El ABC de la Bilia
Acerca de las clases

DESEANDO LA VOLUNTAD DE DIOS

 

¿Cómo puede un cristiano conocer la voluntad de Dios para su vida? Todo cristiano debe tener sumo interés en conocer la voluntad de Dios para su vida. Salvo que el plan del Señor sea conocido y obedecido, nuestras vidas se desperdiciarán y perderemos el “bien hecho del Maestro.

Las Escrituras son enfáticas en la enseñanza de que Dios revela su voluntad a aquellos que la desean conocer (Juan 7:17). Es éste un privilegio que debiera ser la experiencia normal de cada creyente (Romanos 1.2:2).

Sea que uno esté buscando dirección para un problema monetario o para la vida, se deben seguir los siguientes cinco pasos, que se resumen así: RENDICION; CONFESION; ORACION; ESTUDIOS; AGUARDAR.

 

  1. RENDICION. Rendirse es presentarse a sí mismo al Señor. Significa poner a un lado esperanzas, ambiciones y deseos personales. Significa desear su voluntad supremamente. Pablo se rindió cuando preguntó: “¿Qué quieres que haga?” (Hechos 9:6). Isaías se rindió cuando dijo: Heme aquí; envíame a mí (Isaías 6:8). Amasías se rindió porque leemos “el cual se había ofrecido voluntariamente a Jehová” (II Crónicas 17:16).

 

2.CONFESION. Si deseamos estar en el centro de su voluntad, debemos confesar y dejar cualquier pecado secreto que apreciamos. Recuerda la palabras del salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Salmo 66:18). Debemos también confesar nuestra impotencia e incapacidad, y depender de su poder (Salmo 139:23,24).

 

  1. ORACION. Esto quiere decir sencillamente que debemos venir ante el Señor regularmente, pidiendo su dirección. Debemos reclamar su promesa de guiarnos, pidiéndole que haga lo que ha dicho. Nuestras oraciones debieran tener su gloria como principal objetivo (Colosenses 1:9; 4:12).

 

  1. ESTUDIO. Ocupa mucho tiempo con la Palabra de Dios. Léela cuando estés sobre tus rodillas, pidiendo a Dios que te hable por medio de ella. Léela lentamente. Léela con meditación. Léela con expectación (Salmo 143:8, 10).

 

  1. AGUARDA. Si Dios no contesta inmediatamente, aguarda (Salmo 62:6). Si tú has orado pidiendo dirección de Dios es que te quedes donde estás. Si tú estás confiando verdaderamente en el Señor, no estarás apurado. “El que creyere, no se apresure” (Isaías 28:16). Dios nos revela su voluntad en varias formas distintas. Puede ser que El use uno, o una combinación de los siguientes métodos:

 

  1. Dirección por medio de la Biblia. Las Escrituras imparten dirección de dos maneras. Primeramente prohíben decididamente ciertos cursos de acción. Por ejemplo, si un cristiano estuviese pidiendo dirección con respecto a si debe casarse con una señorita inconversa, podría hallar, la respuesta de Dios en II Corintios 6:14. Por otra parte, muchas veces Dios usa otros versículos de la Escritura para guiarnos a tomar un curso de acción definido. Un versículo que nunca antes había llamado tu atención puede adquirir un nuevo significado porque dice algo que debes hacer en el mismo momento en que estás orando en busca de dirección (Salmo 119:105).

 

  1. Dirección por medio de cristianos. A veces conviene buscar el consejo de cristianos espirituales y maduros. Su experiencia y consejo pueden muy a menudo salvar a un creyente más joven de serias caídas (Hebreos 13:7, 17).
  1. Dirección por medio de las circunstancias. Dado que Dios controla todo el Universo, El puede (y muy a menudo lo hace) planear las circunstancias de nuestra vida para revelarnos su voluntad. Una carta, por ejemplo, puede arribar en el momento oportuno con la información necesitada para señalar el camino.

 

  1. Dirección por medio del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios puede influenciar nuestras convicciones, nuestros deseos o nuestras inclinaciones de tal manera como para hacer clara a nosotros la voluntad de Dios. En tales casos, la dirección es tan patente que rehusarla equivale a ser desobediente (Hechos 11:12; 16:6,7).

 

Una palabra más: Cuando Dios da luz, camina en ella (Hechos 26:19). La dirección debe ser obedecida para que continúe. La obediencia es la base de una vida de verdadera felicidad y valor duradero.

