Estudio Nehemias Ley Santuario
Acerca de las clases

La observancia sagrada del sábado
PP pg. 267.1 – “Dios no había olvidado las necesidades de Israel. Dijo a Moisés: ‘Yo
os haré llover pan del cielo’. Y mandó al pueblo recoger una provisión diaria, y doble
cantidad el día sexto, para que se cumpliera la observancia sagrada del sábado.
“Moisés aseguró a la congregación que sus necesidades serían satisfechas: ‘Jehová
os dará por la tarde carne para comer, y por la mañana pan hasta saciaros, porque
Jehová ha oído lo que habéis murmurado contra él’ Y agregó: ‘¿Qué somos nosotros?
Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová’. Además le
mandó a Aarón que les dijera: ‘Acercaos a la presencia de Jehová, porque él ha oído
vuestras murmuraciones’.
“Mientras Aarón hablaba, ‘miraron hacia el desierto, y vieron que la gloria de Jehová
aparecía en la nube’ (Éxodo 16:10). Un resplandor que nunca antes habían visto
simbolizaba la divina presencia. Mediante manifestaciones dirigidas a sus sentidos,
iban a obtener un conocimiento de Dios. A fin de que obedecieran a su voz y
temieran su nombre, se les iba a enseñar que el Altísimo era su jefe, y no meramente
Moisés, que era un hombre.
“Al caer la noche, todo el campamento estuvo rodeado de enormes bandadas de
codornices, suficientes para suplir las demandas de toda la multitud. Y por la
mañana ‘apareció sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda
como escarcha sobre la tierra’. ‘Era como una semilla de culantro, blanco’. El pueblo
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lo llamó maná. Moisés dijo: Este ‘es el pan que Jehová os da para comer’ (Éxodo
16:15).
“El pueblo recogió el maná, y encontraron que había abundante provisión para
todos. ‘Molían en molinos, o majaban en morteros, y lo cocían en caldera, o hacían
de él tortas’; y era ‘su sabor como de hojuelas con miel’ (Números 11:8). Se les
ordenó recoger diariamente un gomer por persona, sin dejar nada para el otro día.
Algunos trataron de guardar una provisión para el día siguiente, pero hallaron
entonces que ya no era bueno para comer. La provisión para el día debía juntarse
por la mañana; pues todo lo que permanecía en el suelo era derretido por el sol.
“Al recoger el maná, algunos llevaban más y otros menos de la cantidad indicada;
pero ‘lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que
había recogido poco’. Una explicación de estas palabras, así como también la lección
práctica que se deriva de ellas, la da el apóstol Pablo en su segunda Epístola a los
Corintios. Dice:
‘No digo esto para que haya para otros holgura y para vosotros escasez, sino para
que en este momento, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos,
para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya
igualdad, como está escrito: El que recogió mucho no tuvo más y el que poco, no
tuvo menos’ (2 Corintios 8:13-15).
“Al sexto día el pueblo recogió dos gomeres por persona. Los jefes inmediatamente
hicieron saber a Moisés lo que había pasado. Su respuesta fue: ‘Esto es lo que ha
dicho Jehová: ‘Mañana es sábado, el día de reposo consagrado a Jehová; lo que
tengáis que cocer, cocedlo hoy, y lo que tengáis que cocinar, cocinadlo; y todo lo que
os sobre, guardadlo para mañana’. Así lo hicieron, y vieron que no se echó a perder.
Y Moisés dijo: ‘Comedlo hoy, porque hoy es sábado dedicado a Jehová; hoy no
hallaréis nada en el campo. Seis días lo recogeréis, pero el séptimo día, que es
sábado, nada se hallará’.
“Dios requiere que hoy su santo día se observe tan sagradamente como en el
tiempo de Israel. El mandamiento que se dio a los hebreos debe ser considerado
por todos los cristianos como una orden de parte de Dios para ellos. El día anterior
al sábado debe ser un día de preparación a fin de que todo esté listo para sus
horas sagradas. En ningún caso debemos permitir que nuestros propios negocios
ocupen el tiempo sagrado. Dios ha mandado que se atienda a los que sufren y a los
enfermos; el trabajo necesario para darles bienestar es una obra de misericordia, y
no es una violación del sábado; pero todo trabajo innecesario debe evitarse.
