“Sin embargo, esta evidencia de la mano directora del Señor no bastó para
evitar el descontento, la rebelión y la traición entre los israelitas. ‘Iban muchas
cartas de los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a ellos. Porque
muchos en Judá se habían conjurado con él, porque era yerno de Sechanías’
(Nehemías 6:17-18).
“En esto se ven los malos resultados del casamiento con idólatras. Una familia
de Judá se había vinculado con los enemigos de Dios, y la relación establecida
resultaba en una trampa. Muchos habían hecho lo mismo. Estos, como la turba
mixta que había subido de Egipto con Israel, eran una fuente de constantes
dificultades. No servían a Dios con todo su corazón; y cuando la obra de él exigía un
sacrificio, estaban listos para violar su solemne juramento de cooperación y apoyo.
“Algunos de los que más se habían destacado para maquinar daño contra los judíos
manifestaron entonces el deseo de vivir en amistad con ellos. Los nobles de Judá que
se habían enredado casándose con idólatras, y que habían sostenido
correspondencia traicionera con Tobías y jurado servirle, se pusieron a alabarle
como hombre capaz y previsor, con quien sería ventajoso que los judíos se aliasen.
Al mismo tiempo, seguían traicionando y le transmitían los planes y movimientos de
Nehemías. De esta manera la obra del pueblo de Dios estaba expuesta a los ataques
de sus enemigos, y se creaban oportunidades para interpretar con falsedad las
palabras y los actos de Nehemías e impedir su obra.”
Comentario Bíblico 7ª, pg. 116/1/0 – “Un espíritu de odio y oposición a los hebreos
formó un vínculo de unión y creó simpatía mutua entre diferentes grupos de
hombres que, de otra manera, podrían haber peleado entre sí. Esto ilustra lo que
con frecuencia veremos en nuestros días en la unión de hombres de diferentes
denominaciones para oponerse a la verdad presente.”
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Una lección para nuestros días
Nehemías 9:1-3 – “Y el día veinticuatro del mismo mes se juntaron los hijos de Israel
en ayuno, y con sacos, y tierra sobre sí. Y habíase ya apartado la simiente de Israel
de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y las
iniquidades de sus padres. Y puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la
ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día, y la cuarta parte confesaron y
adoraron a Jehová su Dios.”
Nehemías 9:6-20 – “Tú, oh Jehová eres solo; tú hiciste los cielos, y los cielos de los
cielos, y toda su milicia, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que
hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran.
Tú, eres oh Jehová, el Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los Caldeos, y
pusístele el nombre de Abraham; Y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste
con él alianza para darle la tierra del Cananeo, del Hetheo, y del Amorreheo, y del
Pherezeo, y del Jebuseo, y del Gergeseo, para darla a su simiente: y cumpliste tu
palabra, porque eres justo. Y miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y
oíste el clamor de ellos en el mar Bermejo; Y diste señales y maravillas en Faraón, y
en todos sus siervos, y en todo el pueblo de su tierra; porque sabías que habían
hecho soberbiamente contra ellos; e hiciste nombre grande, como este día. Y
dividiste la mar delante de ellos y pasaron por medio de ella en seco; y a sus
perseguidores echaste en los profundos, como una piedra en grandes aguas. Y con
columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para
alumbrarles el camino por donde habían de ir.
“Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y dísteles
juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos: Y
notificásteles el sábado tuyo santo, y les prescribiste, por mano de Moisés tu
siervo, mandamientos y estatutos y ley. Y dísteles pan del cielo en su hambre, y
en su sed les sacaste aguas de la piedra ; y dijísteles que entrasen a poseer la tierra,
por la cual alzaste tu mano que se la habías de dar.
“Mas ellos y nuestros padres hicieron soberbiamente, y endurecieron su cerviz, y no
escucharon tus mandamientos. Y no quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas
que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron
en poner caudillo para volverse a su servidumbre. Tú empero, eres Dios de
perdones, clemente y piadoso, tardo para la ira, y de mucha misericordia, que no
los dejaste. Además cuando hicieron para sí becerro de fundición, y dijeron: Este es
tu Dios que te hizo subir de Egipto; y cometieron grandes abominaciones; Tú, con
todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto: la columna de
nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni la columna de
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fuego de noche, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Y diste tu
espíritu bueno para enseñarlos, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les
diste en su sed.”
