Estudio Nehemias Ley Santuario
Acerca de las clases

El Servicio Anual
PP pg. 368/2 (323.2) – “Una vez al año, en el gran día de la expiación, el sacerdote
entraba en el lugar santísimo para limpiar el santuario. La obra que se llevaba a
cabo allí completaba el ciclo anual de ceremonias.”
PP pg. 364/5 (320.3) – “Ningún ojo mortal excepto el del sumo sacerdote debía
mirar el interior del lugar santísimo. Solo una vez al año podía entrar allí el sumo
sacerdote, y eso después de la preparación más cuidadosa y solemne. Temblando,
entraba para presentarse ante Dios, y el pueblo en reverente silencio esperaba su
regreso, con los corazones elevados en fervorosa oración para pedir la bendición
divina. Ante el propiciatorio, el sumo sacerdote hacía expiación por Israel; y en la
nube de gloria, Dios se encontraba con él. Si su permanencia en dicho sitio duraba
más del tiempo acostumbrado, el pueblo sentía temor de que, a causa de los pecados
de ellos o de él mismo, lo hubiera matado la gloria del Señor.”
Cuando llegaba el 10 de mes séptimo (Levítico 23:27; 16:29), el día de la expiación,
el israelita debía seguir confiando en la ofrenda—como toda suficiente para
satisfacer los requerimientos de la Ley de Dios para que su nombre se conserve en
el Libro de la Vida, aunque sea como una promesa—y el sacrificio—como todo
suficiente para satisfacer la condenación de la Ley para que sus pecados perdonados
sean borrados en promesa, y en este día en el trabajo del sumo sacerdote (Levítico
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16:2), en el lugar de trabajo—el lugar santísimo, y en la misericordia de Dios
Padre. El israelita debía seguir confiando en el acto del Sumo Sacerdote de quemar
incienso (Levítico 16:12-13) y en el acto de rociar la sangre sobre el propiciatorio
(Levítico 16:15-16).
Tanto el trabajo del sacerdote en el servicio diario terrenal, como el trabajo del
sumo sacerdote en el servicio anual, eran sólo una representación del Sacerdocio de
Cristo (Hebreos 7:24). En el Santuario Celestial, Cristo también está haciendo
Servicio Diario Celestial (Romanos 3:24) para los creyentes vivos (Isaías 38:18-19),
y Día de Juicio para los que ya han pasado al descanso.
Si no hubiese habido un traslado de pecados, por medio de la sangre, al santuario,
no hubiese tenido sentido alguno que hubiera un día de “purificación” del santuario.
El santuario debía ser purificado de todos los pecados que habían sido transferidos
al santuario. UNICAMENTE los pecados que habían sido transferidos al santuario
podían ser expiados o borrados. De igual manera, en la realidad del Santuario
Celestial, si nuestros pecados HOY no son transferidos al Santuario Celestial en
virtud de la sangre de Cristo, entonces en el día del JUICIO no serán borrados.
Es por esto que al cuerno pequeño le conviene una predicación popular con “perdón
y justificación en la cruz”—porque Satanás no quiere que nuestros pecados sean
borrados en ocasión del Juicio de Vivos, para que no recibamos la lluvia tardía en
virtud de la justicia de Cristo y para que no podamos dar el fuerte pregón.
PP pg. 369/3 (323.5) – “Mediante este servicio anual se enseñaban al pueblo
importantes verdades acerca de la expiación. En la ofrenda por el pecado que se
ofrecía durante el año, se había aceptado un sustituto en lugar del pecador; pero la
sangre de la víctima no había completado expiación por el pecado. No había
previsto más que un medio en virtud del cual el pecado se transfería al
santuario. Al ofrecerse la sangre, el pecador reconocía la autoridad de la ley,
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confesaba la culpa de su transgresión y expresaba su fe en Aquel que había de
quitar los pecados del mundo; pero no quedaba completamente exonerado de la
condenación de la ley.
