Manual para Evangelismo Cristiano
Acerca de las clases

IMPORTANCIA DE LA OBRA PERSONAL.

El afán de muchos pastores y evangelistas en el día de hoy es el de atraer grandes congregaciones, y es cierto que hay una inspiración para el orador en los grandes auditorios; pero cabe preguntar: ¿Así es cómo se alcanza el mayor éxito en la obra de ganar almas para seguir a Cristo? ¿Es el mejor método? ¿Es el del divino Maestro?

El profeta Isaías dice a Israel: Y acontecerá en aquel día, que… seréis reunidos uno a uno (capítulo 27: 12). Este es el método divino, y el que busca al individuo, hallará a muchos. Dios creó a toda la raza humana; bendice a todos de una manera imparcial; ama a todo el mundo. Sin embargo, trata con cada uno como individuo. El ganado sobre mil collados es suyo, pero conoce a cada una de sus ovejas por nombre. Juan dice que amó Dios al mundo, pero Pablo dice: Quien me amó y se dio a si mismo por mí. Es el mismo Dios.

El amor de Dios es semejante a los rayos del sol, universal y al mismo tiempo particular. El sol, dice Enrique W. Beecher, el sol no resplandece meramente para unos cuantos árboles y flores, sino para el regocijo de todo el mundo. Y sin embargo, el pino solitario allá en la cima de la montaña, puede batir sus ramos en el aire, y clamar: Tú eres mi sol.  ¿Quién puede dudar de la necesidad de la obra personal en el evangelismo? El evangelio, el ejemplo de Jesús y de sus apóstoles, la experiencia de los discípulos a través de los siglos, nuestra propia observación, todo nos da a comprender la apremiante importancia del evangelismo personal.  De un libro titulado El Evangelismo Cristiano, traduzco los siguientes párrafos, por considerarlos de mucho interés en esta conexión: El principio fundamental del evangelismo es el trabajo personal. Cada cristiano debe ser un evangelista.


Hemos dejado al ministro y al evangelista todo este trabajo. El ministro puede ganar algunos, pero de necesidad son relativamente pocos. El problema de la evangelización de la raza será resuelto; cuando podamos despertar a todo cristianos a la necesidad de ocuparse en ganar almas. En la primitiva iglesia cada miembro era un evangelista.

Gibbon (el historiador inglés) dice que la razón principal por qué el cristianismo primitivo se diseminó tan rápidamente, era que tan pronto (Como un hombre se convirtió, corrió para impartir la nueva a su vecino). En el primer siglo, los discípulos iban por todas partes anunciando la palabra. Felipe se apresuró a ir al desierto para predicar la buena nueva al eunuco.

La obra personal triunfará. Jesús era un obrero personal. Predicó algunos de sus mejores sermones a un solo individuo. Su conversación con la mujer samaritana, con Nicodemo, con Zaqueo, Natanael, Mateo, la sirofenisa.

 

La pecadora en el templo y con los pobres de allá del Jordán, todo demuestra el valor del trabajo personal. Andrés trajo  a su hermano Simón a Jesús,  y de esta manera tuvo parte en la predicación de aquel sermón maravilloso en el día de Pentecostés. El individuo debe ganar al individuo, trabajando cara a cara y corazón con corazón. El cristiano debe en tender que ha sentado plaza en un ejército poderoso cuyo único propósito es conquistar al mundo entero para Cristo. El cristiano que nunca ha conducido un alma a Cristo, debe avergonzarse de su milicia, y sin embargo hay miles en las iglesias que nunca en toda la vida han conquistado una sola persona para el Señor, y lo que es más triste: nunca han procurado ganar a nadie.

Esta indiferencia debe ser la vergüenza de la iglesia. Lector, mientras lees estas líneas, medita y resuélvete: que yo voy a ganar a alguien para Cristo, y que sin demora empezaré la obra personal. A un joven que estaba para morir, le preguntaron: ¿Tienes temor a la muerte? Contestó: No, no temo, pero no estoy listo, o ¿Qué quieres decir con esto? Tengo treinta años; he sido cristiano dos años, y no he ganado a una sola persona para Cristo.

 

Voy al juicio con las manos vacías ¡Cuántos cristianos mueren con las manos vacías! ¡Oh joven! ¿Tendrás estrellas en tu corona? En un sermón una vez, pregunté:

¿Cuántos años tienes?  ¿Cuarenta, me dices? Dime la verdad, ¿cuántas almas has ganado para Cristo? Después se acercó una señora bien conocida, y me dijo: Heme aquí, tengo treinta y ocho años, y no puedo recordar haber hecho un solo esfuerzo digno en el nombre de Cristo. Nunca he invitado a nadie a ser cristiano. En cuanto a religión, mi vida ha sido un fracaso colosal, Repliqué: ‘Bien, si su vida ha sido un fracaso en cuanto a religión, entonces ha sido un fracaso en todo.