CS pg. 60/3 (53.4) – “Los pocos fieles que edificaban sobre el cimiento
verdadero (1 Corintios 3:10, 11) estaban perplejos y trabados, pues los escombros
de las falsas doctrinas entorpecían el trabajo. Como los constructores de los
muros de Jerusalén en tiempo de Nehemías, algunos estaban por exclamar: ‘Las
fuerzas de los acarreadores se han enflaquecido, y el escombro es mucho, y no
podemos edificar el muro’ (Nehemías 4:10).
“Debilitados por el constante esfuerzo que hacían contra la persecución, el engaño,
la iniquidad y todos los demás obstáculos que Satanás inventara para detener su
avance, algunos de los que habían sido fieles edificadores llegaron a desanimarse; y
por amor a la paz y a la seguridad de sus propiedades y de sus vidas se
apartaron del fundamento verdadero. Otros, sin dejarse desalentar por la
oposición de sus enemigos, declararon sin temor: ‘No temáis delante de ellos:
acordaos del Señor grande y terrible’ (vers. 14), y cada uno de los que trabajaban
tenía la espada ceñida (Efesios 6:17).”
Nehemías fue el hombre oportuno y elegido por Dios para ayudar al pueblo hebreo
a la reedificación de las murallas de Jerusalén y para restaurar la fuerza nacional de
Israel (PR 465.1).
PR pg. 475.4 – “La oposición y otras cosas desalentadoras que en los tiempos de
Nehemías los constructores sufrieron de parte de sus enemigos abiertos y de los
que se decían amigos suyos, es una figura de lo que experimentarán en nuestro
tiempo los que trabajan para Dios.
“Los cristianos son probados, no sólo por la ira, el desprecio y la crueldad de sus
enemigos, sino por la indolencia, inconsecuencia, tibieza y traición de los que se
dicen sus amigos y ayudadores. Se los hace objeto de burlas y oprobio. Y el mismo
enemigo que induce a despreciarlos recurre a medidas más crueles y violentas
cuando se le presenta una oportunidad favorable.
“Para lograr sus propósitos, Satanás se vale de todo elemento no consagrado.
Entre los que profesan apoyar la causa de Dios, hay quienes se unen con sus
enemigos y así exponen su causa a los ataques de sus más acerbos adversarios. Aun
los que desean ver prosperar la obra de Dios debilitan las manos de sus siervos
oyendo, difundiendo y creyendo a medias las calumnias, jactancias y amenazas de
sus adversarios. Satanás obra con éxito asombroso mediante sus agentes; y todos
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los que ceden a su influencia están sujetos a un poder hechizador que destruye
la sabiduría de los sabios y el entendimiento de los prudentes.
“Pero, como Nehemías, los hijos de Dios no deben temer ni despreciar a sus
enemigos. Cifrando su confianza en Dios, deben ir adelante con firmeza, hacer su
obra con abnegación y entregar a su providencia la causa que representan.
“En medio del gran desaliento, Nehemías puso su confianza en Dios, e hizo de él su
segura defensa.”
PR pg. 486.3 – “Satanás dirigió siempre sus asaltos contra los que procuraban hacer
progresar la obra y causa de Dios. Aunque a menudo se ve frustrado, con la misma
frecuencia renueva sus ataques, dándoles más vigor y usando medios que hasta
entonces no probó. Pero su manera de obrar en secreto mediante aquellos que
se dicen amigos de la obra de Dios, es la más temible. La oposición abierta puede
ser feroz y cruel, pero encierra mucho menos peligro para la causa de Dios que la
enemistad secreta de aquellos que, mientras profesan servir a Dios, son de corazón
siervos de Satanás. Están en situación de poner toda ventaja en las manos de
aquellos que usarán su conocimiento para estorbar la obra de Dios y perjudicar a
sus siervos.
“Toda estratagema que pueda sugerir el príncipe de las tinieblas será empleada para
inducir a los siervos de Dios a confederarse con los agentes de Satanás. Les llegarán
repetidamente solicitudes para apartarlos de su deber; pero, como Nehemías, deben
contestar firmemente: ‘Yo hago una grande obra, y no puedo ir.’ En plena seguridad,
los que trabajan para Dios pueden seguir adelante con su obra y dejar que sus
esfuerzos refuten las mentiras que la malicia invente para perjudicarles.