“El día de la expiación, el sumo sacerdote, llevando una ofrenda por la congregación,
entraba en el lugar santísimo con la sangre y la rociaba sobre el propiciatorio,
encima de las tablas de la ley. En esa forma los requerimientos de la ley, que
exigían la vida del pecador, quedaban satisfechos. Entonces, en su carácter de
mediador, el sacerdote tomaba los pecados sobre sí mismo, y salía del santuario
llevando sobre él la carga de las culpas de Israel. A la puerta del tabernáculo ponía
las manos sobre la cabeza del macho cabrío de Azazel, y confesaba ‘sobre él todas
las iniquidades de los hijos de Israel, y todas sus rebeliones y todos sus pecados. Así
los pondrá sobre la cabeza del macho cabrío’. Y cuando el macho cabrío que llevaba
estos pecados era conducido al desierto, se consideraba que con él se alejaban para
siempre del pueblo. Este es el servicio definido como ‘figura y sombra de las
cosas celestiales’ (Hebreos 8:5).”
Es necesario diariamente congregarnos al Santuario Celestial para poder ser
perdonados en virtud de la sangre de Cristo, para poder ser justificados en Cristo y
poder recibir la lluvia temprana, para obtener los dones de Gálatas 5:22, y para que
el Espíritu Santo cumpla la promesa del nuevo pacto (Hebreos 8:10): y escriba la
Ley en nuestra mente y corazón, para que así aprendamos a andar con Dios.
Esta es la verdad presente que el dios de este siglo quiere mantener bajo tierra, a fin
de desviar al hombre por una vía equivocada de desobediencia—ya sea abierta o
encubierta.
2 Corintios 4:4 – “En los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los
incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la gloria de
Cristo, el cual es la imagen de Dios.”
La lluvia tardía debe ser dada luego de que los pecados sean borrados (Hechos 3:19)
y los pecados son borrados UNICAMENTE luego de haber pasado el juicio (Levítico
16:16).
Hechos 3:19-20 – “Así que, arrepentíos y convertíos (SERVICIO DIARIO), para que
sean borrados vuestros pecados (DIA DE JUICIO); pues que vendrán los tiempos de
refrigerio de la presencia del Señor (LLUVIA TARDIA a los que pasaron el juicio). Y
enviará a Jesucristo, que os fue antes anunciado (LOS QUE RECIBIERON LLUVIA
TARDIA – APROBADOS EN EL JUICIO – ESTAN PREPARADOS PARA LA SEGUNDA
VENIDA).”
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Entonces, HOY debemos pedir por la lluvia temprana que nos preparará para el
JUICIO DE VIVOS que antecede a la segunda venida de Cristo. Y debemos recibir el
bautismo diario del Espíritu Santo para poder andar en el camino de la santificación
verdadera, como resultado de haber sido justificados diariamente en virtud de la
obediencia perfecta y perpetua de Cristo.
El ritual simbólico enseña claramente que en el Día del Juicio, el israelita no confiaba
en su propia obediencia, sino que seguía confiando en lo que confió desde un
principio: el incienso—la justicia de Cristo, y la sangre del sacrificio—la sangre
derramada en la cruz. Y así como en virtud de la justicia de Cristo se nos otorga
diariamente la lluvia temprana, cuando comience el Juicio de Vivos, los que salgan
aprobados en virtud de la justicia de Cristo recibirán la lluvia tardía para poder dar
el fuerte pregón hasta el fin del tiempo de gracia para el mundo entero.
TM pg. 506.2 – “Pero a menos que haya caído la lluvia temprana, no habrá vida;
la hoja verde no aparecerá. A menos que las primeras precipitaciones hayan
hecho su obra, la lluvia tardía no podrá perfeccionar ninguna semilla.”
Es completamente inútil pues, pretender orar hoy por la lluvia tardía, si no hemos
recibido nunca la lluvia tardía, y ni siquiera comprendemos cómo se recibe la lluvia
temprana y tardía. Al orar ignorantemente por la lluvia tardía estarías pidiendo que
ya de una vez Dios tome nuestro caso y, al estar desprovistos de la justicia de Cristo,
seamos hallados faltos. En otras palabras: estaríamos pidiendo la muerte segunda.