¿No empezará usted hoy?‘ Me contestó: Si lo haré. Y la gran mayoría de los creyentes han sido llevados al Señor por medio de la obra personal. El que menosprecia el trabajo de los individuos, ganarás a pocos.

Andrés fue en busca de su hermano Pedro y lo llevó a Jesús. ¿Qué parte tendría Andrés en el día de Pentecostés, cuando fueron añadidas a la compañía de discípulos tres mil almas?

El Sr. D. L. Moody, evangelista laico de Estados Unidos, por medio de sus labores ganó a multiplicados miles de almas para Cristo. Su maestro de escuela dominical en Boston, el Señor Kimball, hombre de negocios, le condujo al Señor.

Me acuerdo (dice Moody, relatando este hecho) que llegó mi maestro y se puso tras el mostrador donde yo estaba trabajando, y poniendo la mano en el hombro, me habló de Cristo y de mi alma, y he de confesar que hasta entonces no había pensado en que tuviese un alma. Cuando me dejó aquel hombre, me quedé pensando: ¡Qué cosa más extraña! He aquí un hombre que apenas me conoce y llora pensando en que mis pecados pueden llevarme a la perdición, y yo no he derramado nunca una lágrima por todo esto. No recuerdo lo que me dijo, pero aún hoy me parece sentir el peso de aquella mano sobre mí. Poco después conocí la salvación. ¿Qué parte tuvo este fiel cristiano, casi desconocido, en la gloriosa obra del gran evangelista?

 

Recuerdo mi propia experiencia. Sólo tenía trece años de edad, y estuve asistiendo a una serie de cultos de avivamiento. No recuerdo ni sermón, ni siquiera palabra alguna pronunciada por el ministro. Pero me habló una tarde personalmente, diciéndome que estaba orando por mí, y que deseaba que yo creyera en Jesús y fuera cristiano. Eso me hizo resolverme a buscar al Salvador, lo cual hice y lo hallé felizmente.

Así uno por uno son ganados para seguir al Señor. He allí a Jesús enseñando y trabajando. Habla no de un rebaño entero perdido, sino de una sola oveja. El pastor deja las noventa y nueve para ir en busca de la que se había extraviado. La mujer tenía diez dracmas, pero nada dice de las nueve que tenía guardadas y seguras, sino de la que se perdió. Un padre tenía dos hijos. ¿De cuál de ellos trata la parábola? Del que se había perdido.

Os digo dice Cristo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente (Lucas 15: 10). No es por un Pentecostés, sino por un pecador que se arrepiente. Nuestro Señor no resucitó a un ejército de los muertos.

Helo allí tocar el féretro, y dice: joven, a ti digo, levántate (Lucas 7,14). En la casa de Jairo, dice a su hija muerta: Muchacha, levántate (Lucas. 8: 54). Frente al sepulcro de Lázaro, clama: «Lázaro, ven fuera (Juan 11: 43).

Nuestro Señor nos deja un ejemplo glorioso. Sus enseñanzas más profundas fueron dadas no a la multitud, sino a individuos. A cierto escriba desconocido para nosotros, le anunció cuál era el más grande y principal mandamiento y por añadidura, le dijo cuál es el segundo también; a una mujer pecadora, cuyo nombre ignoramos, le proclamó el gran principio de la adoración espiritual; a Nicodemo, en lo privado, le habló maravillosamente sobre el nuevo nacimiento; y en la cruz salvó a un ladrón arrepentido.

De entre la gran multitud que le apretaba, cuando la mujer enferma le tocó el borde de su vestido y quedó sana, Jesús fijándose  más bien  en  el  individuo  que  en  la  multitud, preguntó: ¿Quién es el que me ha tocado? La mujer, como vio que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de él declaró delante de todo el pueblo la causa por qué le había tocado, y cómo luego había sido sana. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz (Lucas 8: 43-48).


El método de los primeros discípulos era también ganar a los individuos uno por uno. Andrés trajo a su hermano Pedro. Probablemente Santiago llevó también a su hermano Juan. Felipe halló a Natanael y le anunció la buena nueva. Después, Felipe el evangelista, hace un viaje largo y pesado, desde Samaria hasta el desierto, para evangelizar al eunuco.