 

LA VIDA UTIL

 

¿Cómo puede hacer un cristiano que su vida sea de utilidad? Aunque un creyente no puede perder su salvación, es realmente cierto que puede malgastar su vida de manera que la misma no tenga valor alguno para la eternidad. Bien se ha dicho: “Un tonto es aquel cuyos planes terminan con el tiempo”. Para evitar esta tragedia de una vida malgastada, la Biblia aconseja a todo cristiano lo siguiente:

 

  1. Calcula el costo de ser un discípulo de Cristo. Todos los creyentes son hijos de Dios, pero no todos son discípulos. Las condiciones del discipulado se dan en Mateo 10:16-42 y Lucas 14:25-35. Ser discípulo significa renunciar a las comodidades y seguridad terrenas. Significa una vida de negación de sí mismo. Significa la enemistad del mundo y el ser ridiculizado por el mismo. Significa dejar todo para seguir al Señor Jesús.

 

  1. Consagra tu vida, deliberadamente a El (Romanos 12:1). Llega a ese grado de decisión en el cual rindas tu cuerpo como sacrificio vivo a Dios. Esta es la única cosa razonable que puedes hacer en vista de todo lo que El ha hecho. C. T. Studd dijo una vez: “Si Jesucristo es Dios y murió por mi, entonces no hay sacrificio demasiado grande que yo pueda hacer por El.”

 

  1. Abandona tu vida por Cristo. El Salvador dijo: “Cualquiera que perdiera su vida por causa de mí la hallará” (Mateo 16:25). En otras palabras, si quieres conocer la plena alegría y felicidad de la vida, deberías vivir para agradar al Señor Jesucristo y no agradarte a ti mismo. Aquel que vive egoísticamente es desdichado e infeliz.

 

  1. Quema los puentes que quedan detrás de ti. “Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar” (Salmo 118:27). Haz tan difícil como sea posible, el volver atrás, rompiendo todas las conexiones que no permitan una vida de plena obediencia y devoción a tu Señor (Lucas 9:23).

 

  1. No salgas del camino. Tantos comienzan bien pero luego pierden la visión y resbalan de vuelta hacia la vieja rutina. Puestos bien remunerados distraen a muchos. Carreras interesantes fascinan a otros y se los llevan. matrimonios torpes han sido la caída de muchos que hubieran sido discípulos. El Señor Jesús dijo: “Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el Reino de Dios” (Lucas 9:62).

 

  1. Vive para servir. “El Hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir” (Mateo 20:28). La verdadera grandeza reside en servir a otros. “Es más bienaventurado dar que recibir”. (Hechos 20:35).

 

  1. Corónalo a El, Señor de todo. Si Cristo gobierna tu vida, tus días realmente valdrán para la eternidad.

 

Al terminar este curso nos gustaría aclararle al estudiante que el “Cristianismo no es un agradable pasatiempo sino una lucha apasionada.” No es una vida fácil sino una de batalla. No cuesta nada convertirse en cristiano pero cuesta todo serlo. Su porción no es la popularidad sino la persecución, no es la comodidad sino el llevar la cruz.

 

Pero es la mejor vida. Sirves al mejor de los Maestros. Sus salarios son buenos, pero agrada más el trabajo que el salario. Las recompensas son maravillosas, tanto ahora como en la eternidad.

 

Te rogamos por tanto que des tu vida a Cristo. Dale lo mejor que tienes. No te quedes con nada. Ojalá sea tu supremo gozo oírle decir al fin: “Bien, buen siervo y fiel … entra en el gozo de tu Señor. (Mateo 25:21).

 

ADMINISTRADORES DE LOS BIENES DE DIOS

 

El administrador de una hacienda grande tiene mucha responsabilidad. Se le ha confiado la propiedad de otros y él la tiene que manejar para el beneficio de los dueños.

Nosotros también somos administradores. Todo lo que tenemos en este mundo es de Dios. El nos lo ha confiado provisionalmente y nos da instrucciones definidas sobre su uso. No somos dueños de lo que tenemos. Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 1 Timoteo 6:7

 

DERECHOS DE PROPIEDAD.  

 

Los derechos de propiedad que Dios tiene son de cuatro clases distintas.

 

  1. Derechos en virtud de la creación._

 

Dios es el Dueño de nuestro ser y de todo cuanto existe en el mundo, porque lo ha creado para su propio uso.

De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos. Salmo 24:1, 2.