“Como los que construían los muros de Jerusalén, deben negarse a permitir que las
amenazas, las burlas o las mentiras los distraigan de su obra. Ni por un momento
deben relajar su vigilancia; porque hay enemigos que de continuo les siguen los
pasos. Siempre deben elevar su oración a Dios y poner ‘guarda contra ellos de día y
de noche’ (Nehemías 4:9).
“A medida que se acerca el tiempo del fin, se harán sentir con más poder las
tentaciones a las cuales Satanás somete a los que trabajen para Dios. Empleará
agentes humanos para escarnecer a los que edifiquen la muralla. Pero si los
constructores se rebajasen a hacer frente a los ataques de sus enemigos, ello
no podría sino retardar la obra. Deben esforzarse por derrotar los propósitos de
sus adversarios; pero no deben permitir que cosa alguna los aparte de su trabajo. La
verdad es más fuerte que el error, y el bien prevalecerá sobre el mal.
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“Tampoco deben permitir que sus enemigos conquisten su amistad y
simpatía de modo que los seduzcan para hacerles abandonar su puesto del
deber. El que por un acto desprevenido expone al oprobio la causa de Dios, o
debilita las manos de sus colaboradores, echa sobre su propio carácter una mancha
que no se quitará con facilidad, y pone un obstáculo grave en el camino de su
utilidad futura.
“‘Los que dejan la ley, alaban a los impíos’ (Proverbios 28:4). Cuando los que se
unen con el mundo, aunque haciendo alarde de gran pureza, abogan por la
unión con los que siempre se han opuesto a la causa de la verdad, debemos
temerlos y rehuirlos con la misma decisión que revelaba Nehemías. El enemigo de
todo bien es el que inspira tales consejos. Se trata de palabras provenientes de
personas mercenarias, y se les debe resistir tan resueltamente hoy como antaño.
Cualquier influencia tendiente a hacer vacilar la fe del pueblo de Dios en su poder
guiador debe ser resistida con firmeza.”
Hoy en día, ¿quiénes son los “mercenarios”?
Primero habría que determinar quiénes son “los que siempre se han opuesto a la
causa de la verdad.” Claramente se trata del cuerno pequeño—ellos son quienes
echaron por tierra el continuo y el santuario, quienes se engrandecieron contra el
príncipe de la fortaleza, y quienes cambiaron “los tiempos y la ley” (Daniel 7:25).
Entonces, ¿quiénes son los que dicen ser hermanos nuestros y haciendo alarde de
gran pureza abogan por la unión con la Iglesia Romana?
Esos mercenarios son los profesos hermanos que dicen que no tiene nada de malo
que se realicen reuniones ecuménicas con la madre de todas las rameras.
“Pero su manera de obrar en secreto [de Satanás] mediante aquellos que se
dicen amigos de la obra de Dios, es la más temible.”
¿Y quiénes son los otros “agentes humanos” que usa Satanás “para escarnecer a los
que edifiquen la muralla”?
La muralla que cubría a Jerusalén era un símbolo de los Diez Mandamientos. Esto lo
sabemos gracias a la parábola de la viña del Señor en Isaías 5:1-13 y la parábola del
labrador y la viña de Mateo 21:33-39.
DMJ pg. 48.5 – “Siempre que los hombres escogen su propia senda, se oponen a
Dios. No tendrán lugar en el reino de los cielos, porque guerrean contra los mismos
principios del cielo. Al despreciar la voluntad de Dios, se sitúan en el partido de
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Satanás, el enemigo de Dios y de los hombres. No por una palabra, ni por muchas
palabras, sino por toda palabra que ha hablado Dios, vivirá el hombre. No podemos
despreciar una sola palabra, por pequeña que nos parezca, y estar libres de peligro.
No hay en la ley un mandamiento que no sea para el bienestar y la felicidad de
los hombres, tanto en esta vida como en la venidera.
“Al obedecer la ley de Dios, el hombre queda rodeado de un muro que lo protege
del mal. Quien derriba en un punto esta muralla edificada por Dios destruye la
fuerza de ella para protegerlo, porque abre un camino por donde puede entrar el
enemigo para destruir y arruinar.”