Pedro va a Cesárea para tener una conversación con Cornelio, y predicar el evangelio a un grupo reducido en su casa. Pablo persuade a Publio, gobernador de Ciro, a creer; en Filipos, predica a un grupo de mujeres y Lidia es convertida, y en la cárcel conduce al carcelero a los pies del Salvador, y después a los de su casa; dice que en Éfeso, por tres años había anunciado y enseñado públicamente y por las casas, amonestando a cada uno» (Hechos 20: 20 y 31).

Helo ante Félix razonando de la justicia, de la continencia, y del juicio venidero (Hechos 24: 25); ante el rey Agripa, hablando «palabras de verdad y de templanza (Hechos 26:

25); y enseñando al esclavo Onésimo, que, según dice el mismo apóstol, he engendrado en mis prisiones.

De los primitivos cristianos, dispersados ya por la persecución en Jerusalén, se dice: Mas los que fueron esparcidos, iban por todas partes anunciando la palabra (Hechos 8: 41).

Comentando este texto, el Dr. Porter dice: Y esa palabra no significa discursos prolongados en el púlpito, significa sencillamente hablar decir la buena nueva. No los apóstoles, sino todos (hombres y mujeres de las filas) andaban hablando la buena nueva. De esa manera la primitiva iglesia sacudió al mundo; y ciertamente nosotros, con todas nuestras invenciones, no hemos mejorado el plan y la práctica bíblica.

El eminente predicador, el Dr. Teodoro L. Cuyler, dijo una vez con respecto a las tres mil almas que había recibido en su iglesia como miembros: He tocado y colocado cada piedra.» Tío» Juan Vassar, se complacía en llamarse el perro del pastor de Dios, que busca las almas individuales, y conducía a millares de almas a Cristo Jesús. En verdad, la única manera de hacer esta obra eficazmente es ganarlos uno por uno, ósea, por el trabajo personal.

 

El Dr. J. M. Peck, uno de los más eficientes obreros del Señor dejó un testimonio que vale la pena que cada obrero, sea pastor o sea evangelista, considere bien. Dijo: Si me fuera revelado desde el cielo que Dios me había concedido diez  años  más de  vida,  y que, como  condición  de  mi salvación eterna, debería ganar mil almas para Cristo en ese tiempo; y si hubiera otra condición, que para este fin pudiera predicar cada día durante los diez años, pero sin poder apelar a los inconversos fuera del púlpito, o que pudiera dedicar mis esfuerzos durante ese tiempo a los individuos sin entrar en el púlpito, no vacilaría un momento en elegir el trabajo individual como el medio único para la conversión de las mil almas necesarias para mi propia salvación.

 

El Dr. Torrey da las ventajas de la obra personal, como sigue:

  1. Todos pueden hacerla.
  2. Se puede hacer en todas partes.
  3. Se puede hacer en todo tiempo.
  4. Alcanza a todos rangos.
  5. Da en el blanco.
  6. Satisface todas las necesidades de la persona con que se trata
  7. Da resultado cuando otros métodos fallan.
  8. Produce muy grandes resultados.

En esta obra del evangelismo personal, es absolutamente indispensable usar de tacto y saber emplear la Biblia, la Espada del Espíritu Santo. Hay personas buenas y deseosas de ser útiles en la obra del Señor que no conocen la palabra de Dios, ni pueden esgrimir las armas espirituales. Sus esfuerzos con frecuencia resultan infructuosos, y no pueden entender la razón de ello.

Es, por lo tanto, indispensable estudiar la Biblia con el fin de prepararnos para esta obra especial. Y  el  tacto es absolutamente necesario para el éxito. Sin él, nadie puede ganar almas para Cristo. Lytton, refiriéndose a cierto filósofo de la antigüedad, dijo: Poseía el arte innominada de impresionar personalmente a sus discípulos, y despertar entusiasmo individual.

Este arte es el tacto, cosa que no admite definición.

He oído de un barbero que era cristiano entusiasta, consagrado, y deseaba ganar a los hombres para el Señor. Se dice que después de asentar bien la navaja y enjabonar la barba de cierto individuo, y ya listo para comenzar a rasurarlo, le preguntó: Señor, ¿está usted preparado para morir? No es necesario añadir que se asustó aquél, y todo se debió a la falta de tacto de parte del barbero.

Nos proponemos asentar algunas sugestiones prácticas con el fin de inspirar en los lectores el deseo de hacer la obra personal y además de proporcionarles material para su adiestramiento en el evangelismo.

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