INTRODUCCIÓN
El Teatro, en su constante búsqueda de nuevas formas de expresión, quema todo en su paso, y ahora que remueve las cenizas sobre las tablas, hace resurgir como un fénix la más antigua forma de comunicación: El Mimo.
Aunque el Mimo es importante como elemento en el lenguaje teatral, también es importante por sí mismo, como expresión artística, ya que actualmente se valora la expresión corporal tanto como la verbal.
Es importante saber que el Mimo no es solamente hacer gestos sino que éstos son reflejo de las emociones internas. El mimo, a través de su cuerpo, en el silencio, nos puede dar a conocer sentimientos y talantes que sus palabras nunca podrían describir, y desconociendo además las barreras lingüísticas.
Este libro es esencialmente práctico, y con un sinfín de posibilidades. La mejor forma de aprender Mimo es cultivándolo, trabajando sólo, en pareja o en grupo. Los ejercicios propuestos facilitarán en gran medida dicho aprendizaje. En él he tratado de traducir el gesto al dibujo y la palabra, y tiene el fin de llevar a grupos de teatro, centros culturales, colegios, e instituciones de enseñanza, lo que ha constituido el contenido de mis cursillos de Mimo.
Creo que las técnicas son fáciles de aprender y espero proporcionar los conoci- mientos básicos y fundamentales para la formación de mimos, para que ellos pue- dan, por sí mismos, realizar sus propias representaciones.
El material de que consta este libro ha sido planeado con cuidado, y ordenado para introducir de forma progresiva, técnicas cada vez más avanzadas. Y por lo tanto recomiendo su lectura desde el principio, dada la gran importancia de su profunda asimilación desde los primeros capítulos y de conocer la historia del Mimo.
LA HISTORIA DEL MIMO
Nuestros antepasados, los habitantes de las cavernas paleolíticas, utiliza- ron el gesto antes de desarrollar la palabra, y así, por necesidad, han sido imitadores de su entorno, teniendo que transmitir a su comunidad sus es- peranzas, deseos, dolores, y otras vivencias Entre estas vivencias están: la caza (lo más probable es que el hombre hiciera escenas imitando a su pretendida presa antes de salir en su búsqueda y a su vuelta representó esta experiencia), y las guerras (donde se explicaron cómo era el enemigo y cómo luchar contra él) Según se ha comprobado con las tribus «primiti- vas» actuales, en sus danzas de guerra, la lucha tiene cuatro aspectos: El Reto, La Persecución, El Conflicto y finalmente La Derrota o La Victoria Pero alejándonos de la prehistoria y de toda hipótesis, seguimos la historia con los datos que aportan los historiadores
Conectando con las civilizaciones griega y romana, nos encontramos a los etólogos, quienes antes de las representaciones de las tragedias realizaban un pequeño espectáculo relacionado con los temas morales de la época
Señalan algunas estudiosas del tema que casi todos los Mimos griegos pro- cedían de Sicilia y advierten otros que el primero en hacer pantomima en Roma fue el artista griego Livius Andronicus, quien, según la leyenda, era tan popular que debido a sus numerosas representaciones perdió la voz y tenía que recurrir al gesto para dar a conocer sus poemas Sea como fuera, lo cierto es que la fortuna de los Mimos dependía de los caprichos de cada Emperador Al Augusto de Roma le encantaba la pantomima y disfrutaba mucho viendo actuar a sus Mimos, todos ellos esclavos Tiberio los supri- me Calígula pide que vuelvan para expulsarles de nuevo
Hacia el final del Imperio Romano, el Mimo entra en decadencia y los Mi- mos se ven obligados a representar los temas más candentes en la sociedad; llega a tal punto la necesidad constante de aumentar las emociones del público que hacen de las ejecuciones una diversión El Mimo se había convertido en un espectáculo nauseabundo Sería necesaria la depuración del cristianismo para acabar con aquella desenfrenada orgía gesticulante
Sin embargo, la tradición del mimo no murió Los que se expresan a través del Arte se esparcen por Europa en grupos trashumantes, buscando sus
«modus vivendi» en plazuelas y lugares públicos donde, formando parte de estos grupos, encontramos a los Mimos, quienes a través de la elocuencia del silencio transmiten la fantasía del gesto.