EC pg. 53.2 – “La ley es una muralla protectora para los que son obedientes a
los preceptos de Dios. ¿De qué otra fuente podemos obtener fuerza semejante o
aprender tan noble ciencia? ¿Qué otro libro puede enseñar al hombre a amar, temer
y obedecer a Dios como la Biblia? ¿Qué otro libro presenta a los estudiantes ciencia
más ennoblecedora, historia más maravillosa?
“Claramente retrata la justicia, y vaticina la consecuencia de la desobediencia a la
ley de Jehová. A nadie se deja en la oscuridad en cuanto a lo que Dios aprueba o
desaprueba. Estudiando las Escrituras llegamos a conocer a Dios y somos
encaminados hacia la comprensión de nuestra relación con Cristo, quien llevó
nuestros pecados, y es el garante, el sustituto de nuestra humanidad caída.
Estas verdades atañen a nuestros intereses presentes y eternos. La Biblia descuella
entre los libros, y su estudio tiene un valor superior al de otra literatura para dar
vigor y expansión a la mente.”
PR pg. 12.5 – “Mediante la nación escogida, Dios había querido impartir bendiciones
a toda la humanidad. ‘La viña de Jehová de los ejércitos—declaró el profeta—es la
casa de Israel, y los hombres de Judá planta suya deleitosa’ (Isaías 5:7).
“A este pueblo fueron confiados los oráculos de Dios. Estaba cercado por los
preceptos de su ley, los principios eternos de la verdad, la justicia y la pureza. La
obediencia a estos principios debía ser su protección, porque le impediría
destruirse a sí mismo por prácticas pecaminosas. Como torre del viñedo, Dios puso
su santo templo en medio de la tierra.
“Cristo era su instructor. Como había estado con ellos en el desierto, seguiría
siendo su maestro y guía. En el tabernáculo y el templo, su gloria moraba en la
santa shekina sobre el propiciatorio. El manifestaba constantemente en su favor las
riquezas de su amor y paciencia.
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“El propósito de Dios les fue manifestado por Moisés y fueron aclaradas las
condiciones de su prosperidad. ‘Porque tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios—les
dijo:—Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que
todos los pueblos que están sobre la haz de la tierra’ (Deuteronomio 7:6).”
“Las riquezas de su amor y paciencia” que Cristo imparte desde el Santuario
Celestial son los frutos de Gálatas 5:22-23. Es por eso que el Testigo Fiel nos invita a
comprar oro afinado en fuego—amor y fe, que naturalmente no poseemos (de lo
contrario no habría necesidad de comprar) en Apocalipsis 3:17-18.
La protección del pueblo de Dios en todos los tiempos ha sido el mismo:
primeramente su Ley.
Levítico 18:5 – “Por tanto mis estatutos y mis derechos guardaréis, los cuales
haciendo el hombre, vivirá en ellos: Yo Jehová.”
Salmos 37:27 – “Apártate del mal, y haz el bien. Y vivirás para siempre.”
Proverbios 4:4 – “Mantenga tu corazón mis razones, guarda mis mandamientos, y
vivirás.” –
Proverbios 7:2 – “Guarda mis mandamientos, y vivirás; Y mi ley como las niñas de
tus ojos.”
Ezequiel 20:11 – “Y díles mis ordenanzas, y declaréles mis derechos, los cuales el
hombre que los hiciere, vivirá en ellos.”
Ezequiel 33:19 – “Y cuando el impío se apartare de su iniquidad, e hiciere juicio y
justicia, vivirá por ello.”
Lucas 10:25-28 – “… y díjole: Bien has respondido: Haz esto, y vivirás.”
La obediencia a los Diez Mandamientos es la protección del pueblo de Dios.
La segunda protección era la torre: su santuario. En el pasado era un santuario
terrenal. Hoy se trata del verdadero: el Santuario Celestial.
