La Resurrección de los Muertos
Cuando estudiamos la resurrección de Jesucristo dijimos que esa resurrección nos dejaba ver algo de lo que será nuestra resurrección. Ahora hemos de considerar este suceso tan grandioso en la vida de la humanidad.
A. La Muerte
Al considerar la resurrección es lógico que se considere primeramente la muerte, por cuanto aquélla está motivada por ésta.
1. Lo que es la muerte. La muerte puede definirse únicamente por lo que hace. Cuando algo vivo muere, es porque sus acciones, movimientos, crecimiento, han cesado. La muerte no se puede definir simplemente porque no se sabe lo que es «vida». La vida es algo fuera del poder humano. El hombre no puede inventarla ni producirla. Lo que es muerto, es muerte y lo que vive es vida. Cuando esa vida termina, llega la muerte. La Biblia, sin embargo, enseña que la muerte es la separación del cuerpo y el alma. Mientras hay vida en el ser humano su alma está en él. Cuando el alma deja el cuerpo, se produce la muerte.
Léase Eclesiastés 12:7. El cuerpo que fue tomado del polvo, vuelve al polvo. El alma lo
abandona. Eso es la muerte.
2. La causa de la muerte. De acuerdo con la enseñanza bíblica, la causa de la muerte es el
pecado. Cuando Dios puso a Adán y Eva en el Paraíso, les dijo que ciertamente morirían
si comían del fruto prohibido.
B. El estado intermedio
Se llama así al período entre la muerte y la resurrección. La gente se pregunta: «¿Dónde está el alma después de la muerte?» El cuerpo saben dónde está pero sobre el alma tienen preguntas.
Algunos dicen que la muerte elimina el alma y que allí se termina todo. Otros dicen que el alma entra en un período de sueño en algún lugar invisible hasta el día de la resurrección. La Biblia, sin embargo, nos proporciona suficiente información sobre esto. Dice que el alma es inmortal y por eso no puede desaparecer. Dice también que las almas están ansiosas por ver el día de la resurrección y por eso no pueden estar en un largo sueño.
1. Las almas de los creyentes son llevadas al cielo después de la muerte. Así lo enseña
Jesús en una de sus parábolas (Lc. 16:22).
2. Las almas de los incrédulos y perdidos son llevadas al infierno, el destino de los que no
creen en el Hijo de Dios y están aún en sus pecados cuando llega la muerte (Lc. 16:23).
C. Es enseñada en la Biblia
El Señor Jesús mismo habló de la resurrección como cosa muy natural (Mt. 22:31,32). El apóstol Pablo dice que si los muertos no resucitan entonces tampoco Cristo resucitó y así el evangelio seria falso (1 Co. 15:13,14). Es decir entonces que la resurrección es cosa muy central e importante en las enseñanzas de la Biblia. La Biblia abunda en detalles sobre la resurrección de los muertos. Es lamentable que no tengamos aquí el tiempo o el espacio para considerar toda esa información. Pero de una cosa no puede haber duda: todos resucitaremos algún día.
1. Es una resurrección corporal. Quiere decir esto que es el cuerpo el que resucitará. El
alma no ha muerto, ya que es inmortal y en consecuencia no puede resucitar. Es el cuerpo
muerto que hemos depositado en la tumba el que se levantará.
2. Es una resurrección de justos e injustos. Todos los seres humanos que han vivido en el
mundo resucitarán. No interesará donde hayan vivido ni dónde han sido sepultados.
Parece esto imposible matemáticamente, pero es tan posible para Dios como lo fue la
creación del universo de la nada.
3. Es una resurrección de distinta importancia para justos e injustos. La resurrección de los salvados y de los perdidos es igual en que en ambos casos el cuerpo volverá a unirse con el alma.
Para los salvados en Cristo Jesús la unión del cuerpo con el alma será para una vida plena y eterna. Para los condenados, por otra parte, la unión de sus cuerpos con sus almas será para sufrir el castigo eterno en todo su rigor y su peso.
4. Es una resurrección que ocurrirá en el día que Cristo venga en las nubes del cielo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Cuando aparezca el Señor en el espacio, los muertos se
levantarán de todas partes. Ese será el día de los grandiosos y extraordinarios sucesos
universales. ¡Cuán cuidadosos hemos de ser para prepararnos para ese día glorioso para el creyente, pero terrible para el incrédulo!