Porque en él fueron creadas todas las cosas… todo fue creado por medio de él y para él. Colosenses 1:16. Para gloria mía los he creado. Isaías 43:7.

 

2.Derechos en virtud de la providencia.

 

Sin la providencia de Dios, no podríamos vivir ni un instante. El nos da

el aire que respiramos y la fuerza para trabajar. Nos preserva del mal y nos brinda las bendiciones materiales. Dios es el Dueño de nuestro ser por cuanto provee para nuestra existencia.

Porque en él vivimos y nos movemos y somos. Es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Hechos 17:25,28.

 

  1. Derechos en virtud de la redención.

 

Dios creó al hombre para su propia gloria. El hombre debía servirle y gozar de su bondad y amor. Pero el pecado de nuestros primeros padres los separó de Dios y encaminó a toda la humanidad hacia la perdición. Para librarnos de la ruina, Cristo dio su vida por nosotros. Nos redimió. Esto quiere decir que nos compró de nuevo. Ahora somos de él. Pertenecemos a Dios por sus derechos de redención.

Sabiendo que fuisteis rescatados… no con… oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo… quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio… ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo… y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Pedro 1:18, 19; Tito 2:14; 1 Corintios 6:19, 20.

 

  1. Derechos en virtud de la dedicación.

 

 

A sí mismo se dieron primeramente al Señor. 2 Corintios 8:5. Reconociendo los derechos que Dios tiene sobre nosotros, nos hemos entregado a él voluntariamente. Por lo tanto, le damos otros derechos o confirmamos sus derechos por nuestra dedicación. Los cristianos somos, pues, la propiedad absoluta de Dios. Los bienes que tengamos en nuestro poder mientras vivamos en esta tierra todos son de Dios. Aceptamos la responsabilidad de seguir sus direcciones para el uso de estos bienes. Nos tenemos por honrados y dichosos que nos ha escogido para ser sus administradores.

 

Las responsabilidades del administrador.

La responsabilidad principal del administrador es llevar a cabo los deseos del dueño en el manejo de la propiedad. El administrador no decide por su propia cuenta si la hacienda se dedicará al cultivo de caña o algodón, o quizás a la ganadería. El dueño sabe para que quiere usarla y se lo indica. El dueño traza los planes generales para la operación y le señala sus responsabilidades. Espera que el administrador se comunique con él frecuentemente sobre todos los proyectos y los problemas.

De la misma manera nos corresponde consultar con el Dueño para saber sus planes para nuestra vida. Tenemos los rasgos generales del plan en la Santa Biblia, que él nos ha dado. En la oración recibimos su dirección específica.

El administrador, de acuerdo con las instrucciones recibidas, hace las inversiones necesarias de dinero y de trabajo para asegurar la producción óptima de los terrenos. Vela por el bienestar de los obreros. Guarda la maquinaria en buenas condiciones. Trata de evitar cualquier desperdicio. Atiende los negocios de compra y venta. Lleva inventarios y buena contabilidad. Vela en todo instante por los intereses del dueño y le informa periódicamente sobre el estado de la hacienda, o plantación.

Así nosotros los cristianos tenemos que invertir sabiamente todos los bienes que Dios nos entrega. Como administradores, nuestra preocupación principal es cumplir con los deseos del Dueño y hacer progresar sus intereses en todo lo que hacemos.

Al velar por los intereses del dueño, el administrador está velando por los suyos propios. En cambio, si sólo piensa en sus propios intereses y descuida los del dueño para enriquecerse a sí mismo, corre el peligro de perder el puesto que tiene.

Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel1 Corintios 4:2.

 

 

 

La Propiedad que administramos.

 

Los bienes que administramos no son todos materiales, pero valen más que cualquier hacienda en el país. Rendiremos cuentas a Dios, el Dueño, por el uso que hacemos de ellos. Entre los bienes que nos ha confiado están: nuestro tiempo, las fuerzas físicas, la personalidad, el talento, el hogar, el dinero, la ciudadanía, la iglesia, el Evangelio y las bendiciones espirituales. ¿Qué hacemos con estas riquezas? ¿Las invertimos bien para adelantar la causa del Dueño? ¿O las tratamos como si fueran propiedad nuestra?

En estos estudios aprenderemos cómo administrar mejor los bienes que Dios nos da. Leeremos las instrucciones del Dueño en el Libro que nos da. Procuraremos ponerlas por obra enseguida, con la ayuda del Dueño, porque deseamos serle administradores fieles.

Bookmark