Dentro de este santuario, en el lugar santísimo, se encuentra la ley original: los Diez
Mandamientos – y ninguna otra ley (Apocalipsis 11:19; Hebreos 9:3-4). Allí no se
encuentra ni la llamada ley de Moisés, ni la ley ceremonial de las fiestas y sábados
ceremoniales, ni la llamada Torah que es un paquete de los llamados 610
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mandamientos, pues estas leyes no son eternas y no son la protección de su
pueblo. Estas leyes quedaron clavadas en la cruz porque eran símbolo para que
podamos entender el plan de redención. Únicamente las dos tablas del pacto—los
Diez Mandamientos—se encuentran en el Santuario Celestial. Pues como su nombre
lo indica, son las tablas del pacto escritas con el dedo de Dios. Ninguna otra ley tiene
ese nombre y esa característica. El pacto de Dios no fue firmado sobre 610
mandamientos, sino sobre 10 Mandamientos.
Deuteronomio 4:13 – “Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra,
las diez palabras, y escribiólas en dos tablas de piedra.”
Deuteronomio 9:15 – “Y volví y descendía del monte, el cual ardía en fuego, con las
tablas del pacto en mis dos manos.”
Hebreos 9:4 – “El cuál tenía un incensario de oro, y el arca del pacto cubierta de
todas partes alrededor de oro; en la que estaba una urna de oro que contenía el
maná, y la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto.”
A pesar de que los maestros judaizantes insisten en ensuciar la mente de la gente
diciéndoles que la ley es toda la Torá—todos los 610 mandamientos—la Ley sobre
la cual está firmado el pacto es la ley moral, el Decálogo. Los maestros judaizantes
no quieren hacer distinción entre el Decálogo—la ley eterna—y la ley temporal,
porque no les conviene. Pero la Biblia presenta una clara distinción entre estas dos
leyes.
PP pg. 340.3 – “Así como la Biblia presenta dos leyes, una inmutable y eterna, la
otra provisional y temporaria, así también hay dos pactos. El pacto de la gracia se
estableció primeramente con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se
dio la promesa divina de que la simiente de la mujer herirá a la serpiente en la
cabeza. Este pacto puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la
gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo. También se les
prometió la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios. Así recibieron los patriarcas la
esperanza de la salvación.”
PP pg. 340.5 – “Aunque este pacto fue hecho con Adán, y más tarde se le renovó a
Abraham, no pudo ratificarse sino hasta la muerte de Cristo. Existió en virtud de la
promesa de Dios desde que se indicó por primera vez la posibilidad de redención.
Fue aceptado por fe: no obstante, cuando Cristo lo ratificó fue llamado el pacto
nuevo. La ley de Dios fue la base de este pacto, que era sencillamente un arreglo
para restituir al hombre a la armonía con la voluntad divina, para colocarlo en
condición de poder obedecer la ley de Dios.
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“Otro pacto, llamado en la Escritura el pacto ‘antiguo’, se estableció entre Dios e
Israel en el Sinaí, y en aquel entonces fue ratificado mediante la sangre de un
sacrificio. El pacto hecho con Abraham fue ratificado mediante la sangre de Cristo, y
es llamado el ‘segundo’ pacto o ‘nuevo’ pacto, porque la sangre con la cual fue
sellado se derramó después de la sangre del primer pacto. Es evidente que el nuevo
pacto estaba en vigencia en los días de Abraham, puesto que entonces fue
confirmado tanto por la promesa como por el juramento de Dios, ‘dos cosas
inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta’ (Hebreos 6:18).
“Pero si el pacto confirmado a Abraham contenía la promesa de la redención, ¿por
qué se hizo otro pacto en el Sinaí? Durante su esclavitud, el pueblo había perdido en
alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto con Abraham. Al
libertarlos de Egipto, Dios trató de revelarles su poder y su misericordia para
inducirlos a amarle y a confiar en él. Los llevó al Mar Rojo, donde, perseguidos por
los egipcios, parecía imposible que escaparan, para que vieran su total desamparo y
necesidad de ayuda divina; y entonces los libró. Así se llenaron de amor y gratitud
hacia él, y confiaron en su poder para ayudarlos. Los ligó a sí mismo como su
libertador de la esclavitud temporal.
“Pero había una verdad aun mayor que debía grabarse en sus mentes. Como
habían vivido en un ambiente de idolatría y corrupción, no tenían un concepto
verdadero de la santidad de Dios, de la extrema pecaminosidad de su propio
corazón, de su total incapacidad para obedecer la ley de Dios, y de la necesidad
de un Salvador. Todo esto se les debía enseñar.