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“Muchos, por descuido, postergan hasta el inicio del sábado cosas pequeñas que
pudieron haberse hecho en el día de preparación. Esto no debe ocurrir. El trabajo
que no se hizo antes del principio del sábado debe quedar sin hacerse hasta que
pase ese día. Este procedimiento fortalecería la memoria de los olvidadizos, y los
ayudaría a realizar sus tareas en los seis días de trabajo.
“Cada semana, durante su largo peregrinaje en el desierto, los israelitas
presenciaron un triple milagro que debía inculcarles la santidad del sábado:
cada sexto día caía doble cantidad de maná, nada caía el día séptimo, y la porción
necesaria para el sábado se conservaba dulce sin descomponerse, mientras que si se
guardaba los otros días, se descomponía.
“En las circunstancias relacionadas con el envío del maná, tenemos evidencia
conclusiva de que el sábado no fue establecido, como muchos alegan, cuando
la ley se dio en el Sinaí. Antes de que los israelitas llegaran al Sinaí, comprendían
perfectamente que tenían la obligación de guardar el sábado. Al tener que recoger
cada viernes doble porción de maná en preparación para el sábado, día en que no
caía, la naturaleza sagrada del día de descanso les era recordada de continuo. Y
cuando parte del pueblo salió en sábado a recoger maná, el Señor preguntó: ‘¿Hasta
cuándo os negaréis a guardar mis mandamientos y mis leyes?’ (Éxodo 16:28).
“‘Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que entraron a tierra
habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán’.
Durante cuarenta años se les recordó diariamente mediante esta milagrosa
provisión, el infaltable cuidado y el tierno amor de Dios.”
PP pg. 269.2 – “El maná que caía del cielo para el sustento de Israel era un símbolo
de Aquel que vino de Dios a dar vida al mundo. Dijo Jesús: ‘Yo soy el pan de vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. Este es el pan
que desciende del cielo […]. Si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el
pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo’ (Juan 6:48-51). Y
entre las bendiciones prometidas al pueblo de Dios para la vida futura, se escribió:
‘Al vencedor le daré de comer del maná escondido’ (Apocalipsis 2:17).”
La maldición de la carne
CRA pg. 175.2 – “Cuando el Dios de Israel sacó a sus hijos de Egipto, los mantuvo en
gran medida privados de la carne, pero les dio pan del cielo, y agua de la dura roca.
Mas no se manifestaron satisfechos con esto. Detestaron el alimento que se les
había dado, y desearon verse de vuelta en Egipto, donde podían sentarse ante
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las ollas de carne. Preferían soportar la esclavitud, y aun la muerte, antes que
verse privados de la carne. Dios les concedió su deseo, dándoles carne, y dejando
que comieran hasta que su glotonería produjo una plaga, de la cual muchos
murieron.”
Números 11:1-4 – “Y aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová: y oyólo
Jehová, y enardecióse su furor, y encendióse en ellos fuego de Jehová y consumió el
un cabo del campo. Entonces el pueblo dio voces a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y
soterróse el fuego. Y llamó a aquel lugar Taberah; porque el fuego de Jehová se
encendió en ellos. Y el vulgo que había en medio tuvo un vivo deseo, y volvieron, y
aun lloraron los hijos de Israel, y dijeron: Quién nos diera a comer carne!”
PP pg. 348.5 – “Después de tres días de viaje, comenzaron quejas. Estas se
originaron entre la turba mixta que estaba compuesta por mucha gente que no se
había unido completamente a Israel, sino que se mantenía siempre alerta para notar
cualquier motivo de crítica. A los quejosos no los satisfacía la dirección que se seguía
en la marcha, y constantemente censuraban la manera en que Moisés los dirigía,
aunque sabían que, como ellos mismos, él seguía la nube orientadora. El desafecto
es contagioso y pronto cundió por todo el campamento.