TM pg. 507.1 – “Muchos, en gran medida, han dejado de recibir la lluvia
temprana. No han obtenido todos los beneficios que Dios ha provisto para ellos por
medio de ella. Esperan que la deficiencia sea suplida por la lluvia tardía.”
PP pg. 371/3 (325.2) – “Después de su ascensión, nuestro Salvador iba a dar
comienzo a su obra como nuestro Sumo Sacerdote. El apóstol Pablo dice: ‘No entró
Cristo en el santuario hecho por los hombres, figura del verdadero, sino en el cielo
mismo, para presentarse ahora por nosotros ante Dios’ (Hebreos 9:24). Como el
ministerio de Cristo iba a consistir en dos grandes divisiones, ocupando cada una un
período de tiempo y teniendo un sitio distinto en el santuario celestial, asimismo el
culto simbólico consistía en el servicio diario y el anual, y a cada uno de ellos se
dedicaba una sección del tabernáculo.
“Como Cristo, después de su ascensión, compareció ante la presencia de Dios para
ofrecer su sangre en beneficio de los creyentes arrepentidos, así el sacerdote
rociaba en el servicio diario la sangre del sacrificio en el lugar santo en favor de los
pecadores.
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“Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la
condenación de la ley, no anulaba el pecado; este queda registrado en el
santuario hasta la expiación final; así en el símbolo, la sangre de la víctima
quitaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el santuario hasta el día de la
expiación.
“En el gran día del juicio final, los muertos han de ser juzgados ‘por las cosas que’
están ‘escritas en los libros, según sus obras’ (Apocalipsis 20:12). Entonces por el
poder de la sangre expiatoria de Cristo, los pecados de todos los que se hayan
arrepentido sinceramente serán borrados de los libros celestiales. En esta forma el
santuario será liberado, o limpiado, de los registros del pecado. En el símbolo, esta
gran obra de expiación, o el acto de borrar los pecados, estaba representada por los
servicios del día de la expiación, o sea de la purificación del santuario terrenal, la
cual se realizaba en virtud de la sangre de la víctima y por la eliminación de los
pecados que lo manchaban.
“Así como en la expiación final los pecados de los arrepentidos han de borrarse de
los registros celestiales, para no ser ya recordados, en el símbolo terrenal eran
enviados al desierto y separados para siempre de la congregación.
“Puesto que Satanás es el
originador del pecado, el
instigador directo de todos los
pecados que causaron la
muerte del Hijo de Dios, la
justicia exige que Satanás sufra
el castigo final. La obra de
Cristo en favor de la redención
del hombre y la purificación del
pecado del universo, será
concluida cuando se saque el
pecado del santuario celestial y
sea colocado sobre Satanás,
quien sufrirá el castigo final. Así en el servicio simbólico, el ciclo anual del ministerio
se completaba con la purificación del santuario y la confesión de los pecados sobre
la cabeza del macho cabrío de Azazel.
“De este modo, en el servicio del tabernáculo, y en el del templo que posteriormente
ocupó su lugar, se enseñaban diariamente al pueblo las grandes verdades relativas a
la muerte y al ministerio de Cristo, y una vez al año sus pensamientos eran llevados
hacia los acontecimientos finales de la gran controversia entre Cristo y Satanás, y
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hacia la purificación final del universo, que lo limpiará del pecado y de los
pecadores.”
Conclusión
PP pg. 383/2 (337.4) – “La ley ceremonial fue dada por Cristo. Aun después de ser
abolida, Pablo la presentó a los judíos en su verdadero marco y valor, mostrando
el lugar que ocupaba en el plan de la redención, así como su relación con la obra
de Cristo; y el gran apóstol declara que esta ley es gloriosa, digna de su divino
Originador.
“El solemne servicio del santuario representaba las grandes verdades que
iban a ser reveladas a través de las siguientes generaciones. La nube de
incienso que ascendía con las oraciones de Israel representaba su justicia, que es lo
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único que puede hacer aceptable ante Dios la oración del pecador; la víctima
sangrante en el altar del sacrificio daba testimonio del Redentor que había de venir;
y el lugar santísimo irradiaba la señal visible de la presencia divina. Así, a través de
siglos y siglos de tinieblas y apostasía, la fe se mantuvo viva en los corazones
humanos hasta que llegó el tiempo del advenimiento del Mesías prometido.”
