El ABC de la Bilia
Acerca de las clases

46.LA VIDA LLENA DEL ESPIRITU SANTO

 

La vida cristiana que cumple con los propósitos de Dios es la vida llena del Espíritu Santo. La vida cristiana que el mundo desea ver hoy es una vida llena del Espíritu Santo. Todo creyente, para tener un ministerio efectivo ante su generación, debe procurar en la experiencia de cada día, la vida llena del Espíritu Santo.

El apóstol Pablo, en una de sus exhortaciones más importantes, dice: “Sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). La condición habitual de ser lleno del Espíritu no se consigue de una vez para siempre al ser llenado por el Espíritu Santo en la experiencia del bautismo en el Espíritu santo. Tenemos que seguir recibiendo en el vaso de ese río de vida que lo hará rebosar.

El mismo verbo empleado por San Pablo al decir “sed llenos” es un verbo continuativo o progresivo. La exhortación del apóstol, entonces, es: “Seguid siendo llenos del Espíritu.” Es esta vida llena del Espíritu, y sus señales correspondientes, lo que constituye el tema de nuestro estudio en el presente capítulo. Hay que seguir orando, teniendo buen testimonio, sirviendo y hablando en lenguas es decir mantenerse lleno del Espíritu Santo.

 

La puerta de acceso.

 

 

Para poder entrar a esta hermosa vida llena del Espíritu, se tiene que pasar necesariamente por la puerta. La puerta es el bautismo en el Espíritu Santo. Ya hemos pasado por el estudio de este bautismo, pero ahora queremos relacionar este bautismo con la vida diaria llena del Espíritu, como la puerta que se abre para dar paso a esta hermosa vida.

En casi todas nuestras ciudades latinoamericanas, tenemos una ilustración de esta verdad en los sectores antiguos de la ciudad donde todavía se ve la clásica “puerta de calle”. Es la puerta principal de toda una propiedad, que comunica entre la calle y todo lo que representa dicha propiedad. Una vez pasada esta puerta, se entra a la primera parte de las varias construcciones interiores. En muchas de estas casas antiguas hay un primer patio con sus habitaciones, departamentos, y dependencias. De allí se entra a un segundo, tercero o cuarto patio. Cada patio tiene sus respectivas viviendas, y cada familia tiene que pasar por la “puerta de calle” para llegar a su respectivo lugar. Así también es la vida “llena del Espíritu Santo”. Por medio del bautismo en el Espíritu se pasa por la puerta de acceso, y de allí, todos los días, mientras el Señor nos dé vida, estamos explorando y ocupándonos en esta “propiedad espiritual”

Para establecer en forma clara la relación que tiene el bautismo en el Espíritu con la vida diaria llena del Espíritu, haremos las siguientes observaciones:

El bautismo en el Espíritu Santo no es un fin en sí mismo. Dios no quiere que esto sea una sola experiencia, sino que sea un comienzo de una nueva vida sobrenatural y de victoria. Ciertamente, hay una experiencia que llamamos el “bautismo en el Espíritu Santo”, pero la voluntad del Señor es que tengamos muchas llenuras del mismo Espíritu. Así vemos que el bautismo es simplemente el comienzo de una hermosa relación diaria “con el Espíritu”. El bautismo abre la puerta a la vida cristiana poderosa, incluyendo los dones, manifestaciones y fruto del Espíritu Santo.

Las escrituras ilustran esta condición habitual y diaria de “estar lleno del Espíritu” en la vida de muchos hombres de Dios, muchos días y años después del día de Pentecostés. Cuando la iglesia primitiva se propuso elegir a sus primeros diáconos, busco a ‘siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría’ (Hechos 6:3). En los momentos críticos de entregar su vida como primer mártir de la iglesia, “Esteban lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hechos 7:55). Más tarde, cuando la iglesia ya se estaba extendiendo a las naciones gentiles, nos dice de Bernabé, que “era varón bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe” (Hechos 11:24). Estos hombres de Dios, aun en medio de grandes trabajos y sacrificios, habían aprendido a mantenerse en una condición diaria deser lleno del Espíritu Santo”.

