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Curso Básico de La Doctrina Cristiana
Acerca de las clases

La Conversión

Llegamos con este capítulo a algo mucho más personal. Hemos estudiado la maravillosa obra del Señor Jesús y la salvación que El ganó por su vida y su muerte. Hemos visto también que el Espíritu Santo toma esos méritos de Cristo y los distribuye a los que han de ser salvos. Nadie puede ser salvo sin ese don de Dios. Y nadie puede darlo al hombre excepto el Espíritu Santo. Las preguntas pues se presentan: ¿Cómo se manifiesta esa obra del Espíritu Santo? ¿Qué proporciona? ¿En qué forma afecta esa operación al ser humano que la experimenta? Estas son preguntas de mayor interés personal por cuanto también nosotros mismos necesitamos eso para ser libres de pecado y castigo. Consideremos pues la primera manifestación de la obra del Espíritu Santo constantemente preguntándonos si nosotros hemos sido objeto de tal cosa. La primera manifestación es la conversión.

A. Términos bíblicos sobre la conversión
En los idiomas originales de la Biblia hay varias palabras que se usan para indicar la conversión.
De estas palabras podemos aprender algo de lo que es eso.

1. Arrepentirse de algo hecho; cambiar de planes de acción – 1a de Samuel 15:11.
2. Volverse, darse vuelta, cambiar de dirección – Lucas 15:18.
3. Cambiar de idea; tener una idea y luego sostener algo completamente opuesto a lo
primero – Hechos 2:38.

B. La idea de la conversión
¿Qué es la conversión? La Biblia habla de varias clases de conversiones, como por ejemplo, conversiones nacionales, cuando toda una nación se convertía (Jn. 3:5); de conversiones temporales como la de aquéllos que parecían convertirse pero que pronto negaban esa conversión
(Mt.13:20,21) Aquí, sin embargo, estamos interesados en la conversión verdadera. En breve, la conversión es un cambio. De allí las palabras usadas en la Biblia para indicarlo. La conversión consiste en cambiar el sistema de vida, las ideas de la mente y los sentimientos del corazón. Es ser restaurado a las condiciones originales del hombre. Es volver al hogar paterno.

Veamos algunas características:

1. Es un cambio radical. Porque ¿qué puede ser más radical que cambiar el rumbo de una
vida a lo opuesto? Es odiar las cosas de Dios y luego amarlas; es vivir alejándose de Dios
cada vez más y luego vivir acercándose a Dios cada vez más. (Como el hijo pródigo en
Lucas 15).

2. Es un cambio religioso. Lógicamente, la conversión no es cambiar de partido político o
de equipo de fútbol. Es un cambio religioso que tiene que ver con la religión de la
persona, es decir con todos y cada uno de los aspectos de la vida.

3. Es un cambio hacia Dios. Todos los hombres viven lejos del Dios que los hizo. Algunos
hacen su dios de ellos mismos y de lo que ellos desean y creen que es la verdad. Otros
hacen su dios del trabajo. Otros de sus posesiones. Todos tienen algún dios, porque el
hombre es religioso por naturaleza. Aun el ateo es religioso. Ahora bien, la conversión es
cambiar esos dioses que no son dioses por el Dios que es Dios verdadero.

4. Es abandonar el pecado y seguir a Cristo. Estas dos cosas constituyen el gran conflicto
entre el pecado y el Cristo. De naturaleza todos seguimos al pecado, somos sus
prisioneros. Convertirse es entregarse al Cristo para que nos libere y nos limpie de todo
pecado y nos haga suyos.

5. Es un cambio consciente causado por algo interno. El hombre no puede ni quiere
convertirse por sí solo. Su corazón pecaminoso se lo impide. Lo que necesita para
convertirse es cambiar de corazón; y eso no lo puede hacer el hombre. Pero eso es
justamente lo que hace el Espíritu Santo: cambia el corazón. Esto se llama la
regeneración o nuevo nacimiento. Y al cambiar eso, viene la conversión.

C. La necesidad de la conversión

La Biblia enseña claramente que la conversión es absolutamente necesaria para la salvación. Sin
conversión no hay salvación. El Señor Jesús dijo en Mateo 18:3: «De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos». Más claro, no puede ser.
Hay que hacer, sin embargo, algunas aclaraciones. Esto se debe al maravilloso pacto que Dios ha hecho con los creyentes, en el cual ha incluido a los hijos de ellos. Al establecerlo, dijo a Abraham que hacía el pacto con él y con su simiente después de él (Gn.17:7).

1. Los niños de creyentes que mueren antes de llegar al uso de la razón, se salvan sin la
conversión visible. En el Nuevo Testamento, Pedro también se refiere a esto cuando dice:
«para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos» (Hch. 2:39). Exactamente lo mismo
ocurre en la promesa divina de salvación que es para el que cree y su casa (Hch. 16:31).
Cristo mismo hablaba de los hijos de los miembros del pacto y que «de los tales es el
reino de los cielos» (Lc. 18:16).

2. En el caso de los adultos, la conversión es absolutamente indispensable. Para ellos se
dice que hay dos clases de conversión: gradual y repentina.

a. Gradual. Esta conversión se produce a través de un largo proceso. Ocurre entre
gente que ha nacido y se ha educado en un ambiente cristiano, de hogar e iglesia.
Muchas veces, sin embargo, se usa esto como una excusa para la falta de una
conversión genuina.

b. Repentina. Esta conversión ocurre generalmente con personas que nunca, deliberadamente, han tomado una decisión por Cristo. Muchas veces al leer la Biblia, alguna literatura cristiana, al oír un sermón o al experimentar algún
suceso, se convierten repentinamente (Hch. 16:29, 30).

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