La ley ceremonial, y en especial el solemne servicio del santuario, sirven para
revelar a los hombres las grandes verdades que debemos aprender para poder ser
salvos y poder ser beneficiados por el plan de redención trazado por Dios. El
servicio del santuario terrenal revela al hombre cómo es justificado, cómo es
perdonado, y cómo puede recibir al Espíritu Santo. El servicio del santuario revela la
vigencia de los Diez Mandamientos, y la importancia del trabajador y de su lugar de
trabajo, es decir: la importancia de la Ley, del Evangelio, del Ministerio Sacerdotal
Celestial de Cristo y del Santuario Celestial.
El ritual simbólico nos enseña que, así como el israelita era justificado diariamente
en base a una justicia fuera de sí mismo, gracias al trabajo de otro hombre y en un
lugar específico, nosotros hoy debemos ser justificados diariamente en base a una
justicia ajena a nosotros—la justicia de Cristo—y gracias al trabajo de Cristo como
Sumo Sacerdote en el Santuario Celestial, y gracias a la misericordia de Dios Padre
que acepta al inaceptable en Cristo Señor nuestro.
Además el israelita era perdonado en base a una muerte sustitutiva diariamente, y
gracias al trabajo de otro hombre y en un lugar específico. Esto también nos enseña
que hoy somos perdonados diariamente en virtud de la sangre de Cristo que fue
derramada en la cruz. Diariamente debemos confesar nuestros pecados para que
estos puedan ser transferidos al Santuario Celestial y para que puedan ser expiados
o borrados en el Juicio.
Diariamente, y en virtud de la justicia de Cristo, debemos pedir por el bautismo
del Espíritu Santo bajo la forma de la lluvia temprana. El Consolador debe venir a
habitar en nosotros para escribir la Ley en nuestras mentes y nuestros corazones, y
debe sembrar los dones sobrenaturales de Gálatas 5:22-23. Capacitados con el
poder divino debemos ejercer nuestro esfuerzo humano para poder andar en el
camino de la santificación verdadera como un resultado de la justificación en Cristo.
En ocasión del Juicio debemos seguir confiando en lo mismo: la justicia de Cristo
para que nuestros nombres sean conservados en el Libro de la Vida, y la sangre de
Cristo para que nuestros pecados previamente perdonados puedan ser borrados de
nuestros registros de malas obras y transferidos a la cuenta de Satanás. También en
virtud de la justicia de Cristo se nos concederá la lluvia tardía para que con este
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poder podamos dar el fuerte pregón mientras dure el Juicio de Vivos hasta que
Cristo termine su obra en el Santuario Celestial (Apocalipsis 22:11).
PP pg. 385/3 (339.3) – “Dios llamó a Israel, lo bendijo y lo exaltó, no para que
mediante la obediencia a su ley recibiera él solo su favor y fuera beneficiario
exclusivo de sus bendiciones; sino para revelarse por medio de él a todos los
habitantes de la tierra. Para poder alcanzar este propósito, Dios le ordenó que fuera
diferente de las naciones idólatras que lo rodeaban.
“La idolatría y todos los pecados que la acompañaban eran abominables para Dios, y
ordenó a su pueblo que no se mezclara con las otras naciones, ni hiciera ‘como ellos
hacen’ (Éxodo 23:24), para que no se olvidaran de Dios. Les prohibió el matrimonio
con los idólatras, para que sus corazones no se apartaran de él… Debían mantenerse
libres del espíritu mundano, porque este se opone a la verdad y la justicia. Pero Dios
no quería que su pueblo, creyendo tener la exclusividad de la justicia, se apartara
del mundo al punto de no poder ejercer influencia alguna sobre él.
“Como su Maestro, los seguidores de Cristo debían ser en todas las edades la luz del
mundo. El Salvador dijo: ‘Una ciudad asentada sobre un monte no se puede
esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de una vasija, sino sobre el
candelero para que alumbre a todos los que están en casa’, es decir, el mundo. Y
agrega: ‘Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos’ (Mateo 5:14-16).