 

 

Las evidencias de una vida llena del Espíritu Santo.

 

Ya hemos estudiado en forma detallada sobre la evidencia inicial de la plenitud del Espíritu. Nuestro propósito ahora es examinar algunas otras señales o evidencias que deben de existir en una vida “llena del Espíritu”.

Las Escrituras que acabamos de examinar nos indican que la condición de ser llenos del Espíritu es conocible. Los apóstoles le dijeron a la iglesia en Jerusalén que buscaran a siete hombres llenos del Espíritu ¿Cómo podían escoger a siete hombres llenos del Espíritu Santo sin saber quién estaba lleno? Esta condición debió ser una señal conocible, pues deben haber ciertas señales que nos indican esa condición de “ser llenos del Espíritu”. El mismo apóstol que nos encomendó las palabras “sed llenos del Espíritu” en su carta a los Efesios, sigue dándonos algunas de esas señales. (Efesios 5:19-21).   

¡He aquí las señales bíblicas!    

 

  1. Una vida rebosante.

 

La llenura del Espíritu es en esa forma sobreabundante, y el resultado se demuestra en el testimonio desbordante. Pablo describe esta plenitud al decir: “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19).

Si la persona está llena del Espíritu Santo, es natural que brote de sus ser un río de alabanza, canción y testimonio.

Nuestro Señor Jesucristo describe esta vida al hacer uso de la ilustración de un río que fluye: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que crea en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38). Juan añade estas palabras: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen el él”. Un río de agua viva que cae sobre nosotros desde arriba, que fluye por nuestro ser, y que rebosa de bendición para otros… ¡gloriosa ilustración de una vida llena del Espíritu Santo!

La llenura del Espíritu no debe quedarse encerrada en la persona misma, pues el Señor nos llena para ser una bendición a otros. “Recibiréis poder”, dijo Jesús, “y me seréis testigos…” (Hechos 1:8). Esto es poder para servir.

El cristiano lleno del Espíritu Santo es entonces como un estanque de agua viva, de cuya salida se reparte el agua en riego a un mundo sediento. ¡Mantengámonos llenos y rebosando del agua de vida!.

Para esto tenemos que tomar dos precauciones. Primero, es necesario mantenernos todos los días en contacto con la fuente de agua. Segundo, tenemos que cuidar de las grietas que pueden producirse en el mismo estanque.

Esas roturas son los pecados “pequeños” que nos permitimos, que pronto se hacen pecados “grandes” y el resultado es que el agua se pierde, el estanque se vacía, y el mundo no ve una vida llena del Espíritu Santo. ¡Tapemos los agujeros! ¡Sigamos rebosando el agua de vida! Así demostraremos una de las evidencias más convincentes de la llenura del Espíritu Santo.

 

  1. Un Espíritu de agradecimiento.

 

El apóstol Pablo nos muestra otra señal al decirnos, “dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20).

 

Al emplear las palabras siempre y por todo, en cuanto al estar agradecido al Señor, nos indica el apóstol una gracia que sólo puede resultar de la plenitud del espíritu en la vida. El hombre no nace con este rasgo de personalidad. El hombre tiende a quejarse de lo que no le agrada. El murmurar, irritarse, y criticar es cosa natural, y esto produce un espíritu amargo. Según la palabra de Dios, estas son las cosas que contristan al Espíritu, que lo apagan y que vuelven vacía la vida espiritual. ¿Cuál es nuestra reacción en el momento de la prueba? ¿Seguimos tranquilos, controlados y agradecidos al Señor por todo? Sólo así podemos clasificarnos como personas llenas del Espíritu Santo.

 

  1. Sumisión con humildad.

 

En el versículo 21 de la misma porción bíblica, el apóstol nos indica otra evidencia importante: “Someteos unos a otros en el temor de Dios. La más conspicua evidencia del ser llenos del Espíritu es la humildad y los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5:22).

