados; la misma sangre que te hizo santo y sin mancha, los hizo santos y sin mancha. Son hermanos sellados, que esperan la misma herencia gloriosa. ¿Pensar en esto podría cambiar la forma en que abordamos nuestros desacuerdos, incluso acerca de las cosas importantes?

Entonces, hermanos y hermanas, recuerden: esto es una iglesia local.

En segundo lugar, la iglesia no es una zona de guerra, sino un territorio de paz ya ganado

En Efesios 2:1-10, Pablo explica cómo los cristianos individuales son salvos: por gracia, a través de la fe, no por obras, para que nadie se gloríe. Somos su obra (2:10). Luego continúa explicando qué clase de obra está edificando. Si Efesios 2:1-10 describe los bloques individuales, entonces Efesios 2:11-22 describe el edificio, y es uno espectacular. Considera:

  • Cristo nos ha acercado (v. 13).
  • Él es nuestra paz (v. 14).
  • Él ha creado en sí mismo un nuevo hombre, donde antes había uno (v. 15).
  • Donde una vez hubo hostilidad, ha hecho posible la paz y la reconciliación (v. 15-16).
  • Él nos ha hecho conciudadanos de un nuevo territorio: la casa de Dios. Esta casa está edificada sobre el fundamento de la doctrina del verdadero evangelio, y su piedra angular es Cristo mismo (v. 19-20).
  • Esta casa que Jesús está edificando se está convirtiendo en un templo santo, donde Dios habita con el hombre por el Espíritu (v. 21-22).

Ahora, piensa en la persona de tu iglesia cuyas opiniones te hacen irritar, ya sabes, ese chico o chica que habla de esto o aquello y en el proceso supone que todos los que están en desacuerdo con ellos no solo son estúpidos, sino carnales. ¿Ya te está hirviendo la sangre? ¿Ya sientes un poco de calor alrededor del cuello? Entonces, observa estos puntos de nuevo. Sí, Pablo está describiendo la brecha sanada entre judíos y gentiles, pero sus palabras también se aplican a ti y a ese chico. Sí, ese chico.

¿Por qué nuestro Dios trino hizo todo esto? Porque ha tenido un propósito eterno desde la eternidad pasada (3:11). Tenía un misterio, pero lo ocultó, y lo ocultó, y lo ocultó, es decir, hasta que la Luz del mundo vino para sacarlo a la luz (3:9). ¿Cuál es este misterio ahora revelado? ¡Es la iglesia como el pueblo de Dios! Es tu iglesia la que dará a conocer a todos los poderes y autoridades celestiales la multiforme sabiduría de Dios.

Hermanos y hermanas, esto es una iglesia local.

Tercero, los principales agresores de una iglesia son sobrenaturales, no personales— y las principales armas son espirituales, no políticas

Pablo culmina su carta a los efesios diciéndoles que se preparen para la guerra. Ahora bien, eso suena como un mensaje adecuado para el 2020. ¿Pero notaste cómo describe al enemigo?

«Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:11-12).

Nuestro mayor enemigo en un año de elecciones es nuestro mayor enemigo en un año sin elecciones. Nuestro mayor enemigo en una democracia es nuestro mayor enemigo en una dictadura. El enemigo no es el otro, sino el Adversario. No es un elefante o un burro, sino un león al acecho, buscando a quién devorar.

Pero aquí es donde se pone complicado. Algunos cristianos piensan que el apoyo del Partido Republicano al Presidente Trump es demoníaco; otros piensan que el apoyo del Partido Democrático al aborto es demoníaco. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Debemos recordar exactamente lo que Pablo nos dice que recordemos: nuestra lucha no es contra sangre ni carne. Nuestros hermanos y hermanas en Cristo pueden estar equivocados, ser ingenuos o incluso peor, pero definitivamente no son nuestros adversarios. Satanás lo es. Y las maquinaciones que tiene andando en los pasillos del gobierno son mucho menos relevantes que lo que sea que esté tramando en las bancas de tu iglesia.

No estoy seguro en qué piensa exactamente el diablo sobre las elecciones, pero sé que le interesa inmensamente que los cristianos odien a las personas que se supone que deben amar. Porque cuando lo hacemos, atenuamos nuestro testimonio al mundo que nos observa (Ef. 3:10). Arrancamos el corazón evangelístico palpitante que se supone tipifica a todas las iglesias locales: el amor mutuo entre sus miembros (Juan 13:35).

Para algunos, el mundo parece haber perdido recientemente su mente amorosa. Para otros, el mundo ha ignorado una enfermedad endémica durante demasiado tiempo y finalmente está tomando su medicamento; sí, nos atragantamos cuando baja el Dextrometorfano, pero sabemos que es bueno para nosotros.

¿Cómo se supone que los cristianos deben responder? Considera Lucas 21. Si bien no puedo explicar todo este capítulo en este artículo, las palabras de Jesús acerca de la postura de su pueblo son claras:

«Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente. Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre» (Lucas 21:9-12).

Muy bien, esa es la parte confusa. Pero aquí es donde se vuelve sencillo. Antes de que sucedan todas estas cosas raras y salvajes:

«Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio. Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. Mas seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas» (vv. 12-19).

¿Captaste? Toda esta locura, dice Jesús, será nuestra oportunidad de dar testimonio. ¿Cómo? Soportando. Mostrando solidaridad por encima y en contra incluso de las relaciones mundanas más profundas: padres, hermanos, parientes y amigos. Confiando en que el Señor nos proporcionará todo lo que necesitamos, que incluso si muramos, nunca pereceremos.

Necesitamos recordar quiénes son nuestros enemigos. También tenemos que recordar las armas que Jesús nos autoriza a usar. En Lucas 21, Jesús termina sus ominosas predicciones con una exhortación. En resumen: permanezcan alertas y oren (21:36). Eso es lo que deberíamos hacer.

Queremos hacer más, por supuesto. Queremos combatir el fuego con, bueno, más fuego. Vemos a personas que rechazan a Jesús, así que nos preguntamos, como Santiago y Juan en Lucas 9: «Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?». En estos momentos lamentables, sospecho que Jesús nos responde como lo hizo con ellos: se da vuelta y nos reprende.

Efesios 5 suena algo similar. Pablo nos dice que nos mantengamos alertas y oremos (6:18-19). Le dice a la iglesia que tome la armadura de Dios, no que desate el arsenal de Dios. Se nos dan los detalles de un guardarropa defensivo, no de un botín de guerra ofensivo. Pero hay, claro está, una excepción: la palabra del Espíritu que es la Palabra de Dios (6:17).

Algunas implicaciones de esto: primero, los cristianos deben caracterizarse por su estado de alerta y oración. Debemos prestar atención a nuestro mundo, no para quejarnos de la idiotez o injusticia más reciente, sino para que nuestras oraciones estén llenas tanto de una esperanza informada como de una preocupación específica.

Segundo, cuando pasamos a la ofensiva, solo debemos hacerlo cuando oramos y cuando somos capaces de aplicar detallada e inequívocamente la Palabra de Dios. Dicho de otra manera: no te pongas a la ofensiva con tus opiniones.

Nuestras iglesias deberían ser el primer lugar donde veamos que Isaías 2:2-4 se hace realidad:

«Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra».

Hermanos y hermanas, recuerden: esto es una iglesia local.

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