“Nuevamente comenzaron a clamar pidiendo carne para comer. A pesar de que
se les había suministrado maná en abundancia, no estaban satisfechos. Durante su
esclavitud en Egipto, los israelitas se habían visto obligados a sustentarse con una
alimentación común y sencilla, pero su apetito aguzado por las privaciones y el
trabajo rudo la encontraba sabrosa. Pero muchos de los egipcios que estaban ahora
entre ellos, estaban acostumbrados a un régimen de lujo; y estos fueron los
primeros en quejarse. Cuando estaba por darles maná, un poco antes de que llegara
Israel al Sinaí, Dios les concedió carne en respuesta a sus clamores; pero se la
suministró por un día solamente.
“Dios pudo haberles suplido carne tan fácilmente como les proporcionaba maná;
pero para su propio bien se les impuso una restricción. Dios se proponía
suplirles alimentos más apropiados a sus necesidades que el régimen estimulante al
que muchos se habían acostumbrado en Egipto. Su apetito pervertido debía ser
corregido y devuelto a una condición más saludable a fin de que pudieran
hallar placer en el alimento que originalmente se proveyó para el hombre: los
frutos de la tierra, que Dios dio a Adán y a Eva en el Edén. Por este motivo quedaron
los israelitas en gran parte privados de alimentos de origen animal.
“Satanás los tentó para que consideraran esta restricción como cruel e injusta.
Los hizo codiciar las cosas prohibidas, porque sabía que la complacencia
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desenfrenada del apetito tendería a producir sensualidad, y por estos medios le
resultaría más fácil dominarlos. El autor de las enfermedades y las miserias
asaltará a los hombres donde pueda alcanzar más éxito. Mayormente por las
tentaciones dirigidas al apetito, ha logrado inducir a los hombres a pecar
desde la época en que indujo a Eva a comer el fruto prohibido, y por este mismo
medio indujo a Israel a murmurar contra Dios. Porque favorece efectivamente a la
satisfacción de las pasiones bajas, la intemperancia en el comer y en el beber
prepara el camino para que los hombres menosprecien todas las obligaciones
morales. Cuando la tentación los asalta, tienen muy poca fuerza de resistencia.
“Dios sacó a los israelitas de Egipto para establecerlos en la tierra de Canaán, como
un pueblo puro, santo y feliz. Para lograr este propósito los hizo pasar por un
curso de disciplina, tanto para su propio bien como para el de su posteridad. Si
hubieran querido dominar su apetito en obediencia a las sabias restricciones de
Dios, no se habría conocido debilidad ni enfermedad entre ellos; sus descendientes
habrían poseído fuerza física y espiritual. Habrían tenido percepciones claras y
precisas de la verdad y del deber, discernimiento agudo y sano juicio. Pero no
quisieron someterse a las restricciones y a los mandamientos de Dios, y esto
les impidió, en gran parte, llegar a la alta norma que él deseaba que ellos alcanzaran,
y recibir las bendiciones que él estaba dispuesto a concederles.
“Dice el salmista: ‘Pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto.
Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? Él ha herido
la peña, y brotaron aguas y torrentes inundaron la tierra. ¿Podrá dar también pan?
¿Dispondrá carne para su pueblo?. Y lo oyó Jehová y se indignó’ (Salmos 78:18-
21).”
La palabra de Dios dice claramente que los israelitas que pidieron carne “tentaron a
Dios”, “hablaron contra Dios”, y hasta indignaron a Dios, pues Él nos ha dado un
régimen alimenticio libre de carne, pero nuestro apetito pervertido busca excusas
para comer carne. Buscamos la sabiduría de la medicina moderna que dice que
“necesitamos la proteína animal”, como si el hombre fuera más sabio que el propio
Creador del hombre. Para el Creador, este tipo de razonamiento (“necesitamos la
proteína animal”) no es sabiduría, sino todo lo contrario: es IGNORANCIA y
CEGUERA espiritual. Escrito está:
PR pg. 350.1 – “Las murmuraciones y las asonadas habían sido frecuentes durante el
trayecto del Mar Rojo al Sinaí, pero porque se compadecía de su ignorancia y su
ceguera Dios no castigó el pecado de ellos con sus juicios. Pero desde entonces se
les había revelado en Horeb. Habían recibido mucha luz, pues habían visto la
majestad, el poder y la misericordia de Dios; y por su incredulidad y descontento
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incurrieron en gran culpabilidad. Además, habían pactado aceptar a Jehová como
su rey y obedecer su autoridad. Sus murmuraciones eran ahora rebelión, y como tal
habían de recibir el merecido castigo, si se quería preservar a Israel de la anarquía y
la ruina. ‘Se encendió entre ellos un fuego de Jehová que consumió uno de los
extremos del campamento’ (Números 11:1). Los más culpables de los quejosos
quedaron muertos, fulminados por el rayo de la nube.”