El Espíritu Santo, al hacer su voluntad, produce en el ser humano un espíritu sumiso y dócil. Notemos que entre el fruto del Espíritu se mencionan paciencia, benignidad, bondad y mansedumbre. (Gálatas 5:22;) Cristo mismo nos dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. (Mateo 11:29.)

Ciertamente, la iglesia del Señor se libraría de sus problemas más graves, tanto en la esfera local como en la nacional, si esta gracia fuese mas evidente. El hombre, por naturaleza, es egoísta, y solo por el Espíritu Santo siente el deseo sincero de someterse con humildad.

Pablo dice en otra parte: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. (Romanos 12:10.) ;Así se conocerá a la persona llena del Espíritu Santo!.

 

  1. Obediencia al Espíritu.

 

 

La sensibilidad a la dirección del Espíritu Santo es otra señal de su presencia en nuestra vida. En cambio, el hacer caso omiso a sus impulsos y su dirección es un obstáculo para la vida llena del Espíritu Santo. Demos lugar al Espíritu. Cultivemos la sensibilidad que tanta importancia tiene, obedeciendo esa tierna voz interior.

Pensemos en el ejemplo del apóstol Pablo. Pablo y Bernabé estaban muy cómodos en Antioquía, pero el espíritu los llamo a la obra misionera. (Hechos 13:1-12.) Pronto se encontraron frente a las oposiciones de un hechicero en la ciudad de Pafos. ¿Tenían el poder del Espíritu para vencer? Sí, por cuanto habían obedecido la voz del Espíritu, ahora en medio de ataques satánicos, Pablo era “lleno del Espíritu Santo” y el Señor obro milagros convincentes.

El evangelista Felipe estaba gozando de grandes bendiciones del Señor en su campaña en Samaria cuando el Espíritu le impuso a ir al desierto de Gaza (Hechos 8:5-40)¡Parecía cosa ridícula! Pero, por la obediencia de Felipe a la voz del Espíritu Santo, el evangelio se extendió hasta Etiopía.

El Espíritu Santo tiene su plan y propósito para cada vida. Cultivemos, pues, esa ternura sensible a su dirección, para andar en obediencia a su voz.

Mantendremos así la llenura espiritual.

Ejemplo: Al Apóstol Pablo el Espíritu santo no le dejó predicar la palabra en Asia y luego fue guiado  por una visión a Macedonia (Hechos 16:6-10).

 

  1. Consagración al día.

 

La persona que la Biblia califica como “llena del Espíritu Santo” mantiene muy al día su propia consagración. Para mantener una vida llena del Espíritu, no basta una sola consagración, una sola santificación, un solo bautismo de poder. A medida que se presenten nuevas experiencias, nuevas pruebas, y aun nuevo crecimiento en el Señor, la consagración tiene que renovarse.

Si el Señor nos concede un nuevo don o ministerio, si encontramos nuevo éxito en su viña, tenemos que colocar todo esto sobre el altar de consagración.

El libro de los Hechos nos cuenta del hombre llamado Bernabé. Nos dice que “era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe”. (Hechos 11:24) ¿Por qué se podía decir con tanta certeza que este hombre era lleno del Espíritu Santo? Porque Bernabé había aprendido esa lección importante de poner todo sobre el altar de consagración. (Hechos 4:36-37.) ¡Hagamos lo mismo, y así el mundo y la iglesia verán en nosotros una vida llena del Espíritu Santo!

 

  1. El fruto del Espíritu manifestado.

 

La divina plenitud diaria del Espíritu producirá, además de las evidencias ya mencionadas, el hermoso fruto espiritual que Pablo menciona en (Gálatas 5:22-23):

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.” La vida llena del Espíritu será un lugar adecuado para hacer madurar este fruto.

No tengamos en poco estas seis evidencias de una vida llena del Espíritu. No nos contentemos con sólo la evidencia inicial del bautismo. El verdadero pentecostal o carismático no es sólo el que habla en lenguas, sino el que demuestra estas señales bíblicas a través de una vida diariamente llena del Espíritu Santo.

Bookmark