Esto es exactamente lo que hicieron Enoc, Noé, Abraham, José y Moisés. Y es
precisamente lo que Dios quería que hiciera su pueblo Israel.
“Fue su propio corazón malo e incrédulo, dominado por Satanás, lo que los llevó a
ocultar su luz en vez de irradiarla sobre los pueblos circunvecinos; fue ese mismo
espíritu fanático lo que los hizo seguir las prácticas inicuas de los paganos, o
encerrarse en un orgulloso exclusivismo, como si el amor y el cuidado de Dios
fueran únicamente para ellos.”
DMJ pg. 45.2 – “Fue el Creador de los hombres, el Dador de la ley, quien declaró que
no albergaba el propósito de anular sus preceptos. Todo en la naturaleza, desde la
diminuta partícula que baila en un rayo de sol hasta los astros en los cielos, está
sometido a leyes. De la obediencia a estas leyes dependen el orden y la armonía del
mundo natural. Es decir que grandes principios de justicia gobiernan la vida de
todos los seres inteligentes, y de la conformidad a estos principios depende el
bienestar del universo. Antes que se creara la tierra existía la ley de Dios. Los
ángeles se rigen por sus principios y, para que este mundo esté en armonía con el
cielo, el hombre también debe obedecer los estatutos divinos. Cristo dio a conocer al
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hombre en el Edén los preceptos de la ley, ‘cuando alababan todas las estrellas
del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios’ (Job 38:7). La misión de Cristo en la
tierra no fue abrogar la ley, sino hacer volver a los hombres por su gracia a la
obediencia de sus preceptos.
“El discípulo amado, que escuchó las palabras de Jesús en el monte, al escribir
mucho tiempo después, bajo la inspiración del Espíritu Santo, se refirió a la ley como
a una norma de vigencia perpetua. Dice que ‘el pecado es infracción de la ley’, y que
‘todo aquel que comete pecado, infringe también la ley’ (1 Juan 3:4). Expresa
claramente que la ley a la cual se refiere es ‘el mandamiento antiguo que habéis
tenido desde el principio’ (1 Juan 2:7). Habla de la ley que existía en la creación y
que se reiteró en el Sinaí.
“Al hablar de la ley, dijo Jesús: ‘No he venido para abrogar, sino para cumplir’. Aquí
usó la palabra ‘cumplir’ en el mismo sentido que cuando declaró a Juan el Bautista
su propósito de ‘cumplir toda justicia’ (Mateo 3:15), es decir, llenar la medida de lo
requerido por la ley, dar un ejemplo de conformidad perfecta con la voluntad de
Dios.
“Su misión era ‘magnificar la ley y engrandecerla’ (Isaías 42:21). Debía enseñar la
espiritualidad de la ley, presentar sus principios de vasto alcance y explicar
claramente su vigencia perpetua. La belleza divina del carácter de Cristo, de
quien los hombres más nobles y más amables son tan sólo un pálido reflejo; de
quien escribió Salomón, por el Espíritu de inspiración, que es el ‘señalado entre diez
mil… y todo él codiciable’ (Cantares 5:10-16); de quien David, viéndolo en visión
profética, dijo: ‘Más hermoso eres que los hijos de los hombres’ (Salmos 45:2); Jesús,
la imagen de la persona del Padre, el esplendor de su gloria; el que fue abnegado
Redentor en toda su peregrinación de amor en el mundo, era una representación
viva del carácter de la ley de Dios. En su vida se manifestó el hecho de que el amor
nacido en el cielo, los principios fundamentales de Cristo, sirven de base a las leyes
de rectitud eterna.”
DMJ pg. 47.1 – “Dado que la ley del Señor es perfecta y, por lo tanto, inmutable, es
imposible que los hombres pecaminosos satisfagan por sí mismos la medida
de lo que requiere. Por eso vino Jesús como nuestro Redentor. Era su misión, al
hacer a los hombres participes de la naturaleza divina, ponerlos en armonía con los
principios de la ley del cielo. Cuando renunciamos a nuestros pecados y recibimos a
Cristo como nuestro Salvador, la ley es ensalzada. Pregunta el apóstol Pablo: ‘¿Luego
por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley’
(Romanos 3:31).