Dios los llevó al Sinaí; manifestó allí su gloria; les dio la ley, con la promesa de
grandes bendiciones siempre que obedecieran: ‘Ahora pues, si dais oído a mi voz, y
guardáis mi pacto, […] vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa’
(Éxodos 19:5-6). Los israelitas no percibían la pecaminosidad de su propio
corazón, y no comprendían que sin Cristo les era imposible guardar la ley de
Dios; y con excesiva premura concertaron su pacto con Dios. Al creerse capaces de
ser justos por sí mismos, declararon: ‘Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho,
y obedeceremos’ (Éxodo 24:7).
“Habían presenciado la grandiosa majestad de la proclamación de la ley, y habían
temblado de terror ante el monte; y sin embargo, apenas unas pocas semanas
después, quebrantaron su pacto con Dios al postrarse a adorar una imagen
fundida. No podían esperar el favor de Dios por medio de un pacto que ya habían
roto; y entonces viendo su pecaminosidad y su necesidad de perdón, llegaron a
sentir su necesidad del Salvador revelado en el pacto de Abraham y simbolizado en
los sacrificios. De manera que mediante la fe y el amor se vincularon con Dios como
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su libertador de la esclavitud del pecado. Ya estaban capacitados para apreciar las
bendiciones del nuevo pacto.”
Lamentablemente hoy en día muchos hermanos se dejan llevar por las fábulas y se
dejan convencer fácilmente para celebrar las fiestas del ritual simbólico. Esto, en
parte, se debe a que dentro de todo ser humano existe el deseo de salvarse por sus
propias obras, por su propia justicia y por sus propios méritos. Para la naturaleza
pecaminosa y para el corazón egoísta es mucho más agradable y preferible una
salvación que requiera ritos y ceremonias, a una salvación que requiera
arrepentimiento, reforma, fe y sumisión a un Sustituto, Garante y Mediador.
Los “agentes humanos” que usa Satanás “para escarnecer a los que edifiquen la
muralla” son primeramente todo ser humano que nos influye a apartarnos de su
santa Ley; pero también incluye a todo falso maestro que desvía al pueblo a que
celebre las fiestas del ritual simbólico; son todos aquellos falsos teólogos que ponen
fechas para la segunda venida de Cristo; los falsos hermanos que proclaman fábulas
sobre seres reptilianos o nephilim; y toda clase de basura sacada de ciencia ficción
humana inspirada por el padre de la mentira.
Todos estos agentes de Satanás nos quieren apartar de nuestra meta que es la
proclamación del triple mensaje angélico—un mensaje que nos lleva a la
proclamación del inminente juicio de vivos, un mensaje que nos lleva a congregar al
Santuario Celestial para nuestra aceptación, el perdón, y el bautismo diario del
Espíritu Santo bajo la forma de lluvia temprana.
Satanás quiere impedir que se termine de reedificar la muralla y la torre, y entonces
envía a los fiesteros judaizantes, a los que creen en reptilianos, a los que ponen
fechas, y a todo maestro de doctrina apóstata y jesuita, para que en lugar de
terminar de restaurar el cuarto mandamiento, en lugar de terminar de restaurar el
Santuario Celestial, y en lugar de proclamar “temed a Dios, y dadle honra; porque la
hora de su juicio es venida” (Apocalipsis 14:7), estemos todos discutiendo sobre
hombres que se convierten en reptiles, fechas para la segunda venida de Cristo, la
ordenación de mujeres, y de todo menos la verdad presente.
Es por esto que la hermana White nos advirtió a no rebajarnos al nivel de estos
agentes de Satanás.
“Pero si los constructores se rebajasen a hacer frente a los ataques de sus
enemigos, ello no podría sino retardar la obra. Deben esforzarse por derrotar los
propósitos de sus adversarios; pero no deben permitir que cosa alguna los aparte de
su trabajo.”
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No perdamos más el tiempo debatiendo sobre fábulas, teorías y doctrinas
satánicas. ¡Debemos terminar la obra que el Señor ha encomendado al pueblo
adventista del séptimo día! Debemos terminar la obra del mensaje del tercer ángel,
es el tiempo de restaurar el Santuario Celestial, de restaurar la Ley que se encuentra
en su Lugar Santísimo y de enaltecer al Sumo Sacerdote que intercede diariamente
por nosotros.
Acerca de las clases