Cuando al principio de la peregrinación por el desierto, el pueblo pidió carne, Dios
tuvo misericordia y les dio carne por un día, sin que recibieran castigo por sus
murmuraciones. Pero tiempo después de que el pueblo recibió más luz, y pudo ver
la majestad y el poder de Dios manifestados en el Sinaí, y aún así volvieron a
murmurar y a pedir carne, entonces Dios tomó esto—ya no como ignorancia—sino
como una rebelión abierta contra su ley.
Entonces—en base a esta lección práctica que encontramos en la Palabra de Dios—
¿cómo creen que Dios mira a un pueblo que ha recibido la magnífica luz de la
Reforma Pro Salud y aún así sigue consumiendo carne: será que lo juzga como
ignorancia o como rebelión? ¿Y cuál creen que será el resultado: misericordia o
castigo? Sería bueno meditar en esto cada vez que el apetito pervertido pida carne, y
sin olvidar que la alimentación correcta entra en el campo de la santificación y no en
el campo de la justificación.
PP pg. 350.2 – “Aterrorizado, el pueblo suplicó a Moisés que intercediera ante el
Señor en su favor. Así lo hizo, y el fuego se extinguió. En memoria de este castigo
Moisés llamó aquel sitio Tabera, ‘Incendio’.
“Pero la iniquidad empeoró pronto. En vez de llevar a los sobrevivientes a la
humillación y al arrepentimiento, este temible castigo no pareció tener en ellos otro
fruto que intensificar las murmuraciones. Por todas partes el pueblo se reunía a la
puerta de sus tiendas, llorando y lamentándose. ‘La gente extranjera que se mezcló
con ellos se dejó llevar por el hambre, y los hijos de Israel también volvieron a sus
llantos, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado
que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las
cebollas y los ajos. ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven
nuestros ojos!’ (Números 11:4-6).
“Así manifestaron su descontento con los alimentos que su Creador les
proporcionaba. No obstante, tenían pruebas constantes de que ese alimento se
adaptaba a sus necesidades; pues a pesar de las tribulaciones que soportaban, no
había una sola persona enferma en todas las tribus.”
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PP pg. 353.1 – “Un viento fuerte, que sopló entonces de la mar, trajo bandadas
de codornices, ‘y las dejó sobre el campamento, un día de camino de un lado y un día
de camino del otro lado, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la
superficie de la tierra’ (Números 11:31). Todo aquel día y aquella noche, y el
siguiente día, el pueblo trabajó recogiendo el alimento que milagrosamente se le
había provisto. Recogieron grandes cantidades de codornices. ‘El que menos,
recogió montones’ (Números 11:32). Se conservó por desecamiento todo lo que no
era necesario para el consumo del momento, de manera que la provisión, tal como
Dios lo había prometido, fue suficiente para todo un mes.
“Dios dio a los israelitas lo que no era beneficioso para ellos porque habían
insistido en desearlo; no querían conformarse con las cosas que le serían de
provecho. Sus deseos rebeldes fueron satisfechos, pero se les dejó que
sufrieran las consecuencias. Comieron desenfrenadamente y sus excesos fueron
rápidamente castigados. ‘Hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande’
(Números 11:33). Muchos fueron postrados por fiebres calcinantes, mientras que
los más culpables de entre ellos fueron heridos apenas probaron los alimentos que
habían codiciado.”
Números 11:33 – “Aun estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese
masticada, cuando el furor de Jehová se encendió en el pueblo con una muy grande
plaga. Y llamó el nombre de aquel lugar Kibroth-hattaavah, por cuanto allí
sepultaron al pueblo codicioso.”

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