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“La promesa del nuevo pacto es: ‘Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus
mentes las escribiré’ (Hebreos 10:16). Mientras que con la muerte de Cristo iba a
desaparecer el sistema de los símbolos que señalaban a Cristo como Cordero
de Dios que iba a quitar el pecado del mundo, los principios de justicia
expuestos en el Decálogo son tan inmutables como el trono eterno. No se ha
suprimido un mandamiento, ni una jota o un tilde se ha cambiado. Estos principios
que se comunicaron a los hombres en el paraíso como la ley suprema de la vida
existirán sin sombra de cambio en el paraíso restaurado. Cuando el Edén vuelva a
florecer en la tierra, la ley de amor dada por Dios será obedecida por todos debajo
del sol.”
En la cruz quedó clavada la ley ceremonial, con sus fiestas y sábados ceremoniales.
Pero el Decálogo permanece eterno e inmutable, como norma de juicio y de
conducta para siempre. Pero, debido a nuestra condición incapaz de amar y de
obedecer, y debido a nuestra naturaleza pecaminosa, no podemos obedecer una Ley
que en realidad odiamos. Es necesario que los principios del amor sean implantados
en nosotros para que por nuestro esfuerzo humanos podamos desarrollarlos. Es
necesario que un Sustituto haya vivido una vida que no hemos vivido, y experimente
una muerte que no hemos experimentado. Es necesario que un Mediador intervenga
para poder interceder por nosotros. Y ese Mediador debe presentarse por nosotros,
con su vida y con su sangre, diariamente para que diariamente podamos recibir los
dones de su gracia.
2JT pg. 340.1 – “Las opiniones deficientes que tantos han sostenido acerca del
exaltado carácter y oficio de Cristo han estrechado su experiencia religiosa y han
impedido grandemente su progreso en la vida divina. La religión personal está en
un nivel muy bajo entre nosotros como pueblo. Hay mucha forma, mucha
maquinaria, mucha religión de la lengua; pero algo más profundo y sólido
debe penetrar en nuestra experiencia religiosa. Con todas nuestras facilidades,
nuestras casas editoras, colegios, sanatorios y muchísimas otras ventajas,
debiéramos estar mucho más adelantados.
“Por los méritos de Cristo, por su justicia que nos es imputada por la fe,
debemos alcanzar la perfección del carácter cristiano. Se presenta nuestra obra
diaria y de cada hora en las palabras del apóstol: ‘Puestos los ojos en el autor y
consumador de la fe, en Jesús’ (Hebreos 12:2). Mientras hagamos esto, nuestro
intelecto se esclarecerá, nuestra fe se fortalecerá y se confirmará nuestra esperanza;
nos embargará de tal manera la visión de su pureza y hermosura, y el sacrificio que
ha hecho para ponernos de acuerdo con Dios, que no tendremos disposición para
hablar de dudas y desalientos.”
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Es por la fe que se engendra la vida espiritual, pues primeramente debemos ser
justificados en virtud de la justicia de Cristo, para que podamos recibir la lluvia
temprana que nos capacitará para aprender a amar y a obedecer la Ley que
naturalmente odiamos y somos totalmente incapaces, por nosotros mismos, de
obedecer.
DTG pg. 73.2 – “El nacimiento del hijo de Zacarías, como el del hijo de Abrahán y
el de María, había de enseñar una gran verdad espiritual, una verdad que somos
tardos en aprender y propensos a olvidar. Por nosotros mismos somos incapaces
de hacer bien; pero lo que nosotros no podemos hacer será hecho por el poder de
Dios en toda alma Sumisa y creyente. Fue mediante la fe como fue dado el hijo de la
promesa. Es por la fe como se engendra la vida espiritual, y somos capacitados
para hacer las obras de justicia.”
Amén. Que Dios los bendiga.

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